Mi amigo y sociólogo Felipe Portales ha sostenido siempre, y en sus libros lo remarca, que Chile es un país de gran tradición autoritaria, en toda su historia. Acá no tuvimos inmigración africana, pero sobre nuestros indígenas se ha ejercido tempranamente el racismo que en otras partes de América se ejerció sobre el negro.
Luego ese autoritarismo se desplegó sobre el pobre, el obrero de las salitreras, sobre el campesino, sobre el roto urbano, sobre el obrero industrial, sobre el profesorado y por estos días, sobre los estudiantes.
Chile ha cobijado una oligarquía poco tolerante en lo ideológico, capaz de agredir y disciplinar de manera ejemplarizante a los de su propia clase, si cualquiera de sus hijos se desmadraban hacia posturas liberales o rebeldes.
Nuestra Iglesia católica no lo hizo mejor con sus curas "progresistas" o muy sensibles en temas sociales. Luego del pontificado de Juan Pablo II, esta Iglesia ha forjado un verdadero aparato de inteligencia, drástico en cortar cabezas en la curia, toda vez que alguno se ha atrevido a recurrir a los sermones proféticos sobre la pobreza, la justicia y la caridad.
Nuestros "intelectuales" se han sumado al adocenamiento retórico de quienes acomodan su sofística a la conveniencia de quien sostiene poder e influencia. Nuestra planta universitaria se ha poblado de académicos cuyo pensamiento se hace simple eco del discurso "sensato" de la ciencia aceptable que halaga a los poderes de aquí y de afuera.
Si hasta nuestros filósofos ya no someten su ciencia a las exigencias de la "sabiduría", que todo lo cuestiona y todo lo revisa, conformándose con una "escolástica" tradicional y repetitiva de las modas que fundan convenciones resignadas y satisfechas.
Nuestros sindicalistas despliegan panfletarios discursos de reividicaciones impotentes, simplemente
para anestesiar a sus miembros en un transcurrir de olvido y cinismo cómplice. Así como nuestros
políticos llamados "progresistas", de la "izquierda" y del "centro", cacarean ahora reivindicaciones
formales que nunca se atrevieron a impulsar cuando fueron poder, pues entonces cultivaron una
reastrera prudencia, propia de los conversos y de los cobardes, cuando no una represión feroz sobre los hijos de la democracia, toda vez que les pidieron cuentas de sus promesas traicionadas..
Pero la marca histórica que revela nuestra naturaleza violenta, cuando se ejerce el poder, quedó expuesta en
el tiempo en que los militares se aliaron a la derecha tradicional e impusieron el crimen desde el Estado.
Ese Estado terrorista, que mató, desapareció a ciudadanos, quemó, degolló, puso bombas en el extranjero
para deshacerse de personalidades políticas, usurpó la justicia para impedirle actuar según su mandato
constitucional y despreció a los seres humanos en todas las dignidades que la historia ha construido en
siglos de sacrificio y con la nobleza de pensamiento de millones de seres humanos que honran a nuestra especie.
Ahora el alcalde Labbé, epígono de la clase dictatorial, electo reiteradas veces alcalde en una comuna donde
los votantes avalan el autoritarismo de siempre, con nostalgia militante. Este alcalde, incapaz de amoldar su
mentalidad fascista a nuestra época, arremete con furia e impaciencia contra los rebeldes estudiantes de su
comuna. Impugna los derechos de los jóvenes a pedir cuenta a las autoridades mediocres y fracasadas. El reclama su poder y autoridad para ejercerlo; pues para eso se le ha delegado poder. Ese mismo personaje que perteneció a los organismos represivos de la dictadura, el mismo que ha escrito panfletarios textos de notable contenido fascistoide sobre la sociedad y el orden político.
Este personaje es el resabio de la dictadura, enquistada en el nido de nuestra oligarquía santiaguina, en Providencia, ahí donde el voto taimado de un electorado es capaz de soñar con poderes impotentes, que dan la espalda a una vida auroral y de futuro, porque los muros blanquedos de su crepuscular existencia es el único paisaje que se dibuja en sus ojos. Es la venganza del tiempo que se va contra el tiempo que nace.
Patético espectáculo el que ha ofrecido este Alcalde de Providencia. No es más que el símbolo de quien ya no tiene más que hálitos de político moribundo. Ha sido abandonado por sus iguales políticos, que son, a no dudar, igualmente autoritarios pero más astutos o mas sagaces. Arremete contra el despertar de la libertad con ferocidad, sin saber que su propia ira despótica le ha condenado a la burla y el repudio general.
Nota de la Redacción:
El alcalde de Providencia, Cristián Labbé, señaló tras reunirse con concejales de la Concertación que las medidas de cerrar el año escolar en los liceos emblemáticos que están tomados se mantendrán y que "lo importante es que se restablezca el principio de la educación", consignó Cooperativa.
Tras la cita con los ediles, partidarios de Labbé llegaron hasta el frontis del edificio de la alcaldia para brindarle su apoyo.
"Lo más importante es que se restablezca el principio de educación, que volvamos a clases y nada más. No me voy a retractar de lo que he dicho, sostengo todo lo que he señalado y las medidas se mantienen", aseveró el alcalde de Providencia.
"Las medidas que Providencia ha anunciado se mantienen porque están dentro del marco jurídico que el alcalde tiene dentro de sus facultades", insistió Labbé.
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