26-3-2014-KRADIARIO-Nº890
OCCIDENTE Y RUSIA DESPUÉS DE CRIMEA
Rusia es la realidad ineludible al oriente de Europa, o al oeste del Estrecho de Bering si se la mira desde los Estados Unidos. Un país de fundamentos culturales, étnicos y políticos diferentes, confiriéndole una singular identidad reforzada en su exitosa resistencia a la horda mongol y a las incursiones de los caballeros teutónicos medioevales.
Esa maciza identidad le ha permitido proyectar presencia en distintas épocas bajo cambiantes circunstancias, cualesquiera hayan sido las exigencias de los tiempos. Sus ejércitos lucharon en las guerras napoleónicas, entraron victoriosos en Parìs con el Zar Alejandro I y el Mariscal Kutuzov; luego fueron humillados por los ingleses en la Guerra de Crimea en 1853; su marina fue humillada por los japoneses en Tsushima en 1904; sus diplomáticos humillados por los alemanes en Brest.Litovsk en 1917; nada de lo anterior fue obstàculo para que volvieran a entrar victoriosos en Berlín en 1945 con el Mariscal Zhukov y el General Chuikov. Rusia siempre vuelve a ser Rusia.
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Los vastos territorios de la masa continental euroasiática le dan un margen de seguridad geográfica, traducida en una realidad estratègica verificada, si bien ha sido parcialmente derrotada en ocasiones, Rusia no puede ser ocupada militarmente, esta realidad forma parte de la visión geopolítica de Vladimir Putin y su ministro de relaciones exteriores Sergei Lavrov.
Los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial, el punto mas alto del capìtulo comunista soviético del Imperio Ruso, marcaron profundamente las relaciones con los países europeos orientales tras la entonces Cortina de Hierro. En su frente europeo oriental, la Segunda Guerra Mundial se peleó por ambos bandos, el Ejèrcito Nazi y el Ejèrcito Rojo, con una determinación, ferocidad y salvajismo sin precedentes en la historia occidental; visto con los ojos de hoy, el Ejército Rojo era un ejército ruso, por eso su desempeño en aquel conflicto es parte del alma y mente de una nación, legado merecedor de respeto por todos quienes fueron partícipes del conflicto, una cosa es salir a tumbar estatuas de Lenin y otra pretender destruir mausoleos recordatorios de las batallas de la guerra.
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La implosión y desintegración del régimen comunista soviético a partir de los sucesos de 1989, dejaron a Rusia sin su imperio europeo y sin los países al sureste del Cáucaso anexados en el Siglo XIX durante "la locura de Alejandro II (Alexander Solzhenitsyn)", básicamente de vuelta en el imperio euroasiático del Zar Alejandro I. En otra variable, el fracaso y derrota final, terminal, irreparable, del comunismo soviético y su ideología, dejó un país del tercer mundo con fuerzas armadas de primer mundo, quien mejor lo definió fue Lady Thatcher en una de sus frases cèlebres: Kenya with missiles.
Estos rasgos definitorios del carácter ruso en cuanto estado-nación fueron lamentablemente desestimados por Occidente, en especial por los Estados Unidos, en los ajustes del sistema de relaciones internacionales posteriores al colapso de la Unión Soviètica; en este sentido se cometieron dos graves errores.
El primero fue tratar a los países europeos orientales, que habían estado bajo un régimen de ocupación imperial durante la vigencia de la Cortina de Hierro, como si fueran una nueva esfera de influencia geopolítica occidental; así, se proyectò una diplomacia bidimensional, por un lado la Unión Europea aceptaba la incorporación de aquellos países, la reunificación alemana es asunto separado con su propia dinámica (ver nuestro artículo anterior en Kradiario); mientras por otro lado los Estados Unidos impulsaban la incorporación de esos mismos estados incluyendo los bàlticos a la OTAN, alianza estratégico-militar bajo liderazgo americano.
El segundo error fue pretender que Rusia, derrotada y humillada en el final de la Guerra Fría perdida por el comunismo soviético, aceptarìa este nuevo orden de cosas.
Los sucesos en Ucrania, culminados en la decisión de Rusia de anexar Crimea, son un primer indicador de cambios en la forma de dirigirse a Occidente, muy particularmente a su expresión estratégico-militar detrás de cuyos designios están los Estados Unidos. Como lo indicamos en nuestro artículo anterior en Kradiario, los detalles militares de anexar Crimea están siendo concluídos con menos incidentes de lo esperado, otra cuestión es asegurar los abastecimientos de agua y otros esenciales dependientes de Ucrania, viene una compleja negociación entre Moscú y Kiev.
Sin embargo, las fuerzas movilizadas por Rusia, esencialmente las de su Distrito Militar Occidental y las del 2º Ejèrcito de los Urales en Yekaterimburg, no han regresado a sus bases, permaneciendo en la región suroccidental en la vecindades de Ucrania y costas del Mar Negro.
Ha empezado a desarrollarse un delicado juego de percepciones. Los países europeos orientales ingresaron a la OTAN porque esperan del liderazgo militar americano que los defienda de Rusia; las decisiones políticas y militares ejecutadas por Vladimir Putin en Crimea, alzan dudas sobre la disposiciòn occidental de asumir responsabilidades geoestratégicas en Europa Oriental; en otras palabras, Rusia se manifestó dispuesta a ir a la guerra por Crimea, Occidente no.
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