Opinión del Editor
LA ARAUCANÍA SE DESANGRA ANTE LOS OJOS DEL
MUNDO
Por Walter Krohne
Chile es un país confuso y raro. La Araucanía
está en llamas y los chilenos, desde el ministro del Interior hacia abajo, se
enredan en complicadas deliberaciones de si la violencia que se registra en esa
región sureña es o no terrorismo. Parece no importarle a nadie
que los habitantes del lugar, fuertes descendientes de los araucanos, se mueran
o no de hambre o tengan o no trabajo o vivan en condiciones sociales y
sanitarias paupérrimas. La discusión se profundiza cada día y se llega hasta el
concepto de terrorismo de Estado que conocimos bajo la dictadura militar y que
fue practicado por soldados chilenos.
Los candidatos, de todos los orígenes y
partidos u movimientos, tienen también como tema, de si lo que ocurre en la
Araucanía es violencia o terrorismo a secas o terrorismo de Estado.
Lo que ocurre es que el tema
indígena “vende” o permite ganar adeptos, aunque también pueden perderse según el
tipo de declaraciones que se hagan. Piñera,
tras intercambiar opiniones y criticar a los candidatos del Frente Amplio y de
la Nueva Mayoría que abordaron el tema,
anunció que su última visita de campaña será a la Araucanía, como si él,
durante su Gobierno, se hubiese preocupado personalmente de dicha Región.
Todos hablan y proponen
cosas y ven soluciones como si fueran “fáciles” , debate que se ha extendido durante
todo el periodo democrático tras la dictadura militar. El único que se las jugó realmente por el
pueblo mapuche fue el Presidente
Patricio Aylwin, pero la derecha lo paró en seco y tampoco era tema que le interesaba
a los políticos de la época que se enriquecían en los gobiernos civiles
aprovechando “las ventajas” del libre mercado y el neoliberalismo.
El término “paz social” ha
sido el concepto más utilizado, pero jamás aplicado. La han pedido las
Iglesias, los empresarios, organizaciones sociales y culturales y los políticos. Hasta la SOFOFA lo ha hecho.
Voces empresariales y de la derecha alegan
que en la zona no impera el estado de derecho", lo que el Gobierno de
Bachelet ha calificado de
"desproporcionadas". Los camioneros están desesperados y la confrontación
ha sido cada vez más violenta. El ministro del Interior, para rematar decide
aplicar la Ley Antiterrorista que está muy lejos de la histórica paz social que
se ha buscado para esa región.
Sin embargo, a pesar de esta
tragedia que se observa de todos los puntos del planeta, las autoridades competentes
siguen así, sin hacer nada o con los brazos cruzados, ni siquiera han sido capaces
de impulsar allí un plan de desarrollo
social verdadero. Lo mismo hacen los candidatos: hablan y hablan pero ninguno da
soluciones reales o factibles. Uno de ellos llegará a ser el Presidente o
Presidenta y seguramente, como ha ocurrido hasta ahora, se olvidará
completamente de los mapuches, lo que podemos dar por firmado o ¿decretará que
el mapundungún sea también una lengua oficial en Chile?.
No olvidemos chilenos-araucanos
que la Araucanía es la región con más pobreza del país, con una tasa media de
23,6%, mientras que el promedio nacional es de 11,7%. Medida como pobreza multidimensional
– que identifica múltiples carencias en los hogares y las personas en salud,
educación y nivel de vida– en la Novena Región es de 29,2%, y el promedio es de
20,9%. Entre los ingresos mensuales más bajos Junto a la Región del Maule, la
Araucanía presenta uno de los más bajos
del país, con $340.877 y $348.039, respectivamente según la Encuesta
Suplementaria de Ingresos. El promedio país es de $473.351. El desempleo está sobre
el promedio. En el último informe del INE, con el trimestre móvil
septiembre-noviembre de 2016, el promedio nacional fue de 6,2%, mientras que en
la Araucanía marcó 6,7%.
Los Gobiernos chilenos, con
la actual división política y su Constitución, son incapaces o al menos lo han
demostrado así, de resolver un problema chileno-chileno o araucano-araucano, de
lo que hay que sentirse orgullosos. La solución entonces es intentar la autonomía
para el pueblo mapuche (mapu=tierra-país; y che=persona, gente), para que sean
ellos mismos, unas 800.000 personas, los
que busquen y administren su desarrollo, siempre con el apoyo político y económico
central de Chile.
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