José Miguel Varas se fue el 23 de septiembre de 2011, el mismo día en que lo hizo su amigo Pablo Neruda, que partió 38 años antes, el 23 de septiembre de 1973.
¿Coincidencia o un designio tácito que selló una larga amistad?
Soplaban los agitados vientos de 1948 cuando el estudiante y locutor radial de 20 años conoció al poeta y se convirtió en su colaborador. Neruda, entonces de 44 años, militaba en las filas del Partido Comunista, proscrito por el presidente Gabriel González Videla, a quien el poeta llamó “traidor”.
Más de 2.000 comunistas fueron apresados y enviados al campo de prisioneros de Pisagua, en la costa del extremo norte de Chile. Frente a tal amenaza, el autor de "Residencia en la Tierra", "Odas Elementales" y "Confieso que he Vivido" opta por sumergirse en la clandestinidad. Y junto con dos amigos y tres arrieros atraviesa a caballo la Cordillera de Los Andes y se refugia en Argentina.
Esa fue la primera escala de un exilio por países americanos, europeos y asiáticos, hasta que tres años más tarde regresa a Chile, donde murió el 23 de septiembre de 1973, 12 días después del golpe que instaló la dictadura del general Augusto Pinochet.
Por esas vueltas de la Historia, la dictadura militar volvió a proscribir al Partido Comunista, en cuyas filas militaba el periodista y escritor, y reabrió el campo de prisioneros de Pisagua. Fue lo que obligó al autor de “El Correo de Bagdad”, “La Novela de Galvarino y Elena” y “Milico” a escoger también, como Neruda, el camino del exilio.
Refugiado en la Unión Soviética, el ex jefe de prensa de Televisión Nacional hizo llegar su voz cada noche hasta los hogares chilenos, desde el programa “Escucha Chile”. Lo hacía a través de las ondas cortas, para denunciar las violaciones a los derechos humanos que cometía la dictadura, junto con difundir aquellas noticias que la prensa chilena no publicaba.
De regreso en su país tras el restablecimiento de la democracia en 1990, José Miguel Varas recuperó sus vínculos con el periodismo y la literatura, en cientos de crónicas y más de una decena de libros de cuentos y novelas, hasta convertirse en uno de los mejores narradores contemporáneos. Pero también retomó sus lazos con Neruda, para reivindicar en tres de sus libros los valores humanos de su amigo ausente.
“Neruda y el Huevo de Damocles”, “Nerudario” y “Neruda Clandestino” revelan detalles inéditos de la personalidad, la calidez y el sentido del humor del poeta. Sin ser ensayos biográficos, los tres libros conforman un viaje por el tiempo, donde también aparecen, en amenos diálogos, el poeta francés Paul Eluard, el arquitecto y cineasta uruguayo Alberto Mántaras, la pintora argentina Delia del Carril -segunda esposa de Neruda-, los escritores chilenos Margarita Aguirre y Juvencio Valle, además de una galería de otros personajes.
Sus páginas constituyen una tertulia, donde Varas utiliza sus dotes de cronista y narrador para presentarnos al poeta con su alegría de vivir, sus andanzas clandestinas en el amor y la política, su destierro y sus días de gloria.
Un ejemplo de la identificación entre ambos es la anécdota que José Miguel Varas sitúa en París, en 1950, cuando Neruda recibe el primer ejemplar del “Canto General”, editado en Chile en forma clandestina. Sucedió mientras participaba en un homenaje al pintor español Pablo Picasso, por haber recibido el Premio Stalin.
"Neruda fue uno de los oradores -recuerda Varas en “Neruda Clandestino”-. Contó con mucha emoción cómo se había editado el libro en Chile. Los asistentes se pusieron de pie y prorrumpieron en aplausos y ovaciones cuando el poeta chileno solemnemente regaló el libro a Picasso".
El homenajeado alzó el ejemplar para que todos lo vieran, en medio de nuevas oleadas de aplausos. Cuando terminó el acto el poeta se acercó sin embargo a Picasso y le arrebató sorpresivamente el libro. Varas relata que el pintor lo miró atónito, con los ojos muy abiertos, pero Neruda se limitó a decir: "Es el único ejemplar que tengo…". Y recuperó su libro.
Por eso el poeta Armando Uribe dijo una vez que las crónicas y relatos de José Miguel Varas son “cuentos para reír y llorar”.
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