POR EL MAL CAMINO
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Arturo Uslar Pietri, el tremendo intelectual venezolano, una
vez comentó en un programa de televisión, por allá en las postrimerías de los
80, cuando la delincuencia asomaba recién sus garras criminales en ese país,
que tuvo el interés de conocer a un criminal que estaba preso, pues se trataba
de un hombre muy joven y que ya tenía varias muertes a su haber. Uslar Pietri se
aproximó pues, como escritor y quería indagar en la mentalidad del criminal, es
decir quería saber qué sentía respecto a las víctimas, a su actuar; qué quedaba
en su espíritu, en su cerebro luego de estas experiencias atroces.
El gran escritor señaló que al hacerle la pregunta sobre cuántas muertes había contabilizado de mano
propia, el asesino se quedó pensando un
momento y respondió que había matado a “nueve muñecos”.
Uslar, que poseía una voz firme, gruesa y pectoral, la elevó para resaltar esa
palabra expresada por el joven preso: “muñecos”. La sensibilidad de estos
criminales ante sus semejantes es nula, dijo Uslar Pietri; para él son sólo
“muñecos”, un objeto material desechable, exterminable.
¿Existen estos hombres así, desde su nacimiento, o se hacen
en el transcurso de sus vidas?
Esta pregunta es antigua; el mismo Dostoievski, en su famoso
“ Los hermanos Karamazov”, relata las barbaridades cometidas por las hordas de
guerrilleros campesinos contra niños indefensos, como ejemplo de esa otra
“alma” que constituía la compleja Rusia de su tiempo. El famoso marqués de Sade
reivindica esa condición perversa que anida en el hombre y se deleita en echar
las culpas al Creador, que hizo mal su trabajo, permitiendo que estas
naturalezas extraviadas maduren en este Reino animal, confundidas con toda
clase de alimañas.
En Chile, país de pocos crímenes cometidos por delincuentes
comunes, pero con muchos crímenes
cometidos por el Estado y por la pasión desenfrenada de los machistas contra
las mujeres-, y también por los
pervertidos sexuales-, comienza a dar a luz esta criminalidad sin sentido, ese
afán de matar por matar, como es el caso de la mujer asaltada recientemente y
asesinada sin mediar provocación alguna.Asesinada por delincuentes muy jóvenes.
No olvidemos también el caso de Soledad Lapostol, asesinada sin razón alguna
por un criminal que en el juicio daba lecciones y consejo a sus propios
abogados, con una visible sonrisa de
superioridad.
En la misma Venezuela de Uslar Pietri y por el mismo tiempo
en que el escritor entrevistaba al delincuente asesino, se dieron varios casos
de crímenes sin sentido, que eran comentados por la prensa, justamente por lo
extraño de los mismos. Una estudiante que caminaba a la universidad a plena luz del día, se para
un motorista con casco oscuro, le apunta
y la mata; un abuelo que estaba por la tarde sentado frente a su casa
disfrutando un bello atardecer en el barrio de El Paraíso, de pronto se detiene
enfrente un auto y lo matan, sin más ni más, de un certero disparo; finalmente
un joven del barrio alto que bajó a hablar a un teléfono público ubicado frente
a su edificio, en un parque muy transitado, sin que se percatara se detiene un
auto, se baja un fulano que se ubica por detrás y le da un tiro en la cabeza.
Como no se encontraba explicación a estos crímenes, se
terminó por concluir que este tipo de asesinatos eran exigidos como prueba de
valor (o de “pecho frío”) a quienes pretendían enrolarse en las mafias del
narcotráfico.
Un amigo sociólogo explicaba con cierta razón, que aquí la
delincuencia es poco criminal, pues –decía- saben que si no hay sangre, el
delito queda en el limbo, no hay pena. Pero ahora pareciera que esa lógica
encuentra sus excepciones. Mientras se mantenga esa excepcionalidad poco
hay que preocuparse, pero como los
criminales de sangre son cada vez más jóvenes, el temor es que esos delitos de
sangre sean cada vez más frecuentes…y lo terrible sería que esos crímenes sin
sentido no sean efecto del nerviosismo de delincuentes inexpertos sino
fruto de la degradación por degeneración
de los mismos, porque feo sería hablar de un ascenso a una escala superior de
criminalidad.
Una sociedad con un 38% de los jóvenes que no trabajan ni
estudian, que habitan en la periferia de las grandes ciudades, tiene un solo
destino: el incremento imparable de la delincuencia y la violencia. Los pecados
sociales de una estructura marginadora se pagan tarde o temprano en una especie
de anomia y de entropía. No podremos evitar esa caída, esa inmersión en el
conflicto moral y social, como de hecho lo enseña toda experiencia donde se
contrasta la extrema riqueza frente a la pobreza de las grandes mayorías, más
aun cuando la extrema riqueza va manchada de una inocultable delincuencialidad
económica y moral, que queda sin castigo por el lado de la justicia.
La solución es a largo plazo y va necesariamente por el
camino de la equidad social y la aplicación de una justicia inflexible; las
medidas de corto plazo deben tomarse, pero sin las otras…no habrá resultados
efectivos.
El crimen nació con la humanidad, pero cuando el crimen se
hace un problema que amenaza a cada ciudadano como un fantasma, entonces la
cultura ha sido secuestrada por la violencia y la sociedad por el terror.Los
ricos no matan físicamente para delinquir, pero asesinan el alma de un pueblo
al aniquilar los valores de la comunidad.
A la pregunta inicial podemos responder que el mal, es decir
la violencia criminal viene con el hombre, si atendemos a los estudios más
exhaustivos de la ciencia moderna, pero el medio ambiente es fuertemente
incidente en que la violencia emerja como criminalidad, así es que debemos
cambiar ese ambiente social que fomenta la violencia por otro que humanice al
hombre, pues “quien a hierro mata a hierro muere”…..y quien da cariño, amor
recibe.
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