Hace tres semanas se inició el movimiento estudiantil en protesta por las condiciones del estado de la educación en nuestro país, situación que veíamos venir los que tenemos alguna experiencia como ciudadanos involucrados en la vida del país y en actividades estudiantiles, gremiales y en recuperación de la democracia.
Lo dijimos antes del término del año pasado. La sociedad nuestra está cansada y ha perdido la credibilidad en los políticos. Por ello las organizaciones sociales saldrán a las calles a manifestar su descontento y solicitar las reivindicaciones.
Fuimos testigos, con respeto y admiración del movimiento de los pingüinos, que la Concertación desoyó, ignoró, engañó y desaprovechó.
El actual gobierno ha mantenido una actitud muy parecida, incluso con cambio de ministro, equivocada decisión, porque este es un problema que no implica la acción de un individuo, ni siquiera de coaliciones políticas, ni tampoco de un gobierno. Es una resolución de estado, porque las numerosas acciones que implica esta transformación a fondo, no solamente involucra integralmente al gobierno en ejercicio, sino que a varios durante muchos años.
El gobierno tiene la obligación de buscar y encontrar los argumentos y mecanismos para superar la situación al que ha alcanzado el conflicto. Tiene el manejo político que tiene que estar inspirado profunda y única y exclusivamente en el bien superior del país y de las instituciones, jóvenes y tantas familias involucradas en él, con tanto daño moral, social y económico y por la imagen internacional, tan distinta a aquella del pasado, cuando nuestro país era un paradigma y guía en Latinoamérica para la educación.
La segunda obligación debe enfrentarla la Concertación como reivindicación a su falencia en resolver este problema - ya seriamente vigente en aquellos treinta años de su vigencia. Hoy es la gran oportunidad para esta reivindicación. Buscar y encontrar la salida a esta crisis y no solamente contemplar, pasivamente, a través de los cristales del Congreso, las marchas, manifestaciones, destrucciones y daños, y como caen las páginas del calendario dejando tanto daño tras sí. La concertación tiene la obligación de asumir una actitud leal, activa y positiva en cooperación del gobierno y renunciar a orgullos enfermizos y mezquinos, olvidándose, ellos y el gobierno, que son representantes de la ciudadanía que los eligió para el bien del país y no de intereses mezquinos y parcelares de banderías políticas.
Los jóvenes hoy han mostrado una tremenda decisión en su bien y en el de las generaciones venideras y que no pueden claudicar en ellas. Han demostrado, además, un alto grado de madurez cívica y de inteligencia y por ello han recibido y seguirán recibiendo el tremendo apoyo, nunca visto en nuestro país. Han sabido no ser utilizados, pero esperan que las entes responsables reaccionen con madurez política y llamen a los jóvenes a establecer una mesa de diálogo eficaz, honesto, sincero con los que día a día participan en la noble misión de la educación de nuestros jóvenes, futuros dirigentes del país, como los gobiernos radicales ofrecieron esos alto niveles de formación de ciudadanos, algunos de los cuales aún dirigen los destinos de este país en su calidad de políticos. Y otros dejaron inolvidables huellas.
Basta ya de enfrentamientos verbales y especialmente de enfrentamientos físicos, probando el poder. Basta ya de buscar el empoderamiento de personas que imponen decisiones personales, o de tácticas físicas y no ejercer oportunamente el control del vandalismo, física y horariamente individualizado. Basta ya de los provocadores que acentúan el daño que sufren tantos ciudadanos, víctimas de la violencia que no es de los estudiantes.
Extraño la ausencia del ofrecimiento de tantas personalidades, reconocidas públicamente a través de sus trayectorias, como expertos en el campo de la educación. O tal vez lo han hecho y su participación no ha sido aceptada con un orgullo o enceguecimiento que olvida el patriotismo que debemos manifestar, porque estamos realmente contra una guerra contra la ignorancia, la falta del conocimiento, a pérdida de valores, el progreso y desarrollo intelectual y productivo de nuestro país, elemento valiosísimo para nuestra seguridad nacional.
También extraño la ausencia o el interés en participar de tantas instituciones respetables, de bien social o intelectual o de tipo filosófico o religioso.
Estas líneas tienen como único propósito de un simple ciudadano, llamar a la meditación y reflexión a todos aquellos involucrados en este gran tema y renunciar al orgullo, al personalismo, a la ostentación, a los intereses de banderías políticas y al ejercicio del poder y asumir la modestia y la lealtad para integrar el diálogo de consenso para un mejor futuro de nuestra educación, llegando a él por la fuerza de la razón.
(*) Es doctor en Medicina y reside en Viña del Mar.
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