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miércoles, 14 de septiembre de 2011

UNA CRISIS ANUNCIADA - ¿UNA CRISIS SIN SALIDA?

Por Hugo Latorre Fuenzalida

NUNCA SE SUPERÓ LA CRISIS DE LOS 70 EN EL CAPITALISMO

La crisis que sacude al mundo, es una catástrofe de magnitud enorme. No es una crisis más. Quienes piensan que esto se resuelve por el lado de la recuperación de las confianzas, de las bolsas y de los inversionistas, están apuntando por un derrotero equivocado, por un atajo que conduce a un callejón sin salida.

Si usted mira los datos sobre inversión y PIB de los países de Occidente, verá que desde la década de los 70 se produjo una inflexión hacia la baja y que se han dado pequeños tiempos de recuperación parcial y por regiones, pero nunca ha llegado a presentarse una recuperación franca y generalizada.

EXCEPTO EN EL NEOKEYNESIANISMO DE ASIA

Ha sido ASIA la región que ha presentado niveles de crecimiento que puede calificarse de exitosos a largo plazo. En America Latina, Brasil que fue la estrella naciente de los años 70, pronto sucumbió ante la crisis de endeudamiento y del petróleo. También le siguió México que, a finales de los años 80, prometía ser la estrella naciente sustituta de Brasil, pero también terminó sucumbiendo apenas entrada la década de los 90. Argentina, que luego de la crisis demoledora de la deuda y de su aventura militarista, queda prácticamente en banca rota., la "genialidad" del modelo dolarizado y privatizador de Menem logra crear un espejismo de bonanza y pujanza crecedora, hasta hacer decir a las autoridades económicas de EE.UU. que esa era la estrella de América Latina. Pero también sucumbió este modelo al iniciarse el tercer milenio.

CHILE: EL “DUCADO” FANTASIOSO.

Entonces en esta parte del mundo no queda más que Chile, que es una especie de "ducado" excepcional, donde las tradiciones de la oligarquía ideologizada al extremo se han mantenido con un purismo digno de imitar, pero en las esferas de la fe más que en los de la pragmática política.

Chile, para desilusión de quienes la habitan, sumidos en un limbo de inocente optimismo, es un país cuya economía, sin el sector minero y sus precios extraordinarios, sería económica y políticamente inviable. De hecho, está siendo políticamente inviable de manera repentina, incluso con altos precios de las materias primas.

Esto debido a que se entregaron esas riquezas mineras a las empresas extranjeras, justamente cuando sus precios avanzaban a ser los más altos de su historia. Entonces, ese Chile que era dueño del 100% de su riqueza minera, ahora no posee más que el 30%; el resto ha sido dilapidado de manera inexplicable.

El problema, su talón de Aquiles, reside justamente en su modelo excluyente y transnacionalizado; es decir que lo que indica el crecimiento del PIB es, en realidad, bastante menos, justamente por su grosera dependencia transnacional en las áreas más estratégicas de su economía. Chile, a ojos de cualquier observador medianamente perspicaz, va camino a una crisis institucional. Eso significa que el modelo de acumulación y de legitimación política, está agotando sus posibilidades y deberá ser cambiado de manera programada o de manera inesperada.

BRASIL POTENCIA.

Brasil es uno de los pocos países con posibilidad de lanzarse exitosamente a la superación de esta fase financiero-especulativa del desarrollo, en la cual estuvo atrapada en parte de los años 80. Tiene todo para intentar un camino de integración social y de desarrollo económico multifacético: industrial, agrícola, energético y biotecnológico. Todas esas fortalezas las tiene Brasil y tiene mercado interno marginal suficiente para avanzar políticas neokeynesianas, que es lo que ha hecho Asia en su nuevo despliegue desarrollista, con éxito indesmentible.

Esta estrategia se ha dado en llamar, el avanzar caminando con dos pies: desarrollo hacia adentro y hacia el mercado externo; desarrollo agrícola y manufacturero; desarrollo convencional y de tecnologías de punta.

El éxito de la estrategia asiática, opuesto al fracaso aparente y evidente de las estrategias occidentales, radica en que Asia implantó una estrategia de crecimiento basado en la producción, en cambio Occidente lo hizo basado en los servicios.

Asia desplegó un desarrollo de su base productiva que salta desde lo agrícola hacia lo industrial; pero además es un desarrollo industrial en abanico, es decir que toma las tecnologías artesanales, suma las intermedias y acopla las tecnologías de punta, aceptando para ello la inversión de empresas transnacionales, quienes ven en Asia una nueva base competitiva soportada en  mercados infinitos y con costos bajos y convenientes para cualquier mercado y en cualquier región.

UN FRENESÍ ESPECULATIVO

Occidente ha partido su nueva fase de crecimiento, en los años 80, mediante la capitalización privada de los fondos sociales; también ha abonado el desarrollo de la nueva industria de armamentos, la nueva medicina y la informática. Pero quien ha encabezado el proceso ha sido la alta rentabilidad de las colocaciones financieras, que usan las diversas fases de crecimiento corto en los países en períodos expansivos, desbancándose en los períodos de crisis y acumulando altas rentabilidades, que terminan empobreciendo a los países receptores mediante la penetración de los mercados financieros asiáticos y latinoamericanos
(capitales golondrinas).

En sus mercados nacionales, Occidente desplegó una audaz política de capitalización en bolsa, de desarrollo de inversiones inmobiliarias y expansión de los valores tecnológicos.

La fase más creativa de su estrategia financiera la alcanzan cuando logran la apropiación de parte de los mercados financieros asiáticos y fuerzan las inversiones especulativas en ciertos países del Asia en desarrollo, siendo su desmadre la causa formal de la llamada "crisis asiática", que se desata en 1998.

Así como forzaron la penetración de los capitales excedentarios de Occidente en las empresas públicas de los países latinoamericanos, en la década de los 80 (Plan Brady *), de igual manera, después de desatada la crisis de la banca en Japón y otros países de Asia, los capitales occidentales concurren al rescate de esos mismos países, pero ahora ya no exigiendo participación en el sector financiero, sino en las empresas más rentables de las economías asiáticas. De esta manera fueron sorteando su propia crisis, desplegando sus inversiones especulativas en los países y en las empresas que sí tuvieron éxito en el mercado productivo real.

DE BURBUJA EN BURBUJA

Pero cuando todas esas estratagemas se van agotando, con mayor fuerza, los capitales excedentarios que ya se hacen incontables, se dirigen a alimentar la burbuja accionaria y de ésta a la burbuja inmobiliaria. La burbuja accionaria fue alimentada inicialmente por las tecnologías de punta (acciones tecnológicas); cuando estas se detienen en su alta espiral de crecimiento, al comienzo del tercer milenio, entonces reciben los flujos financieros que escapan del Asia, Rusia o América Latina y alimentan un frenesí de optimismo facilista. Más de 700.000 millones de dólares migran desde estos países a las bolsas de los países desarrollados, entonces esas formidables riquezas inesperadas alimentan la inversión urbana desenfrenada en su espumosa expansión de precios, llegando a competir con las rentabilidades en bolsa.

También ayudó a este desenfreno financiero especulativo, las alzas en las cotizaciones de las materias primas. Parte de la elevación continua y extraordinaria de sus precios, se debió a que se usaron esos recursos como sustitutos de las colocaciones financieras, dada su segura rentabilidad de corto plazo. Más del 30% del sobre valor ganado por estas materias primas en el mundo, se cree se debieron a estas apuestas especulativas de capitales sobrantes por el mundo y que deambulan buscando siempre ganancias más altas y más fáciles.

Las inversiones inmobiliarias tienen el problema que la capacidad del mercado para absorber esa producción se encuentra limitado por los ingresos de las personas. En una sociedad cuyo modelo es la alta concentración del ingreso, sólo el 8% puede acceder a una adquisición solvente de valores inmobiliarios muy crecidos; otro 25% puede aspirar a una vivienda de características promedio; pero el resto de la población se ubica bajo la línea roja de la cotización inmobiliaria.

Pero como la necesidad de hacer circular el capital obliga, se toman riesgos desmedidos para las colocaciones de préstamos inmobiliarios; los clientes también los aceptan pues con el escalamiento del valor de las propiedades se puede apostar a ganar de todos modos.

Pero cuando esta operación de riesgo se hace masiva, en un mercado cargado de expectativas sospechosamente especulativa y donde el entramado de vínculos y compromisos es muy intrincado, el terror de las pérdidas generan una corrida generalizada, donde se multiplica el efecto disolutivo de manera que la tendencia se hace irrefrenable y en expansión acelerada.

El problema central de esta crisis mundial es que no hay bases de la economía real que lo puedan auxiliar en su esfuerzo de superación. Los tres elementos que han estado empujando la economía de los países de Occidente ya no están operativos: el financiero, la industria bélica y las tecnologías de punta. ¿Entonces con qué se puede echar a andar el motor de una nueva economía mundial? Sin ese gran motor, se puede sostener o apuntalar la economía a fuerza de emisión de más papel inorgánico, pero eso se paga con irradiación de la crisis a otras regiones y una profundización de la crisis a futuro. Ahí tenemos la contaminación de Europa luego de las emisiones inorgánicas durante la crisis financiera-inmobiliaria en Estados Unidos (subprime).

¿PROPUESTAS DE CAMBIO CIVILIZATORIO?

Pareciera que la única salida para Occidente es cambiar el modelo neoliberal por uno keynesiano. Es decir estimular el desarrollo, hacia adentro, aprovechando de suavizar las desigualdades acumuladas durante la vigencia del "empresocentrismo", impuesto a sangre y fuego durante cuarenta años. El presidente Obama ha insinuado algo así al solicitar otros 450 billones para activar la economía norteamericana. Luego los países que han generado segmentaciones odiosas de sus mercados, deberán imponer nuevas reglas, un nuevo trato social y económico, como forma única de superar una crisis que amenaza a profundizarse de permanecer bajo el esquema actual.

El crecimiento de Asia, donde está concentrada la mitad de la población del Planeta, población que sufría privaciones de todo tipo, hasta hace muy poco (y que aún las sufre en gruesa parte de su gente), al comenzar a incorporar altas tasas de crecimiento y de integración de población a la vida y el consumo más moderno, genera demandas extraordinarias de recursos, lo que ha venido provocando una escasez de alimentos y altos precios de los mismos, junto a un conjunto de insumos industriales.

Esto se agrega a la crisis del modelo de acumulación de Occidente, pues además de la amenaza de estanflación, por insolvencia y evaporación de capitales financieros, tendremos la espiral devaluativa de las monedas impresas sin respaldo, como también la inflación de los alimentos y las materias primas demandadas desde Asia. Esta debacle monetaria, aunada a la inflación mundial por escasez, se debe agregar la elevación de precios por refugio de capitales en productos de alto valor en el mercado, como es el oro, el petróleo, el cobre y otra serie de recursos, que pueden llegar hasta los territorios agroexplotables, recursos hídricos etc.

Asoman tiempos dolorosos y de cambios enormes en el Planeta. Debemos estar preparados para flexibilizar las opciones civilizatorias, pues mucho de lo sagrado puede ser profanado y mucho de lo instalado, puede ser arrasado.

(*) El Plan Brady fue una estrategia adoptada a finales de la década de 1980 para reestructurar la deuda contraída por los países en desarrollo con bancos comerciales, que se basa en operaciones de reducción de la deuda y el servicio de la deuda efectuadas voluntariamente en condiciones de mercado. Los esquemas de reducción de deuda se sustentaban en el hecho de que existe un exceso de deuda en las economías de los países en desarrollo que merma la posibilidad de inversión, por lo que la reducción en el saldo adeudado (extension de los plazos junto con períodos de gracia) debería generar un cierto nivel de inversión productiva que se traduciría luego en un incremento de la capacidad de pago.

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