19-3-2014-KRADIARIO-Nº889
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CHILE: LA NUEVA
TRANSICIÓN
Por Ricardo Hormazábal
El 11 de marzo del 2014 ha comenzado un
nuevo período de transición en Chile. El primero, durante los años noventa, muy
importante fue debilitar el poder consolidado en 17 años de la más brutal
dictadura.
La actual transición, también muy
trascendente, es para reemplazar la cultura individualista liberal que promovió
ese régimen abusivo y que se mantiene en su esencia hasta ahora, por una
sociedad solidaria, integrada, participativa y tolerante. Para ello es esencial
dejar de lado esos valores consumistas que consideran a las personas como
bienes desechables y que han construido una profunda desigualdad en nuestro
país, hecho tan negativo y relevante que la Presidenta Bachelet, en su primer
discurso del pasado 11 de marzo en La Moneda , lo describió como "el único
y gran adversario de Chile", al que "sólo juntos podremos
enfrentar".
Para insinuar algunas propuestas sobre este tema, quiero reiterar, desde el principio, que lo hago desde mi perspectiva de laico católico, militante demócrata cristiano y ciudadano activo en el mundo de los trabajadores organizados. Por ello, hago mía la enseñanza de la Iglesia Católica que nos señala que enfrentamos un Cambio de Época en que los paradigmas tradicionales se cuestionan profundamente, sean estos religiosos, políticos o institucionales.
El desplome del marxismo leninismo y el fracaso del capitalismo salvaje, hechos históricamente constatables, hacen resurgir integrismos religiosos, respuestas desesperadas, populismos personalistas y conductas deprimentes. Todas reacciones que no logran cambiar el rumbo de manera positiva.
Este gran adversario ya indicado, es tan poderoso que requiere de un nuevo enfoque valórico, de políticas diferentes y, sobre todo, de conductas propositivas y dialogantes. Aquí se debe enfrentar, por una parte, a la derecha opositora, derrotada políticamente, pero fuerte aún, y nos obliga a resolver la gran contradicción existente en el bloque gobernante, esto es, entre el enfoque liberal en las conductas personales y en las instituciones existentes y las legítimas demandas de la clase media y los pobres por mayor justicia social y una cultura solidaria y participativa.
Este es un hecho que, al votar por la nueva Presidente, sabíamos de antemano que ocurriría y por ello no nos ha sorprendido ni amargado que se haya reflejado en los nuevos equipos gobernantes. El cambio depende de lo que hagamos ahora y de las decisiones presidenciales.
Hay que superar progresivamente la existencia transversal en el gobierno y los partidos de la Nueva Mayoría, de personeros con una visión intelectual y una práctica liberal, cuyos nexos con los grupos económicos más poderosos son conocidos, y que por años han argumentado que esa relación le daba desarrollo y gobernabilidad al país. También, algo no menor, poder y dinero a ellos como creyentes en este falso dogma.
Para tratar de entendernos debemos establecer situaciones válidas para los distintos enfoques. Menciono algunas:
1.- Más del 50% de los chilenos con derecho a voto se negaron a votar en las últimas elecciones, a pesar de que tenían 9 opciones muy dispares.
2.- 300 familias chilenas se quedan con un porcentaje del ingreso nacional igual o superior a cerca de 8 millones de compatriotas;
3.- Los trabajadores sindicalizados y con derecho a negociación colectiva son menos que en la época dictatorial;
4.- Los poderosos grupos económicos financian cerca del 40% de las campañas electorales de todos los sectores y se hacen más ricos con el lucro que obtienen de empresas, universidades, AFP, ISAPRES, Bancos y Compañías de Seguros;
5.- La mayoría de los medios de comunicación son controlados directa o indirectamente por estos minoritarios pero poderosos sectores económicos;
6.- Los partidos políticos han dejado de ser partido de militantes para convertirse en nombres que conforman la cartera de clientes de los caudillos o facciones internas que los convocan para las elecciones que les interesan;
7.- Los anarquistas, minoría mínima entre las minorías, actuando violenta, vociferantemente e infiltrada como siempre, se toman las calles para frenar la legítima movilización social y confundir la imagen pública de los sectores sociales que expresan un anhelo profundo de justicia;
A partir de hechos indiscutidos, planteamos convencidos, reconfortados y animosos, siguiendo al Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica de noviembre del 2013, que "Así como el mandamiento de « no matar » pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir « no a una economía de la exclusión y la inequidad ». "Esa economía mata". Y denunciamos a esta minoría liberal que sigue creyendo en lo que el Papa describe como "las teorías del « derrame », que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo.
Esta opinión, que jamás ha sido
confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad
de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del
sistema económico imperante. ¡El dinero debe servir y no gobernar! "
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Siguiendo esas directrices es que enfrentamos la Nueva Transición, esta vez
completa, cultural, política, social, económica y sobre todo, conductual. Sin
desbordes demagógicos ni populistas, sólo con medidas audaces, serias y, sobre
todo, diferentes, podemos obligar a los que tienen el dinero a servir a las
necesidades de los chilenos y no de ellos mismos. Poner fin al lucro en
Educación es posible y necesario. Una Educación pública de calidad fue posible
cuando éramos más pobres y por ello sabemos que una Gabriela Mistral y un Pablo
Neruda no surgieron de la cota mil, sino de las entrañas de un pueblo que abría
espacios de mayor justicia y oportunidades.
Hoy figuramos en el mundo por el infame recuerdo de Pinochet y por las familias que están en las listas de los más ricos del mundo. Nuestros éxitos de la primera transición quedan olvidados con la actualidad de la injusticia y del abusivo reparto de la riqueza que todos generamos.
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La educación gratuita en todos los
ámbitos como objetivo a alcanzar es factible. Cumplimos con ello con una
demanda mayoritaria de los chilenos y con pactos internacionales ratificados
democráticamente que nos obligan a promoverla.
También es urgente volver a un Sistema
de Seguridad Social que deje en el pasado a las AFP y las ISAPRES, medidas que
no sólo se justifican por el fracaso de estas industrias construidas medrando
con las necesidades humanas vitales, sino que también porque en ellas se parapeta
el principal adversario definido por la Presidenta, la desigualdad, de la cual
estas entidades son la piedra angular.
La participación de los trabajadores en
las empresas, de los profesores, estudiantes y Padres y apoderados en un
sistema educativo nacional, de los pobladores en los consultorios y de los
militantes formados, informados y escuchados en los partidos políticos,
permitirá que la transición cultural, económica, social y política sea exitosa.
La Nueva Mayoría ha concretado en lo
formal, el sueño de mi generación de jóvenes DC, que siguiendo el liderazgo de
Tomic, Leighton, Fuentealba, Mariano Ruíz y tantos otros, a fines de los
sesenta, hace ya 45 años, proclamábamos que Chile necesitaba un gobierno amplio
para hacer los cambios profundos en democracia y que para ello se requería una
base sólida, la Unidad Social y Política del Pueblo. El sectarismo de la
izquierda de entonces no lo hizo posible, lo que ayudó a que sobre el país se
descargara una época de horror, injusticias, abriendo heridas que aún no se
cierran.
Ahora existe, pero no debe servir
objetivos ínfimos, como para sumar votos y elegir algunas personas. No. La
soñamos entonces y la queremos ahora para construir una sociedad más justa,
solidaria, participativa, plural, tolerante, y profundamente democrática en lo
político, económico, cultural y social.
De esta transición nueva depende el futuro de Chile. Si no hacemos que
culmine bien, comenzarán a consolidarse sombras amenazantes. La Presidenta
Bachelet advirtió de los riegos de gobernabilidad que existen y describió muy
bien el gran adversario. Entonces, invito a mis camaradas y personas de buena
voluntad a luchar para que esta Nueva Transición sea exitosa. También hago
votos y comprometo esfuerzos para actuar considerando que como para los
cristianos la Esperanza es una virtud teologal, junto a la Fe y a la Caridad,
optemos por trabajar con alegría, sin amarguras ni depresiones, ya que
rechazamos ser profetas de desastres y preferimos ser anunciadores, portadores
y constructores de Buenas Nuevas para Chile.
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