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martes, 5 de abril de 2016

EL CASO PIZARRO
JORGE PIZARRO, MÁS MACHUCADO QUE MEMBRILLO DE COLEGIAL

Por  Rafael Luis Gumucio Rivas

Jorge Pizarro no tenía ya otra salida que renunciar a la presidencia de la Democracia Cristiana – la verdad, nunca debió asumir ese cargo o bien, haber renunciado mucho antes – pues los conspiradores, desde chascones, príncipes y Martínez hasta parte de los pocos militantes que restan en el Partido,  le tenían preparado un “golpe certero”, a punta de puñaladas  - de frente y por la espalda -, y ya había sido contratada una empresa de aseo para limpiar el salón de honor del antiguo Congreso Nacional para borrar toda la suciedad.

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La actual Democracia Cristiana, igual que sus congéneres europeos y latinoamericanos, tiende a ser un partido envejecido, sin ningún papel importante dentro del panorama político y que sólo puede vivir de las glorias de la post guerra y, sobre todo corrompido, no sólo en los casos de los desaparecidos partidos democratacristianos italiano y venezolano, sino también en el chileno.
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En los aportes políticos de Soquimich a la Democracia Cristiana no sólo están “los informes verbales” de dos de los hijos del senador Pizarro, sino también la del hijo  del diputado Roberto León y de la tesorera de la campaña de Eduardo Frei Ruiz-Tagle – ya formalizada junto a Giorgio Martelli -. Recientemente, el fiscal a cargo del caso, Pablo Gómez, ha pedido informes a Estados Unidos sobre los dineros entregados por la empresa no metálica a la campaña de Frei Ruiz-Tagle.
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La mayoría de las Juntas Nacionales de la Democracia Cristiana tiene un carácter dramático indiscutible: así ocurrió, por ejemplo, en Peñaflor donde Eduardo Frei Montalva tuvo que emplearse a fondo para derrocar a la  directiva rebelde tercerista; posteriormente, en los años 70, cuando había que resolver entre formar parte de la Unidad Popular o seguir el camino propio; Radomiro Tomic, como candidato del camino a la presidencia de la República; hoy, el dramatismo estuvo en la renuncia sorpresiva de Pizarro antes del asesinato político por parte de sus camaradas.
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Hay una enorme diferencia entre las Juntas Nacionales de la  Democracia Cristiana en sus épocas de auge y la del último. Es cierto que en ambos casos han existido  funcionarios de gobierno  que han desempeñado cargos en la Junta Nacional, pero la diferencia radica en que antes había militantes de comunas, mujeres y juventud y ahora sólo hay directivos. Constatar esta realidad es demasiado triste, pues es evidente que el dicho “no hay democracia sin partidos políticos”, ahora más que nunca carece de sentido. No sólo la  Democracia Cristiana, sino también el conjunto de los partidos políticos llamados “históricos” son sólo cadáveres vivientes, burocracias y nidos de mafiosos que se han apropiado de todos los cargos públicos y del dinero de todos los chilenos – para qué hablar de la UDI -.
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Nada más ridículo que la postulación presidencial de un personero de este Partido corrupto y decadente, cuyo único destino es seguir mamando a costa del otrora prestigio de la actual mandataria, Michelle Bachelet – hoy puesto en cuestión – o, como último recurso, adherir a la posible candidatura de “San Expedito” de los empresarios. Los democratacristianos, como los radicales, no tienen mejor destino que ser segundones y, de esta manera, protegerse de los cruentos inviernos al calor de buenos cargos fiscales y chantajear siempre al presidente de la república.
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Sería muy cruel enviar a la Democracia Cristiana a los “basureros de la historia”. Más bien es mejor mantenerlos en un cálido hospicio de ancianos.

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