El reloj de Trump
LA INVESTIGACIÓN DE LA TRAMA RUSA
LA INVESTIGACIÓN DE LA TRAMA RUSA
Según versiones del Washington Post y de El País de España
Primero
fueron las sospechas, ahora llegan los sospechosos. La
investigación de la trama rusa ha dado un nuevo salto y,
según The Washington Post, ha identificado en
los más altos niveles de gobierno a un supuesto implicado. Su nombre no ha sido
revelado, tampoco sus nexos con el escándalo, pero el solo hecho de que un
miembro del círculo presidencial esté bajo la lupa del FBI como posible
sospechoso eleva a niveles insólitos la presión sobre Donald Trump.
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Trump emprendió este viernes su
primera gira internacional. Subió la
escalerilla y tal y como despegaba el Air Force One, las revelaciones sobre la
trama rusa empezaron a sacudir Washington. El caso, con la presidencia
literalmente en el aire, entraba en
una nueva fase.
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Los agentes tratan
desde julio pasado de determinar si el equipo
de Trump se coordinó con el Kremlin en la campaña de desprestigio que
Vladímir Putin lanzó contra la candidata demócrata Hillary Clinton. El ataque,
al que Clinton atribuye parte de su derrota, incluyó la diseminación en las
redes de información falsa, el ataque a los ordenadores del Partido Demócrata y
el saqueo del correo del jefe de campaña demócrata, John Podesta.
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Hasta la fecha, no
ha trascendido que se haya descubierto ninguna prueba de este supuesto vínculo.
Pero la aparición de un sospechoso (person of interest,alguien no
acusado, pero sometido a especial escrutinio) cambia las cosas e indica que el
FBI ha avanzado mucho más de lo que se pensaba. Aunque no se ha facilitado
ningún nombre, las filtraciones indican que se trata de alguien cercano al
presidente y, por tanto, con capacidad para contaminarle.
Las pesquisas
del FBI abarcan desde los intensos contactos de los
colaboradores de Trump con el Kremlin, hasta las relaciones financieras con
Rusia. Un campo muy extenso donde ya se han destapado conductas irregulares,
como las del exconsejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn.
Tres nombres y tres sospechosos
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Destituido a los
24 días de ocupar el puesto, el general Michael Flynn no declaró que había cobrado de
empresas rusas. También ocultó que había trabajado como lobista para una compañía
ligada al Gobierno turco. Todo ello emergió tras su cese, desencadenado por
haber mentido al vicepresidente sobre el contenido de sus conversaciones con el
embajador ruso en Washington, Sergéi Kislyak. Una conducta parecida, aunque
ante el Senado, acarreó la
inhabilitación parcial del fiscal general, Jeff Sessions. El tercer
miembro del círculo presidencial salpicado por el escándalo, es Jared Kushner,
el yerno de Trump. También estuvo reunido con el embajador Kislyak y mantuvo
una estrecha vinculación con el general Flynn. Pero de momento sigue incólume.
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Las sospechas no
se han sustanciado en cargos y ni siquiera hay acusaciones preliminares. Pero el
empeño del FBI en este asunto ha disparado las alarmas de la
Casa Blanca. Encolerizado y nervioso, Trump ha destituido al director de la
agencia federal, James Comey, en un intento de cortocircuitar la investigación.
Su odio hacia Comey llegó a tal punto que al día
siguiente de fulminarlo, en una reunión con el ministro de Exteriores ruso y el
embajador en Washington, les dijo abiertamente que el despedido era
“un chalado” y que, según The New
York Times, con su destitución se había quitado “una gran
presión de encima”. Unas palabras que pueden engrosar un supuesto cargo de
obstrucción a la justicia y que, en cualquier caso, no resultaron al final
ciertas.
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Este miércoles, el fiscal
general adjunto, Rod Rosenstein, dio un golpe de timón y nombró a Robert
Mueller, director del FBI de 2001 a 2013, fiscal especial para
la trama. Una medida extraordinaria y que deja el futuro del presidente de
Estados Unidos en manos de un investigador conocido por su sangre fría y
honestidad. Será él quien recabe todo el material acumulado por el FBI y
articule el desarrollo futuro de las pesquisas.
El fiscal especial Mueller, dispone de una enorme autonomía para conducir el caso. Puede pedir pruebas y formular cargos. Y en el caso de que no lo haga, sobre él recae, a diferencia de un fiscal ordinario, la responsabilidad de formular un informe con el resultado de todas sus pesquisas. Un resumen cuya carga política a nadie se le escapa.
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