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jueves, 15 de diciembre de 2011

CHILE. UN PAÍS FAENADO

O...alguien afirma...que Chile es un paraíso para vivir...



Por Hugo Latorre Fuenzalida

Ahora nos fregaron con las aves; ayer fue con la tienda La Polar, antes fue Inverlink, es decir el sector financiero y de pensiones; por el medio están las farmacias, es decir nuestra salud; ahora se investigan todos los grandes supemercados, que nos “faenan” con productos de primera necesidad; también las casas comerciales que multiplican tasas de interés y otros cobros que arruinan a sus clientes.

Están además las clínicas privadas que al llegar uno de urgencia no diagnostican nuestra salud sino el estado de nuestra cuenta bancaria; las compañías eléctricas, la telefónica y las sanitarias que nos cobran cerca de 100 millones de dólares cada año (cada una) en montos que no deberíamos pagar y sin embargo sus servicios son deficientes y sus inversiones son insuficientes; las autopistas que cobran intereses sobre intereses, castigos y moras, estableciendo un verdadero retail del kilómetro lineal recorrido, suplicio de Sísifo que se contrató a 30 años, cuando con 5 años era suficiente para obtener la recuperación del capital y una renta ajustada con razonables réditos internacionales en este tipo de negocios.
Los bancos que cobran tasas de interés que casi triplican las que les concede el Banco Central, amén de las comisiones y otras innovaciones, propias de funcionarios sometidos al estrés de los rendimientos mensuales, ante lo cual hay que “faenarse” a quien transite por su frente.

Las Universidades privadas, son otro centro de “faenamiento”. Ingresan a las carreras caras más del triple de alumnos de los que pueden “digerir”, con aranceles de $ 6 millones de pesos anuales(US$ 11.300) -medicina, odontología-, luego, saben que deben cercenar a la mitad de esas víctimas en el tránsito entre primero y segundo año, y luego deben comenzar a rezagar a la otra mitad de esa mitad que pasó de curso y a la otra mitad deben sacarlos de circulación en el transcurso del año.

Todo eso, debidamente programado y efectivamente ejecutado por la planta docente, equipo improvisado que de evaluación académica no han visto ni un mísero “paper” (ensayo corto) en su vida. Nunca vi yo en mi tiempo de estudiante que en los exámenes y pruebas el 70% u 80% de los alumnos reprueben.

Eso es indicativo de tres cosas: o los estudiantes son unos flojos, los docentes son unos ineptos o el sistema está podridamente pervertido. Pero de que no puede ser normal…no puede serlo. Pero así está sucediendo y nadie hace nada ante este particular “faenamiento “ que cuesta millones de pesos a las familias chilenas y dramas personales para esos estudiantes que son humillados por unos docentes carente de todo espíritu de servicio y vocación de maestro.

Lo curioso es la atmósfera moral que envuelve a esta clase “faenadora” del empresariado chileno. Todos parecen contaminados por el virus del enriquecimiento con el menor esfuerzo y usando la más luciferina de las estrategias, cual es el engaño, el abuso y la prepotencia. Pero cuando los tribunales les interrogan sobre sus actos dolosos, ninguno es capaz de asumir sus faltas. Hasta una jueza la hemos visto regañando a estos capitostes de la estafa y preguntándoles si tienen o no capacidad de comprender las acusaciones o si sus abogados no se las han explicado, pues todos (caso La Polar) –como dice el Coco- se hacen los suecos. El yo no fui, el yo no sabía es el lema de estos imputados “principales”, como les llama un amigo experto en retórica de salón.

Esta actitud moralmente cobarde, que se delata como culpable toda vez que realizan presurosas operaciones de transferencias de propiedad, justo antes de la inminencia de la condena, refleja una inmadurez ética, una falsa moral, pues la conciencia objetiva les dictamina su autoinculpación, antes que les llegue la sentencia pública.

Pero en otras partes y en otros tiempos se ha tenido otra actitud, algo ya olvidado, cual es la hidalguía; porque se puede caer en falta, cometer errores, cometer delitos, pero lo que no se puede hacer es negar como bandolero las responsabilidades que caben en acciones demostradas e imposibles de ocultar. Acciones que han maltratado y arruinado la vida de miles de personas inocentes, muchos de ellos humildes e indefensos.

La gente llamada de mala clase, sin educación ni lucidez puede robar o matar, pero será culpable en grado venial si se les compara con esta otra clase de delincuentes que actúan con lucidez, preclaridad, ventaja social y protección estamental. Pertenecen a la clase del criminal lúcido, como lo encarna Shakespeare en “Ricardo III”. Una maldad imperdonable, ilimitada y sin atenuantes posibles; que no llegó al crimen físico-donde siempre hay implicada una pasión humana o un desenfreno-, pero que impone una sombra moral sobre toda la institucionalidad empresarial del país, adelgazando cada vez más la capa de credibilidad que sostiene a nuestro sistema político y social.

La podredumbre viene cruzando transversalmente la institucionalidad de Chile, desde las iglesias hasta los militares; desde los empresarios hasta los políticos y eso es un signo de decadencia que deberá ser resuelto de manera dolorosa o pacífica, pero será resuelto en un tiempo no muy lejano. Las pústulas no se contienen por mucho tiempo.

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