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miércoles, 28 de diciembre de 2011

LA PRESIDENTA QUE ESQUIVÓ LOS TABÚES Y SECRETOS

Por Jorge Oviedo (*) 


La forma en que la enfermedad de la presidenta Cristina Kirchner fue comunicada es un raro y saludable ejemplo de transparencia en la información en un gobierno que, por el contrario, ha preferido siempre manejarse con secretismo y misterio, pero que esta vez, parece haber corregido el rumbo absolutamente a tiempo.

El contraste es evidente con la forma en que se ha manejado la información sobre la enfermedad del presidente venezolano, Hugo Chávez, cuyo diagnóstico no ha sido informado de manera oficial y ha permitido alentar toda clase de especulaciones.

La actitud asumida con el cáncer de Cristina Kirchner, además contrasta con la forma difusa e imprecisa con que se comunicó e informó sobre los padecimientos de salud de Néstor Kirchner mientras fue Presidente y luego de dejar el cargo.

¿Es una actitud solamente política o es una condición personal de afrontar las dificultades sin negarlas? Todos los testimonios indican que Néstor Kirchner se negaba a cuidarse y tenía una actitud muy poco prudente respecto de su salud y que es probable que lo haya llevado a una muerte prematura. ¿Es tal actitud omnipotencia o debilidad, negación? En todo caso, en la conciencia social es el cáncer el mayor tabú. Es el mal que no se nombra, que se trata con tontas apelaciones tales como "larga y penosa enfermedad", cuando el padecimiento puede no ser prolongado y, en definitiva, cualquier dolencia puede ser penosa.

El cáncer genera mucho miedo. Muchas de sus formas llevan el intolerable rótulo de "incurable", aunque no es el caso del de la Presidenta. Esa condición impone un límite a quienes confían en la medicina, la ciencia, la razón y el progreso. Hay aún procesos misteriosos dentro del propio cuerpo que escapan y son capaces de matar, que se disparan sin que haya una causa conocida y pueden no responder a tratamiento alguno. No hay que ser particularmente cobarde para tener miedo de semejante cosa y tener temor hasta de nombrarla.

Pero, además, en el caso de un mandatario están las consecuencias políticas. El manejo del poder, la construcción de la confianza son datos no menores.

Chávez eligió un camino extraño. No ocultó su enfermedad y probablemente no hubiera podido hacerlo, pero se fue a tratarse a Cuba. Hay quienes creen en su país que lo hizo para poder mantener el secreto acerca de la precisión de su clase de dolencia. Por ello, especulan, no se trató tampoco en Brasil, como lo hizo el paraguayo Fernando Lugo, por ejemplo.

Las versiones acerca del venezolano son múltiples y crean toda clase de incertidumbres. Tiene evidentes signos de haber sufrido quimioterapia importante, su aspecto, según los médicos también sugiere que se le administran altas dosis de corticioides. El dice en tono de barricada de campaña electotal que se está curando, pero sin ofrecer precisiones médicas. Eso está mucho más cerca de la propaganda que de la información.

La brasileña revista Veja publicó hace poco que Chávez sufría dos enfermedades oncológicas, una de próstata y otra de colon. Con todo, en la propia Venezuela hay sospechas de que las cosas podrían ser peores y de que el mandatario podría tener un sarcoma, un cáncer de pésimo pronóstico y escasa sobrevida. El modo en que se ha manejado la comunicación ha hecho poco para esclarecer la situación y generar cierta certidumbre política e institucional.

Cristina Kirchner ha elegido otro camino, que tampoco debe ser fácil. No se puede dejar de considerar el sube y baja emocional que puede haberle significado tener ese diagnóstico a pocos días de haber asumido su segundo mandato tras uno de los triunfos electorales más contundentes de la historia argentina.

François Miterrand no supo, no quiso o no pudo manejar las cosas abiertamente y prefirió el ocultamiento. Supo en 1981 que tenía cáncer de próstata, pese a lo cual fue candidato a la presidencia de Francia y triunfó. Su enfermedad fue un secreto por mucho tiempo y finalmente lo llevó a la muerte en 1996.

Ante cuestiones tan personales e íntimas, con las obvias implicancias familiares, es difícil decir qué es lo correcto, qué es lo mejor que se puede hacer. La Presidenta es también la madre de dos hijos jóvenes, que perdieron no hace mucho a su padre. No hace falta ser titular del Ejecutivo para que esa sea una situación muy conmovedora para los tres.

Cristina Kirchner, que eligió hace mucho la vida pública, eligió ahora también hacer pública su dolencia y llamarla claramente por su nombre. No es poca cosa y, sin dudas, tendrá claras consecuencias políticas..

(*) Es columnista del diario La Nación de Buenos Aires

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