Opiniones del fin de semana
JADUE Y LOS PRESIDENTES
JADUE Y LOS PRESIDENTES
Las relaciones entre la política y el fútbol son
obvias y muy cercanas
Por Carlos Peña
Eso es lo que explica que la FIFA tenga igual o más miembros
que la ONU. Y es que en la medida en que las pulsiones más básicas de los seres
humanos -la agresión, la distinción entre amigo y enemigo, el abrigo de la
masa, el goce de infantilizarse- se subliman y expresan en el fútbol, él es la
actividad universal por excelencia. El multiculturalismo, tan de moda, se
revela como un simple exotismo pasajero frente a la universalidad de ese juego
en apariencia inútil.
Cada selección, por su parte, expresa simbólicamente a la
nación. Sus triunfos son la realización vicaria de sus deseos postergados, la
venganza ritual de sus fracasos, la compensación de las frustraciones
cotidianas, la sublimación de todo lo que, sin el cauce del arco y el gol,
sería combustible para la violencia y la agresión.
El fútbol, en suma, es la realización irracional -es decir,
falsa- de los deseos.
No es de extrañar entonces que los políticos procuren estar
cerca de él cuando el éxito se acerca. Y lejos cuando el fracaso, o el fraude,
asoman.
Fue el caso de Piñera; es el caso de Bachelet.
Piñera no solo se hizo socio de Colo Colo y reveló una
pasión que hasta entonces había disimulado, haciendo creer a todo el mundo que
en realidad era hincha de la Universidad Católica. También intervino, mediante
personas interpósitas, en la elección de la ANFP. El resultado es sabido de
todos. Por una casualidad carambolesca, Sergio Jadue, hoy sospechoso de
delitos, terminó de presidente.
Bachelet no reveló ninguna pasión de última hora, pero se
acercó, con obvios propósitos propagandísticos, no vale la pena ocultarlo, a la
Selección Nacional. Sus fotos en el camarín, las selfies reiteradas, las
escenas acompañadas de Jadue, se hicieron frecuentes. Cómo no: la Selección
estaba triunfando, es decir, realizando vicariamente los deseos de todos. Se
trataba entonces de que, mediante la osmosis de la imagen, a través del
contagio de la fotografía, algo de la satisfacción vicaria alcanzara a la
figura presidencial.
Hasta que la peste del fraude empezó a brotar y todos se
alejan.
¿Hay, sin embargo, alguna asociación entre el fútbol y la
política, entre Jadue y las figuras presidenciales, que vaya más allá de la
simple asociación anecdótica, del mero aprovechamiento propagandístico?
Por supuesto que sí.
Aunque las rutinas del fútbol -esforzarse con los pies y la
cabeza para impulsar una bola, según la definición de Tierno Galván- no tienen
nada que ver con la política, cuando se mira de cerca el andamiaje que lo
sostiene, las similitudes con ella saltan a la vista.
Desde luego, la política y el fútbol descansan sobre
organizaciones formales que suman voluntades, requieren recursos y poseen intercambios
de variados tipos con otras organizaciones (auspiciadores, financistas,
etcétera). Cada una de esas organizaciones (partidos o clubes) compiten entre
sí y, si pudieran, pero no pueden porque se resignan al juego ritual, se
sacarían los ojos.
El conjunto de esas organizaciones posee una coordinación
central, para acceder a la cual se requiere la máxima virtud (en el sentido
maquiavélico de esa expresión). Sergio Jadue accedió al poder de la ANFP de una
manera no muy distinta a como debieron hacerlo, en su hora y en sus partidos,
Piñera y Bachelet. La misma o semejante mezcla de fortuna y astucia, la misma
capacidad de estar en el momento oportuno y aprovecharlo sin respiro. Debe
haber también entre todos ellos la misma capacidad de seducir la voluntad
ajena, de ganar apoyos y obtener recursos. Y es que entre Jadue, Piñera y
Bachelet -guardando las distancias- existe la rara hermandad de la política: el
manejo del secreto que es necesario conocer para imponer la propia voluntad
sobre los otros.
No es raro entonces que Sergio Jadue esté bajo sospecha de
haber cometido fraude, y que quienes se dedican profesionalmente a la política
en Chile, ellos o sus cercanos, estén en una situación parecida. Ha de haber
algo común a la naturaleza de esas actividades para que algo así ocurra, para
que en la política y en el fútbol haya aplausos de la misma o parecida
intensidad y a la vez similares intersticios por los que se cuela, a pesar de
todos los esfuerzos por impedirlo, el engaño en interés propio.
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