Fotografía de Corbis
Por Yoani Sánchez
Desde La Habana
Algo del aburrimiento de aquel 1983 se rompió con la visita de Oscar D´León y su presentación en el anfiteatro de Varadero. En medio del tedio, llegó a la Isla el Diablo de la Salsa, a descubrirnos con su voz a nuestros propios clásicos del son. Amén del grito de ¡siguaraya! que lanzó rememorando a la prohibida Celia Cruz, lo que más trascendió de su visita fue aquel pedido de “Dame cable” que repetía una y otra vez durante sus conciertos. Halaba el micrófono mientras le exigía al técnico de sonido “Dame cable, dame cable” para zambullirse en las multitudes que bailaban arrebatadas con su música.
Al irse, nos dejó aquella frase que se convirtió en una metáfora para exigir libertad. “Dame cable”, decían los jovencitos cuando los padres les reclamaban que se cortaran las melenas o zafaran los apretados pantalones. “Dame cable”, le requería el vendedor ilegal al policía cuando éste le confiscaba la mercancía. “Dame cable”, pedía el marido, acosado por los celos, a la mujer que le revisaba los bolsillos.
La expresión se durmió en algún recoveco de mi mente y la he vuelto a rescatar con la “aparición en escena” del cable de fibra óptica entre Venezuela y Cuba. Prometido desde 2008, sólo llegó a nuestras costas el pasado febrero y después cayó en un mutismo demasiado sospechoso para una obra que ya ha costado más de 70 millones de dólares.
En un principio se anunció que multiplicaría por tres mil las transmisiones de datos, pero ahora –vaya absurdo– se aclara que no se prevé con él un acceso masivo de los nacionales a Internet. Después de acumular varios escándalos por corrupción, dos viceministros bajo investigación y una orientación a los periodistas oficiales para que no hablen sobre sus pormenores, el polémico tendido ya forma parte de las leyendas urbanas. Algunos dicen que lo han visto, que lo han tocado y que ya está dando servicio para unos pocos. Otros aseguran que es sólo una cortina de humo para aplacar la inconformidad de los desconectados internautas del patio.
Lo cierto es que ni un solo kilobyte transportado por sus modernas fibras ha llegado todavía a nuestras computadoras. Los precios para zambullirse en la web desde un hotel siguen siendo prohibitivos y la conexión en ellos sufre de una lentitud que ronda con la estafa. Junto a eso, la acometida contra las redes sociales -como Facebook y Google- se ha recrudecido en los centros laborales estatales.
En un acto desesperado para hacernos creer que realmente existe ese fantasmagórico cordón umbilical entre Santiago de Cuba y La Güaira, el viceministro Boris Moreno aseveró hace unos días que en los próximos meses estará funcionando. Pero muchos nos sentimos como aquel cantante venezolano que intentaba llegar a su público cubano a pesar de los controles del “técnico de sonido”. ¡Dame cable! pedimos y halamos, ¡dame cable! pensamos… como en aquella vieja metáfora de libertad.
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