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viernes, 25 de septiembre de 2015

ANÁLISIS-IGLESIA
EL PAPA FRANCISCO EN LOS ESTADOS UNIDOS

Por Martín Poblete

La llegada de Francisco a Washington DC estuvo precedida por numerosos eventos ligados a su visita, si bien no necesariamente en apoyo a su presencia, menos aún a su programa de actividades.  
En la semana precedente, una organización de religiosas promotoras de la ordenación de mujeres en el sacerdocio, se reunió en Philadelphia.    Un poco mas lejos, al otro lado del país, en California, algunas entidades de tipo indigenista vocearon su oposición a la canonización del franciscano Junípero Serra, apóstol de la evangelización y fundación de misiones por esas  tierras.   En la capital misma, el conocido activismo  de grupos identificados, dicen, con las víctimas de abusos por parte de clérigos y sacerdotes.

Desde su aterrizaje  en la Base Andrews de la fuerza Aérea, dónde fue recibido por el Presidente Obama acompañado de su esposa y sus hijas, Francisco  ha sido punto de atracción para decenas de miles de personas, no todos católicos, doquiera se haya dirigido en un pequeño FIAT 500L  negro, en abierto contraste con los voluminosos vehículos del Servicio Secreto  encargado de su custodia y seguridad.   Las numerosas situaciones de gente buscando cercanía con el Papa, a veces traspasando las barreras de seguridad, forman ya parte del anecdotario del viaje.

La misa de canonización del Padre Junípero Serra, celebrada en la afueras de la Basílica en el campus de la Pontificia Universidad Católica, congregó a mas de treinta mil personas en una masiva, a ratos clamorosa, manifestación de fé; antes de la misa, en la Basílica, Francisco se había reunido con seminaristas, hermanas en las congregaciones de religiosas, y sacerdotes.

Había considerable expectación por el discurso ante la sesión conjunta de la Cámara de Representantes y del Senado,  en el Capitolio, primera vez para un Pontífice de la Iglesia Católica;  además, la sesión estuvo presidida por el Vice Presidente Joe Biden, demócrata; y por el  Presidente de la Cámara de Representantes John Boehner, republicano; ambos católicos.   Francisco llegaba precedido por su consistente crítica a los sistemas intelectuales abstractos, las ideologías;  y por su reciente Encíclica Laudato Si, muy bien recibida en un amplio espectro de opiniones y tendencias, excepto entre sectores conservadores incluídos varios políticos católicos  bastante notorios en Estados Unidos y los países occidentales de la Unión Europea.

En su discurso, muy bien recibido con algunas clamorosas interrupciones aplaudido de pie  por los presentes,   Francisco enfatizó  seis puntos:  defensa de la vida, cambio climático, inmigración, la crisis de refugiados, compasión, y los peligros evidentes en manifestaciones de extremismo religioso.
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En el primer punto fue breve, claro y preciso: " defender la vida humana en  todas las etapas de su desarrollo "; hizo referencias a su propio nacimiento en el seno de una familia de inmigrantes;  reiteró su convencimiento de estar ante las mas grave crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. Fue a ratos dramático en apelar a la compasión, como cuando pidió la abolición global de la pena de muerte; así como hacerse cargo de los problemas de significativos sectores de jóvenes angustiados por abusos, desempleo masivo, desesperanza y violencia. 
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Advirtió ante las expresiones de extremismo religioso:  " sabemos que ninguna religión está libre de caer en el extremismo ideológico expresado en formas religiosas, ni en los delirios de grandeza de algunos individuos, debemos estar atentos a cualesquier fundamentalismo ya sea religioso o de otra forma "; en esta misma línea advirtió acerca del maniqueísmo:  " evitar dividir el mundo entre buenos y malos, en lugar de preocuparse de los mas pobres y de los sin hogar ".
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Para cerrar refiriéndose a las tragedias implícitas en el tráfico de armas.

Sin perjuicio  de la natural atención en la visita del Papa al Congreso, sin duda su mas importante discurso a la fecha durante su visita, fue su alocución de cuarenta y dos minutos ante mas de cuatrocientos arzobispos, algunos de ellos cardenales, obispos titulares y auxiliares, mas varios eméritos, en la Catedral de San Mateo.   Empezó diciéndoles que no quería darles instrucciones sobre como debían hacer las tareas  de su ministerio, sino mas bien ofrecerles " algunas reflexiones " para mejor llevar su trabajo, " no he venido a juzgarlos ni a dictarles cátedra".  
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Les pidió encarecidamente " evitar encerrarse en sí mismos, salir a buscar el servicio  del diálogo y el encuentro";  para el Papa, los Obispos deben ser activistas de una cultura  del diálogo, entendido en cuanto método, no  visto cual astuta estrategia, poniéndose mas cerca del diálogo  aristotélico-socrático de los filósofos en busca de la verdad, que del diálogo maquiaveliano de políticos en  busca de fortalezas y debilidades, en su visión " el camino adelante es el del diálogo entre nosotros, en nuestros presbiterios, con los laicos, las familias y la sociedad, nunca me cansaré de alentarlos a dialogar sin miedo".
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En un sentido profundamente religioso, el Papa  llamó a los obispos a " estar lúcidamente alertas de la batalla entre la luz y la oscuridad teniendo lugar en el mundo", por lo mismo llamó a la colegialidad en comunión con el sucesor de Pedro en el espíritu del Concilio Vaticano II, a no permitir disputas entre ellos, a cuidar  la Iglesia " el manto sin costuras" que no puede ser foco de disputas,  por eso les pidió estar cerca de la gente, ser vecinos y servidores.

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