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miércoles, 21 de septiembre de 2011

A PROPÓSITO DEL MODELO NEOLIBERAL: EL NECESARIO CAMBIO DE PARADIGMA

Por Hugo Latorre Fuenzalida.

América Latina está dentro de los países que se incorporan a la globalización de manera resignada

El gran olvido estratégico

Este paradigma neoliberal ha durado 30 años, generando una abundancia de crisis (42 contabilizadas) y dejando una carga de desigualdad y rezago en grandes grupos de la humanidad (por sobre el 65% de la población del planeta).

El desarrollo productivo y social se ha retrasado por décadas en los países latinoamericanos y en Africa, forzados a pagar una deuda abultada por intereses introducidos desde los acreedores de manera espuria y conducidos por el FMI (Fondo Monetario Internacional) a vivir de la explotación de las materias primas, forzados igualmente a vender sus empresas más rentables a los acreedores y a abrir sus mercados nacionales a los productos de las empresas más competitivas.

Mientras tanto,  los países desarrollados y las élites de aquellos países en desarrollo, que aplicaron el modelo fondomonetarista, fueron alentados, por una discrecionalidad corrompida de poder (normalmente aliada a los regímenes de fuerza), a un proceso de crecimiento de los negocios financieros, especulativos e inmobiliarios y olvidaron la industrialización como factor de progreso tecnológico, de superación del empleo precario, de la baja productividad y reproductividad del capital y el empleo.

En todo extremo tan extremados

En Occidente se dio la segmentación social y económica más peligrosa, pues no fue más del 5% de la población la que gozó de un enriquecimiento saudita. Otra capa pequeña, de no más del 15% pudo permanecer en un nivel de estabilidad y sostenimiento de los estándares de vida equivalentes a los de la clase media del pasado.

El resto de la población precarizó su situación con trabajo más inestable, salarios más bajos y pérdida de la seguridad social y de unas pensiones sometidas al vaivén de los mercados financieros y especulativos.

Por ello se ha señalado que en este tiempo el Tercer Mundo se introdujo al interior de las sociedades ricas y el Primer mundo ha venido a adquirir certificado de residencia en las sociedades del Tercer Mundo. De hecho con la concentración de la riqueza en los países ricos y pobres, los que se empobrecen en las sociedades ricas lo hacen a niveles que les aproxima a los pobres de los países tradicionalmente pobres; mientras que los que se enriquecen al interior de los países tradicionalmente pobres, lo hacen a niveles tal, que les hace nivelar su estándares de capitalización y de consumo con los habitantes ricos del Primer Mundo.

Aquellos territorios que quedan olvidados y rezagados (América Latina, Africa y parte de Asia) o que padecen crisis desintegradoras, como los países de la Europa Oriental y otros de América Latina, sufren procesos migratorios como estrategia extrema de supervivencia. Estas corrientes humanas que huyen de la aniquilación por hambre, son el fiel reflejo de la profundidad de la crisis del capitalismo occidental. Esta, no sólo ha sido una crisis económica o social, ha llegado a ser igualmente de tipo humano y humanitaria.

Esto último queda acreditado por el imperio de la violencia en que son sumergidos los pueblos, justamente por el empobrecimiento, que todo lo descompone, lo pervierte y lo violenta.

América Latina vivió en los 70 y 80 las dictaduras militares, con su secuela de injusticia y reordenamiento disciplinatorio desde las élites nacionales y transnacionales. Una vez superada la nueva segmentación económico-social, ha permanecido un solapado ostracismo de las democracias recuperadas, pero bajo una modalidad de tutelaje, por parte de los poderes fácticos, los mismos poderes que introdujeron las reformas del capitalismo salvaje y represor.

Estas pretendidas "democracias" se han encargado de mantener sitiada la "ciudadanía", que sólo goza de prerrogativas mínimas para establecerse como residentes en un sistema de garantías elementales. Pero todo aquello que se ganó en la postguerra y el modelo de bienestar (aplicado parcialmente en América Latina), fue desmantelado de manera brutal, con la intención de asegurar nuevas bases de capitalización originaria de los neocapitalistas globales y sus servidores (políticos y burócratas locales).

Al asociarse, entonces, con los poderes transnacionales, se completa un círculo de poder que les hace intocables, a través de los nuevos acuerdos de integración comercial, al que tanto se han aficionado estos países en los últimos años.

Un modelo deficiente e ineficiente

Podemos aseverar que este modelo aplicado a sangre y fuego ha sido evidentemente DEFICIENTE. Lo es en varios aspectos de su práctica y resultados.

1.- Es injusto. Todo modelo político debe tender a un gobierno lo más igualitario posible, es decir establecer las bases de una distribución de riqueza lo más equilibrado y simétrico posible, pues estos desequilibrios distributivos siempre se pagan con costos de tensión, desajustes, y dilapidación de energías productivas y sociales.

2.- Produce crisis. Por tanto, un país que crece en base a desigualdades inaceptables para las mayorías perjudicadas, terminan generando crisis de gobernabilidad y de viabilidad económica, pues una distribución asimétrica produce necesariamente entropía económica, por exceso de roces al interior del sistema y por dejar al margen espacios de productividad que simplemente se desechan y no contribuyen ni al progreso ni al crecimiento de sus economías, de sus mercados y de su competitividad.

3.- Frustra el desarrolloLa lógica de distribución la aplicaron tempranamente todos los países que han vivido el desarrollo exitoso de sus economías; por el contrario, los países que han perseverado en sistemas de concentración extrema de la riqueza nunca han conocido las fases exitosas de su desarrollo.

4.- Descompone moralmente. La “anomia”, que es la disolución del ánimo de unidad y superación de una comunidad, es el resultado natural en un modelo que sólo exalta el logro individual, acunado en las corporaciones (que velan sólo por sus ventajas y utilidades), donde el componente solidario (llamado bien común) queda despreciado y desechado, cuando mucho relegado a espacios de “caridad instrumental”.

El “nihilismo”, es la caída de todas las barreras morales que ajustan la convivencia humana y que arrastran a las personas a una especie de compulsión aniquiladora, fruto de la decepción por el cinismo e inhumanidad de un modelo que sólo valora lo “exitoso”, a expensas de una ética mínima.

La desvalorización de lo humano a manos de la exaltación del interés, del egoísmo e individualismo, termina pervirtiendo toda esperanza y toda ligazón. Estas sociedades, invadidas por estos impulsos disolventes, llevan hacia el conflicto y la condición de sociedades en “caos inorgánico”. Las sociedades que creyeron dejar todo “atado y bien atado”, sufren en el tiempo el síndrome de la fiera enjaulada, las fórmulas de salida flexible se hacen menos manejables y las asonadas violentas tienden a arrasar lo que se creyó inmóvil y permanente.

Igualmente es INEFICIENTE, porque los costos de su “crecimiento” son demasiado altos al mediano plazo y peores al largo plazo. Estas ineficiencias se revelan en variar áreas:

1.- Política. La democracia no puede resultar de un sistema de marginación extrema en lo económico (eso ya lo reconocía Locke hace varios siglos atrás), por lo tanto este sistema es ineficiente en lo político pues no logra instalar una real democracia, lo que a estas alturas de la historia mundial es una ineficiencia grave.

2.- Cultural. Cuando las élites concentran el poder económico y social; cuando los medios de comunicación sólo son permeables al discurso y los contenidos de las élites, se da un empobrecimiento de la cultura, pues esta se hace de una sola vía, desde arriba hacia abajo, sin absorber las diversidades y pluralidades que construyen una cultura dinámica. La educación, al transformarse sólo en una actividad funcional a las demandas productivas (profesionalización estática), pierde toda la amplitud que es la que hace germinar novedades creativas. Se hace de la enseñanza una educación funcionaria, de profesionalidad disciplinaria pero de total infertilidad. Como acusaba Nietzsche “Se pide a la educación que sea prolífica, pero muchas veces parece adolecer el mal de solterona”.

3.- Ecológico-ambiental. La eficiencia de una economía se mide incorporando sus costos ambientales y ecológicos. La “externalización” ha sido el recurso abusivo del modelo empresarial para elevar las ganancias del presente y transferir a las generaciones futuras o al Estado los costos de un deterioro ambiental no asumido por los privados. Si se resta realmente el daño ambiental al PIB, éste acusaría un descenso que le pondría en una realidad bastante más ineficiente, como resultado final.

4.- Tecnológica. Una sociedad que no se ocupa del factor más fundamental para el desarrollo moderno y del futuro, es una sociedad decadente o en rezago. En estas sociedades neoliberales de Occidente, se ha producido una división internacional del trabajo. Los países aventajados se ocupan del dominio tecnológico, es decir del futuro; mientras que los países menos aventajados se ocupan de proporcionar las materias primas y de consumir lo que las políticas de mercado definen como óptimo para cada estamento humano y social, por cierto bien determinado y acotado dentro de la cuadratura de una distribución de riqueza absolutamente desigual.

América Latina está dentro de los países que se incorporan a esta globalización de manera resignada, y los resultados están a la vista. No hacemos ciencia, no innovamos, no aportamos en nada al futuro desarrollo de las sociedades. Sufrimos de una pasividad vernácula y nuestros dirigentes de un cortoplacismo lamentable y ruinosa. Hemos vuelto a nuestro rol decimonónico y pareciera que el tiempo nos pasará por encima.

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