Opinión Gastronómica
The Glass (Vitacura, Santiago, Chile):
Por
Christián Caglevic
Una vez al mes con un grupo de amigos nos juntamos a cenar, buscamos
lugares exclusivos, bien recomendados, amenos y con buena atención. Teníamos
varias alternativas, una de ellas era este restaurant ubicado en el piso 17 del
Hotel Cumbres en Vitacura, uno de los barrios más exclusivos de la capital de
Chile, Santiago.
A sabiendas de que era posible no encontrar mesa llegando de forma
espontánea, solicité una mesa 36 horas antes, aproveché de pedir que nos dieran
una mesa ubicada en la “muralla” que es de vidrio y la cual permite una
maravillosa vista panorámica a un extenso sector de la zona oriente de
Santiago, sin duda, creo yo, este es el origen del nombre anglosajón de este
centro de comidas. Pese a la tragedia que significa el tráfico cerca de las 20
horas en algunas zonas de esta congestionada ciudad, nos juntamos todos y
contratamos un servicio de transporte que nos dejó 15 minutos antes de la hora
de nuestra reserva en el destino.
Entramos fácilmente por la entrada peatonal del Hotel Cumbres (Av.
Presidente Kennedy 4422, Vitacura, Santiago, a pocos metros de la esquina con
Américo Vespucio). El primer inconveniente un tanto menor, fue el que dentro
del hall del hotel no existía una señalética adecuada que nos permitiera sin
equivocarnos subir hasta la cumbre del hotel para encontrarse con nuestro bien
recomendado restaurant.
Abriéndose las puertas del elevador nos encontramos frente a frente con
una maravillosa panorámica y en un lugar que mezcla modernidad y elegancia.
Hasta ahí todo bien. “Buenas noches”, me identifico, hablo con la recepcionista
del local, le pregunto por mi mesa…. “¿Tiene usted una reserva para 12
personas?”, me pregunta en un suave tono posiblemente colombiano. “No señorita”
replico, “somos solamente seis”, le contesto hasta ahí con tranquilidad…….. Me
pide un par de minutos, veo conversaciones y caras de angustias entre aparentemente
el encargado del local, la recepcionista y el mozo que nos atendería. Me
convidan a acomodarnos en otra mesa, que no era la que habíamos reservado, sino
una interior que no ofrecía la espectacular vista que buscábamos. Empezaron los
problemas, la mesa reservada la habían ocupado con otras personas quienes
aparentemente la habían usado pese a la advertencia de los locatarios, así que
treinta minutos más tarde fueron desalojados. Treinta minutos más tarde recién
logramos sentarnos; veinte minutos más tarde después de esos treinta minutos
más tarde viene el mozo a ofrecernos el aperitivo. Las solicitudes variaron
entre pisco sour chileno, pisco sour peruano, jugos y vino. 20 minutos más
tarde después de esos 50 minutos más tarde desde que habíamos llegado regresa
recién el mozo con los sours, los jugos pero sin el vino que había ordenado.
Después de dos insistencias y de tener que pararme de la meza para reclamar mi
brebaje llega el mozo (estimen 90 minutos más tarde desde que salgo del
ascensor para poder tomar mi ansiada copa). Eso sí trajeron unos panecillos
bastante ricos que sirvió levemente para paliar el hambre que traíamos
acumulado durante el día.
La situación ya estaba un poco tensa, pero vinimos a pasarlo bien, así
que pedimos para compartir tres entradas. Nos informan que el restaurant es
poseedor de una cocina chilena “moderna”. Bueno, vamos por las entradas:
Empanadas de Pato, Entrañas envuelta en palta y Pulpo al Olivo. Nos traen en
linda presentaciones estos platos, prometen, prometen…. El pulpo al olivo no
solamente no estaba en su mejor cocción, lo peor estaba abajo, en una suerte de
base de papas recién salidas del freezer al estilo Frozen o granizado, debieran
haber pancartas diciendo “no maten los buenos platos”. Las entrañas envueltas
en palta eran comibles pero les prometo que me quedan mejor a mí las entrañas
en la parrilla, lo de la palta es solo un agregado. Solo para cumplir con la
crónica, y reconociendo que pocas veces he comido pato pero miles de veces
empanadas, la sensación de comer este invento fue como comer gyosas resecadas
al horno con un relleno de paté.
Los platos de fondo no eran tan maravillosos ni guardaban relación
precio calidad. Una ensalada de salmón que era una suerte de una César de
salmón con harto verde pero nada especial. Un ceviche que no estaba malo pero
nada muy superior a los que uno come en los supermercados de la ciudad. Un
salmón con acompañamiento, nada mal pero nada que a uno lo haga volver. Un
caldillo de congrio que a lo único que no tenía sabor era a congrio, por lo
menos a los tradicionales caldillos de congrio que otrora eran tan habituales
en las casas de Chile, realmente si a uno le vendaran los ojos pensar que el
plato es lo que dice ser sería algo complejo. Unos fetuchinis o algo similar que
si me eran familiares, pero sin diferencia de sabor con los envasados de marca
que se hacen en casa. Quizás, al menos para nosotros, el único plato que
realmente destacaba por ser bueno era un pastel de choclo con pino de loco,
bien logrado y presentado. A la hora de los postres, no comimos mucho. Solo un
mousse de chocolate con linda presentación con flores, que pregunté si eran
comestibles, el mozo me dice que sí y se equivocó (lo más amargo que pueda
existir después de un paté de pomelo y achicoria), por lo demás el mousse más
me recordó a una cucharada de Nutella que a la suave textura esperada en el
mousse. No quiero entrar en referencia a las personas que servían, pero al
menos un par de ellos parecían que estaban haciendo la práctica en el local.
Después de tan buenas críticas quizás The Glass merezca otra
oportunidad. Bien vale una visita por la vista y tomarse un trago en la terraza
puede ser una interesante experiencia, pero ese día que elegimos el sistema
falló. Quizás nuestra experiencia fue casualidad, o quizás fue solamente la
desazón de ser testigos de un intento de internacionalizar la cocina nacional a
costa de eliminar el sabor casero y transformarlo en una comida chilena más
refinada y menos chilena. De todas formas los extranjeros comensales del local,
ese día en mayoría, se veían contentos con la comida y con el local. Público y
opiniones hay para todo. No hay nada más personal que la propia opinión, así
que si usted quiere ir no deje de hacerlo. Pero después recuerde que fue
advertido.
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