EL CASO PIZARRO
JORGE PIZARRO, MÁS MACHUCADO QUE MEMBRILLO
DE COLEGIAL
Por Rafael Luis Gumucio
Rivas
Jorge Pizarro no tenía ya otra salida que renunciar a la
presidencia de la Democracia Cristiana – la verdad, nunca debió asumir ese
cargo o bien, haber renunciado mucho antes – pues los conspiradores, desde
chascones, príncipes y Martínez hasta parte de los pocos militantes que restan
en el Partido, le tenían preparado un “golpe certero”, a punta de
puñaladas - de frente y por la espalda -, y ya había sido contratada una
empresa de aseo para limpiar el salón de honor del antiguo Congreso Nacional
para borrar toda la suciedad.
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La actual Democracia Cristiana, igual que sus congéneres europeos
y latinoamericanos, tiende a ser un partido envejecido, sin ningún papel
importante dentro del panorama político y que sólo puede vivir de las glorias
de la post guerra y, sobre todo corrompido, no sólo en los casos de los
desaparecidos partidos democratacristianos italiano y venezolano, sino también
en el chileno.
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En los aportes políticos de Soquimich a la Democracia Cristiana no
sólo están “los informes verbales” de dos de los hijos del senador Pizarro,
sino también la del hijo del diputado Roberto León y de la tesorera de la
campaña de Eduardo Frei Ruiz-Tagle – ya formalizada junto a Giorgio Martelli -.
Recientemente, el fiscal a cargo del caso, Pablo Gómez, ha pedido informes a
Estados Unidos sobre los dineros entregados por la empresa no metálica a la
campaña de Frei Ruiz-Tagle.
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La mayoría de las Juntas Nacionales de la Democracia Cristiana
tiene un carácter dramático indiscutible: así ocurrió, por ejemplo, en Peñaflor donde Eduardo Frei Montalva tuvo que emplearse a fondo para derrocar a
la directiva rebelde tercerista; posteriormente, en los años 70, cuando
había que resolver entre formar parte de la Unidad Popular o seguir el camino
propio; Radomiro Tomic, como candidato del camino a la presidencia de la
República; hoy, el dramatismo estuvo en la renuncia sorpresiva de Pizarro antes
del asesinato político por parte de sus camaradas.
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Hay una enorme diferencia entre las Juntas Nacionales de la
Democracia Cristiana en sus épocas de auge y la del último. Es cierto que en
ambos casos han existido funcionarios de gobierno que han
desempeñado cargos en la Junta Nacional, pero la diferencia radica en que antes
había militantes de comunas, mujeres y juventud y ahora sólo hay directivos.
Constatar esta realidad es demasiado triste, pues es evidente que el dicho “no
hay democracia sin partidos políticos”, ahora más que nunca carece de sentido.
No sólo la Democracia Cristiana, sino también el conjunto de los partidos
políticos llamados “históricos” son sólo cadáveres vivientes, burocracias y
nidos de mafiosos que se han apropiado de todos los cargos públicos y del
dinero de todos los chilenos – para qué hablar de la UDI -.
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Nada más ridículo que la postulación presidencial de un personero
de este Partido corrupto y decadente, cuyo único destino es seguir mamando a
costa del otrora prestigio de la actual mandataria, Michelle Bachelet – hoy
puesto en cuestión – o, como último recurso, adherir a la posible candidatura
de “San Expedito” de los empresarios. Los democratacristianos, como los
radicales, no tienen mejor destino que ser segundones y, de esta manera,
protegerse de los cruentos inviernos al calor de buenos cargos fiscales y
chantajear siempre al presidente de la república.
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Sería muy cruel enviar a la Democracia Cristiana a los “basureros
de la historia”. Más bien es mejor mantenerlos en un cálido hospicio de
ancianos.
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