El más grande fraude de la historia chilena
BYE BYE
VILLALOBOS
Por Hernán
Ávalos
El general
director de Carabineros Bruno Villalobos debería renunciar a su cargo, por
transparencia en la gestión de una de las instituciones fundamentales de la
República, de la cual dependen la seguridad
interior, el control de las fronteras,
la protección de las personas, el resguardo de sus bienes y la
prevención de los delitos.
Y si no lo hace, la Presidenta Michelle Bachelet
tendría que pedirle la renuncia, para facilitar la investigación por fraude que
lleva adelante el Ministerio Público. El desfalco en la policía uniformada ya
bordea los $20.000 millones birlados al Estado y tiene a un centenar de
imputados entre oficiales, particulares y funcionarios públicos.
Es cierto
que durante su carrera Villalobos fue edecán policial del Presidente Ricardo
Lagos y jefe del departamento de seguridad presidencial de Bachelet. Resulta
comprensible que existan sentimientos de gratitud por los servicios prestados.
Pero aquí el “bien jurídico” protegido
es la probidad. Y el Gobierno debe
entender que hoy la ciudadanía tiene estándares ético moral más exigentes que
antaño, para evaluar a las autoridades, a los
políticos, a los parlamentarios, a los jueces, a los militares, a los
empresarios, a los periodistas y en general a quienes detentan el poder.
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Ya han
surgido voces autorizadas reclamando, públicamente, por la necesidad que
Villalobos deje su cargo y sea posible una investigación prístina del mega fraude
–el más grande de nuestra historia--
y facilitar la tarea a quien le
reemplace, para efectuar los cambios estructurales que requiere la
administración de una institución de 60.000 uniformados. Entre ellos, la del
precandidato presidencial de Chile Vamos senador (RN) Manuel José Ossandón y la del diputado Sergio
Espejo, vicepresidente de la DC.
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No es
posible minimizar la gravedad del delito cometido. Porque a diferencia de la
estafa que aplica entre particulares, el fraude tipifica sólo cuando hay
perjuicio para las arcas fiscales, para el Estado, para la Nación, es decir
para todos los ciudadanos. Y en este caso con el agravante que la llamada
“mafia de las finanzas”, entraba a saco a los fondos de Carabineros y,
adicionalmente, obtenía suplementos presupuestarios del Ministerio de Hacienda,
para continuar con las millonarias operaciones dolosas de beneficio personal
para los miembros de esta verdadera asociación criminal.
Hasta ahora
el general Villalobos no tiene requerimiento penal. Pero indudablemente le
asiste responsabilidad de mando.
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En sus declaraciones los imputados han
mencionado, también a los ex directores de Carabineros Alejandro González, Eduardo Gordon y Alberto
Cienfuegos, aunque ninguno de ellos ha sido requerido por el fiscal Eugenio
Campos, a cargo de la investigación del Ministerio Público.
Un general de recia personalidad
Villalobos
ya había demostrado su recia personalidad cuando enfrentó críticas públicas por
el “laxo procedimiento” de sus hombres para controlar los desórdenes callejeros
del 21 de mayo de 2016 en Valparaíso, los cuales dejaron un guardia municipal fallecido, dos
incendios en edificios céntricos y
cuantiosos daños a la propiedad. En aquella oportunidad responsabilizó al
sistema educativo, a los padres de los manifestantes desalmados por desatender
a sus hijos, y no expresó autocrítica por la actitud de las siempre eficientes
fuerzas antimotines bajo su mando.
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Así no le tembló la mano para expulsar al
director de finanzas general inspector Flavio Echeverría. Y por primera vez en
la historia institucional, presentarlo engrillado ante el tribunal. Luego
expulsó por “traicionar el juramento de servicio”, a otro centenar de oficiales como resultado
de la investigación sumaria, en su mayoría ex funcionarios de la Dirección
General de Carabineros vinculados al alto mando.
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Pero el general
Villalobos no se detuvo en su empeño por intentar revitalizar su institución,
recuperar el prestigio social dañado y de paso blanquear su imagen. Y el 28 de
abril último, a tres semanas de haber estallado el llamado “pacogate”, presentó
al Gobierno un conjunto de medidas destinadas a controlar las cuentas
policiales. También proclamó el fin de
la especialidad de intendencia encargada de los dineros y anunció la
contratación de profesionales externos para gestionar las finanzas y la
contraloría interna. Así logró el espaldarazo del ministro de Interior Mario
Fernández (DC) y se supone de la Presidenta Bachelet. No obstante, las mejoras
propuestas no serán de trámite rápido. Requieren una modificación a la Ley
Orgánica Constitucional de Carabineros,
con quórum calificado. Y por las críticas políticas cruzadas respecto de
la continuidad de Villalobos en el cargo, probablemente la tramitación
parlamentaria sea condicionada a su renuncia.
Ocho años a cargo de la inteligencia policial
Ocurre que
resulta difícil entender que Villalobos,
habiendo asumido la dirección general de Carabineros en 2015, luego de
ser elegido por la Presidenta Bachelet entre una quina de generales, no hubiese
detectado ninguna anormalidad en las cuentas de remuneraciones, viáticos, pasajes aéreos, adquisiciones,
bienestar y gastos reservados utilizadas en el fraude. Con la experiencia de haber servido desde su
creación en 2014, la Dirección de Inteligencia, Drogas e Investigación
Criminal, ya investido con el grado de general inspector, y de haber manejado
el presupuesto de $300 millones anuales, justamente de la partida de gastos
reservados, para realizar operaciones policiales encubiertas.
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Incluso
podría decirse que Villalobos pertenece a la llamada “comunidad de inteligencia
nacional”, puesto que ya entre los años 2008 y 2012, investido del grado de
general, estuvo al mando de la antigua Dirección de Inteligencia Policial de
Carabineros.
La verdad es
que con los profesionales, los medios y
los equipos de que dispone Carabineros, resulta increíble que el jefe de la
inteligencia no haya tenido indicios ni conocimiento del fraude en las finanzas
de su propia institución. Es evidente que hubo falencias para el control de las
cuentas. Pero existen los procedimientos de contrainteligencia para fiscalizar
la conducta del personal. Así los ocho
años que Villalobos estuvo a cargo de la inteligencia de Carabineros,
coincidentemente están en la década de operaciones dolosas que investiga el
fiscal Campos.
Todos los carabineros de ronda en las calles
El proceso
judicial no deja de asombrar. El diario La Tercera reprodujo el domingo último
declaraciones formuladas ante la fiscalía por el general Echeverría respecto del
desvío de los gastos reservados para sobresueldos a generales, regalos y
fiestas, es decir, para objetivos distintos a los establecidos por la ley.
Incluso otros medios han mencionado como presuntos beneficiados con estos
dineros a los ex subsecretarios de Carabineros Felipe Harboe, actual senador (PPD) y la abogada Javiera
Blanco, ex ministra de Justicia y hoy integrante del Consejo de Defensa del Estado. Ambos han guardado silencio frente a estos
trascendidos.
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Con todo, la renuncia de Villalobos terminará
con la suspicacia de un pretendido encubrimiento de sus pares y de autoridades,
y será la oportunidad de fortalecer Carabineros, reestructurar su
institucionalidad, reforzar su doctrina
de servicio público y perfilar su rol fundamental en la prevención de los
delitos. Esto último, considerando que en la última década el temor de los
ciudadanos frente a la posibilidad de ser víctima de delitos se ha mantenido en
el 80%, en contraposición a la comisión de los delitos investigados que sólo
llega al 30% promedio. Así una policía
uniformada, presencial, vigilante, oportuna y eficiente obtiene
credibilidad, prestigio social, y
resulta fundamental para mejorar la sensación de inseguridad en la población.
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