El caso de Nixon en los setenta
JAMES
COMEY: EL “GARGANTA PROFUNDA” DE DONALD TRUMP
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
Desde el Presidente Franklin Delano
Roosevelt hasta nuestros días el FBI ha tenido más poder que los primeros
magistrados de la nación. Edgard Hoover, el primer director del FBI, era mil
veces más poderoso que cualquier poder del Estado. Hoover tenía archivos
confidenciales a los cuales él solo tenía acceso, especialmente dos temas
primordiales: artistas y políticos, supuestamente relacionados con el Partido Comunista y, el segundo, sobre los
homosexuales – en ese tiempo se consideraba un delito -. Las escuchas
telefónicas encargadas por Hoover no perdonaban a nadie.
Roosevelt trató a este alto funcionario
con especial deferencia, pues estaba enterado de toda la información requerida
– podría decirse que Hoover era el mejor espía de Estados Unidos.
Cuando llegó John F. Kennedy a la presidencia de la República quiso
despedirlo, pero se abstuvo porque sabía demasiado: tenía archivos especiales
de sus amantes, una de ellas cercana al Partido Comunista y otra era Marilyn
Monroe. Se sabía que odiaba a su hermano Robert, a quien consideraba un
mequetrefe, incluso, quería intervenir en el FBI. Richard Nixon tampoco pudo
con Hoover.
El
talón de Aquiles de este director era su amistad con miembros de la mafia
norteamericana, sobre todo, por el común gusto por las carreras de caballos,
trucadas por los mafiosos, así como su homosexualidad y sus amoríos con su
segundo en la dirección de esa institución. Al morir Hoover, después de
cincuenta años de “servicios prestados al FBI, parte de los archivos secretos fueron destruidos por su
secretaria.
Bill Clinton fue el único Presidente de Estados Unidos que se ha
atrevido a pedir la renuncia del FBI, razón por la cual el imprudente paso de
Donald Trump de exonerar a James Comey es muy grave en el acontecer
político norteamericano.
La historia de “Garganta Profunda”, que
informaba a los periodistas de Washington Post – posteriormente se descubrió
que era el mismo vice director del FBI, William Mark Feit - parece que se está
repitiendo hoy, con el director, recién exonerado, James Comey, que sabe mucho y ha
comenzado a abrir la boca ante el Comité especial del Senado.
Donald Trump, como lo hacía Nixon, tiene
la manía de grabar todas las conversaciones que se llevan a cabo en la Oficina
Oval de la Casa Blanca, además, cae en
su propia trampa al enviar twitters como malo de la cabeza. El director del
FBI, Comey, anotó una de las conversaciones con el Presidente Trump en la cual
le solicitaba que diera vuelta a la página el affaire Michael Flynn, encargado
de Seguridad Nacional, respecto a sus relaciones con los rusos en las últimas
elecciones presidenciales, lo que es simplemente, obstrucción a la justicia.
Para rematar la seguidilla de errores
cometidos por el inexperto Presidente Trump se reunió con el ministro de Relaciones Exteriores de
Rusia, Sergei Lavron, y prohibió el ingreso de los periodistas norteamericanos,
sólo aceptando el de los rusos. El miércoles último apareció una información en
un diario ruso sobre el contenido de la reunión entre los dos jerarcas,
demostrando la dependencia de Trump con respecto a Vladimir Putin.
El embajador ruso en Washington, Sergei
Kisyak, es un verdadero espía, pues sabe más del gobierno norteamericano que
los mismos periodistas de ese país, a quienes Trump odia hasta el punto de
intentar suspender las conferencias de prensa del vocero de gobierno,
reemplazándolas por informes escritos, entregados por el propio Presidente,
queriendo romper la costumbre ancestral de los gobiernos estadounidenses.
En declaraciones públicas, Trump
reconoció que había comunicado secretos de Estado al Canciller ruso, pero que
carecían de importancia, dejando muy mal parados a sus amigos de Israel,
quienes le habían informado sobre una forma de defensa respecto a ISIS.
Vladimir Putin que, hoy por hoy, se ha
convertido en el dueño del mundo, una tirano más querido más por su pueblo que
Stalin – le llaman el “Zar” de Rusia – declaró, muy suelto de cuerpo, que era
un buen amigo de Trump y que aspiraba a tener buenas relaciones con Estados
Unidos, burlándose, muy irónica e inteligentemente, del periodista de CNN,
quien le hizo la pregunta, y Putin agregó ¿Usted también no desea lo mismo?
La situación de Trump no es la misma que
la de Nixon por el caso del Watergate: no hay guerra del Vietnam, como tampoco
se puede comparar la exoneración de Comey con la del fiscal especial Archival
Cox, destituido por Nixon; no hay nada parecido a la “masacre del día sábado”,
en que Nixon despidió a los jueces implicados en la causa de Watergate.
Nixon era un político inmoral y
paranoico, a quien se le acusaba de múltiples delitos, pero era hábil en
política internacional: como sabemos por los informes desclasificados por el
senado de Estados Unidos respecto a Chile, intervino en el derrocamiento de
Salvador Allende, a través del Premio Nobel de la Paz, Henry Kissinger.
Trump es un magnate que juega todo el día
al “reality show”, eliminando a
funcionarios por convivencia, y decide actuar
sobre cualquier asunto, lo hace sin pensar. Es un voluntarista nietzscheano.
Cuán importante en política es el voluntarismo – pregúntenle a A. Hitler y
Benito Mussolini -.
Para la aplicación del juicio político
contra Donald Trump, según la enmienda
25 de la Constitución de ese país, se requieren los 2/3 de votos por parte del
senado; El Partido Republicano tiene mayoría, y se renovará el parlamento en la
mitad del período, por consiguiente, a este Partido no le conviene que Trump
sea reemplazado por Mike Pence, el vicepresidente, cuyo único tema prioritario
es poner fin al aborto.
Es cierto que los republicanos estaban
dispuestos a votar contra Richard Nixon
en el juicio político, pero se adelantó con la presentación de la renuncia a la
presidencia de la república. Hoy, algunos senadores, incluso republicanos,
condenan a Trump, pero aún son minoría.
El millonario Trump, en una declaración
pública, declaró que era muy difícil gobernar este país, pensando que la
presidencia era actuar en un reality
show – en medio de este lío, los mexicanos están más felices que “las mirlas en
un cerezo”, pues ya del muro ni siquiera se habla.
El nombre de “Garganta Profunda”
corresponde a una película pornográfica, de los años 70, en la cual una mujer
no experimenta placer sexual con los hombres hasta que descubre que su clítoris
estaba en la boca.
A lo mejor, Trump es tan sagaz para zafar
como lo hace el candidato chileno, Sebastián Piñera, sólo los tarados creen que
puede haber democracia donde reinan los magnates.
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