21.3.2014-KRADIARIO-Nº889
EL PUEBLO BRASILERO: UN PUEBLO MÍSTICO Y RELIGIOSO
El pueblo brasilero es espiritual y místico, le guste o no a la
intelectualidad secularizada,en general con poca o ninguna organicidad con
los movimientos populares y sociales.
Por Leonardo Boff
El pueblo no ha pasado por la escuela de
los maestros modernos de la sospecha que, en vano, han intentado deslegitimar
la religión. Para el pueblo, Dios no es un problema sino la solución de sus
problemas y el sentido último de su vivir y de su morir.
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Siente a Dios
acompañando sus pasos, lo celebra en las expresiones de lo cotidiano, como
“mi Dios”, “gracias a Dios”, “Dios le pague”, “Dios lo acompañe”, “Dios lo
quiera” y “Dios lo bendiga”. Habitualmente mucha gente se despide por
teléfono diciendo “queda con Dios”. Si no tuviese a Dios en su vida,
ciertamente no habría resistido con tanta fortaleza, humor y sentido de lucha
a tantos siglos de ostracismo social.
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El cristianismo ayudó a formar la
identidad de los brasileros. En el tiempo de la Colonia y del Imperio entró
por la vía de la misión (iglesia institucional) y de la devoción a los santos
y santas (cristianismo popular). Modernamente está entrando por la vía de la
liberación (círculos bíblicos, comunidades de base y pastorales sociales) y
por el carismatismo (encuentros de oración y de curación, grandes
celebraciones-espectáculo de curas mediáticos). Fundamentalmente el
cristianismo colonial e imperial educó a las clases señoriales sin
cuestionarles su proyecto de dominación y domesticó a las clases populares
para que se ajustasen al lugar que les cabía en la marginalidad. Por eso la
función del cristianismo fue extremadamente ambigua pero siempre funcional al statu quo desigual e
injusto. Raramente fue profético. En el caso de la esclavitud fue claramente
legitimador de un orden inicuo.
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Solamente a partir de los años 50 del
siglo pasado, sectores importantes de la institucionalidad (obispos, curas,
religiosos y religiosas, laicos y laicas) comenzaron un proceso de
desplazamiento de su lugar social desde el centro hacia la periferia donde vivía
el pueblo. Surgió el discurso de la promoción humana integral y de la
liberación socio-histórica cuya centralidad es ocupada por los oprimidos que
ya no aceptan su condición de oprimidos. Por el hecho de ser simultáneamente
pobres y religiosos, sacaron de su religión las inspiraciones para la
resistencia y para la liberación rumbo a una sociedad con más participación
popular y más justicia. Y surgió un cristianismo nuevo, profético, liberador
y comprometido con los cambios necesarios.
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Pero la mayor creación cultural hecha en
Brasil está representada por el cristianismo popular. Puestos al margen del
sistema político y religioso, los pobres, indígenas y negros dieron cuerpo a
su experiencia espiritual en el código de la cultura popular, que se rige más
por la lógica del inconsciente y de lo emocional que por lo racional y lo
doctrinario. Elaboraron así una rica simbología, en las fiestas de sus santos
y santa importantes, un arte lleno de colorido y una música cargada de
sentimiento asociada a la noble tristesse. Este cristianismo popular no es
decadencia del cristianismo oficial, sino una forma diferente, popular y
sincrética de expresar lo esencial del mensaje cristiano.
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Las religiones afrobrasileñas, el
sincretismo urdido de elementos cristianos, afrobrasileros e indígenas,
representan otra creación relevante de la cultura popular. Con excepción de
algún fundamentalismo evangélico, el pueblo en general no es dogmático ni
obcecado en sus creencias. Es tolerante, pues cree que Dios está en todos los
caminos y todos los caminos terminan en Él. Por eso es multiconfesional y no
se avergüenza de tener varias pertenencias religiosas. La síntesis se hace
dentro de su corazón, en su espiritualidad profunda. A partir de ahí compone
el rico tejido religioso.
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El antropólogo Roberto da Matta lo expresó
acertadamente: «En el camino hacia Dios puedo juntar muchas cosas. Puedo ser
católico y umbandista, devoto de Ogum y de San Jorge. El lenguaje religioso
de nuestro país es, pues, un lenguaje de relación y de religación. Un idioma
que busca el término medio, el camino medio, la posibilidad de salvar a todo
el mundo y de encontrar en todos los lugares alguna cosa buena y digna» (O
que faz o brasil Brasil, Rocco, Rio de Janeiro 1984, 117).
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Especialmente importante es la contribución
civilizatoria traída por las religiones afro (nagô, camdonblé, macumba,
umbanda y otras) que a partir de sus propias matrices africanas elaboraron
aquí un rico sincretismo. Cada ser humano puede ser un incorporador eventual
de la divinidad en beneficio de los otros. Negada socialmente, despreciada
políticamente, perseguida religiosamente, las religiones afrobrasileñas
devolvieron autoestima a la población negra, al afirmar que los orixás
africanos los enviaron a estas tierras para ayudar a los necesitados y para
impregnar de axé (energía cósmica y sagrada) los aires de Brasil. A pesar de
ser esclavos cumplían una misión transcendente y de gran significado
histórico.
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Fueron los negros y los indígenas
quienes confirieron y confieren una marca mística al alma brasilera. Todos se
saben acompañados por los santos y santas importantes, por los orixás por el Preto Velho (umbanda) y
por la mano providente de Dios que no deja que todo se pierda y se frustre
definitivamente. Para todo existe solución y una salida buena. Por eso hay
levedad, humor, sentido de fiesta en todas las manifestaciones populares.
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El futuro religioso de Brasil no será
probablemente su pasado católico. Será, posiblemente, la creación sincrética
original de una nueva espiritualidad ecuménica que convivirá con las
diferencias (la tradición evangélica en ascenso, el pentecostalismo, el
kardecismo, las religiones orientales) pero en la unidad de la misma
percepción de lo Divino y de lo Sagrado que impregna el cosmos, la historia
humana y la vida de cada persona.
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viernes, 21 de marzo de 2014
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