17-3-2014-KRADIARIO-Nº889
Estados Unidos contra Venezuela
Por Alfredo Serrano Mancilla (*)
No es ciencia ficción ni película de Hollywood.
Tampoco se trata de paranoia conspirativa de la Guerra Fría. Hoy, Estados
Unidos manifiesta rotundamente su intención de acabar con el gobierno
venezolano. La democracia que no vota al candidato de la embajada es democracia
que no sirve para Estados Unidos.
El Norte jamás aceptó a Chávez como
presidente respaldado por los pueblos del Sur; ahora tampoco admite que el
chavismo sin Chávez siga construyéndose como Chávez legó en Venezuela y América
latina.
El manual de golpe lento de Gene Sharp está siendo eficaz para
desestabilizar pero incapaz de derrocar a la Revolución Democrática
Bolivariana. ¿Por qué? Porque Chávez cambió tanto las reglas que la guerra
planificada –venida de afuera– se encuentra ahora fuera de juego. A pesar de
las muertes y el clima violento generado en las calles de Venezuela y del
desgaste de la imagen internacional de Maduro, el intento duradero de golpe no
logra su objetivo final y, además, está dividiendo a la oposición.
La violencia
concentrada exclusivamente en las zonas ricas del Este de Caracas no es
suficiente para presentarse como una fuerza alternativa de gobierno con amplio
apoyo popular. Capriles sigue manifestando que necesita apoyo de las mayorías
para ser presidente, mientras Leopoldo López lo busca con un actitud violenta
de una minoría. Realmente, no acaban de aprender cómo disputar el sujeto Pueblo
al chavismo.
La misión de Estados Unidos ya data del año 2002, con
un golpe de Estado y paro petrolero en Venezuela. Luego, probaron con muchos
candidatos y diferentes estrategias electorales para acabar por las urnas con
Chávez. Frente a la muerte de éste, se abrió aún más el apetito por lo
imposible: eliminar al chavismo como nueva identidad política. La primera vía
fue nuevamente la electoral, en abril del 2013, pero perdieron; por la mínima,
pero perdieron. La segunda vez fue mediante una guerra económica durante meses
para desembocar en un plebiscito contra Maduro en las municipales de diciembre
pasado, pero otra vez más perdieron y no por la mínima.
Esperar, sin embargo,
hasta el 2016 como ordena la Constitución venezolana para realizar un
revocatorio es algo tan democrático que no encaja en los planes golpistas. Ni
los republicanos aceptan las leyes de la República Bolivariana, ni los
demócratas la democracia venezolana, y por ello, el falso bipartidismo de
Estados Unidos tiene una posición clara contra el pueblo venezolano. Las
infructuosas solicitudes a sus organismos internacionales han provocado un
cambio de estrategia: Estados Unidos contra Venezuela.
Naciones Unidas no les
dio la razón y la OEA les dio la espalda. No sólo eso, sino que el cambio de
época, pos Chávez, obliga a dirimir cuestiones del Sur en el Sur. La ALBA
rechazó toda injerencia de Estados Unidos. La Celac también apoyó al gobierno
de Venezuela para que continúe los esfuerzos para dialogar. Y por último, la
Unasur, ha sido implacable en “rechazar la violencia y respaldar los esfuerzos
del gobierno de Venezuela”. Todo eso es logro de Chávez, pero también de la
experiencia acumulada de Maduro al frente del servicio exterior durante tantos
años y del buen quehacer del actual canciller Jaua en sus últimas giras.
.
Estados Unidos se vuelve a ver sin libreto ante este
escenario contrariado y, entonces, en su versión actual de la doctrina Monroe,
regresa a las amenazas. En un inicio, vinieron las agencias económicas para ir
abonando el terreno. Fitch descalificó a Venezuela; Moody’s habló de colapso
económico; The Economist presagió el “fin de la fiesta”; Bank of America y
Merrill Lynch prefirieron denominarlo como “primavera venezolana”. Después,
llegaron las voces autorizadas. Primero, lo hizo el vicepresidente Biden con
intenciones de seguir construyendo la matriz dominante de guerra civil con
ingobernabilidad. Se sumó a la fiesta el secretario de Estado Kerry en tono
injerencista amenazando con establecer sanciones económicas vía OEA a pesar de
que el chileno José Miguel Insulza (su secretario) ha dejado claro que no se puede apelar a esta
opción porque “el caso venezolano no pone en riesgo la democracia ni la
seguridad del continente americano”.
Lo último, por ahora, es Kelly, el jefe de
Comando Sur del ejército de Estados Unidos, quien se atreve, sin complejos y
con descaro, a seguir en la senda del derrocamiento afirmando, ante el Comité
de Asuntos Armados del Senado, que el país caribeño “va a precipitarse hacia la
catástrofe económica” forzando además el rumor pretendido de “división en el
seno de las fuerzas armadas venezolanas”.
.
La transición geopolítica hacia un mundo de muchos
bloques económicos molesta muchísimo a la mayor potencia militar del mundo. En
el año 2014, los Estados Unidos pretenden recuperar, caiga quien caiga y a la
máxima velocidad posible, su hegemonía unipolar en lo económico. Para ello
están acelerando su guerra económica contra los países emergentes mediante
expectativas falsas de estancamiento; intentando atacar a China con campaña de
marketing económico en su contra; con una guerra en Ucrania para robarle
un aliado a Rusia; y ahora, es el turno de Venezuela siendo éste el gran
enemigo político en su mismo continente.
Seguramente el gobierno bolivariano habrá cometido
algún error en la gestión de tan complicada situación, pero que nadie dude de
que la diplomacia de Estados Unidos en su estrategia de dominación global exige
ahora una guerra local contra Venezuela.
(*) Director del Centro Estratégico Latinoamericano
Geopolítico en Página12.
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