DRAMÁTICA ADVERTENCIA DESDE LA “CIUDAD LUZ”: LA TERCERA
GUERRA HA COMENZADO
Por Marcel Garcés
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El mundo ha sido notificado este viernes 13
de de noviembre de 2015, de una manera brutal, pero no sorpresiva, que está viviendo una nueva forma de guerra.
Se trata de una tercera guerra mundial,
sin fronteras, sin Estados en
confrontación, sin una declaración formal de hostilidades, sin identificación de combatientes. Es una guerra
total.
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El ataque en la “Ciudad Luz”, centro
cultural e histórico de Occidente, según parece, confirma que estaremos condenados a convivir con el
terror, el miedo, la incertidumbre y la inseguridad. Francia, Europa en general, Occidente,
tienen una bomba bajo sus pies.
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Lo
de este viernes, es solo una macabra advertencia, pero también una escaramuza,
de una confrontación que se inició con el colonialismo, pero que revive cada
cierto tiempo, como con las agresiones y
ocupaciones recientes de Irak, Libia, y la guerra civil desatada contra
el gobierno de Siria por Estados Unidos, la OTAN, apoyando y financiando con su
máquina de guerra, recursos y asesores militares, a los insurrectos.
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Pero el resto del mundo no está ajeno ni a
salvo de la barbarie, de una lógica de
guerra impuesta en ese escenario - el mundo islámico- por ambas partes.
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Solo que ahora, de manera dramática se ha
notificado al mundo que el escenario de la confrontación se amplía al Viejo
Continente. Ya antes, el 11 de septiembre de 2001, quedó claro que Estados
Unidos tampoco estaba a salvo.
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Es lo menos que uno puede pensar tras el atentado terrorista en Paris,
que nos ha impactado de manera brutal, informados
y sensibilizados a través de los medios de comunicación internacionales.
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Más de 150 muertos y un centenar de
secuestrados, según balances preliminares, un país aterrado, enrejado en una
cápsula de seguridad nacional, en Estado de Emergencia, con sus
fronteras cerradas, estricta y sumamente
vigilados, con las tropas militares en la calle, rostros consternados, muerte, dolor, grafican una situación, que sin embargo, no
se agota en la crueldad de los hechos
que hoy conmueven.
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Mucho menos en el asombro o en la sorpresa
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Lo
cierto es que, aunque relegadas a una breve columna, las agencias internacionales de
noticia dan cuenta de los centenares de muertos de cada día, en combates,
atentados, de una guerra desatada por Occidente, como parte de una política de agresión,
intervención, ocupación y genocidio que busca imponer una dominación política ,
económica y militar, que los medios buscan encubrir.
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Es
obvio.
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Estamos viviendo en una emergencia que amenaza
no solo una forma de vida, un estilo de vida, sino una manera de entender la
convivencia humana. Se trata de un atentado a la democracia,
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Hay una tercera guerra mundial en marcha
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Hay gente que no ha encontrado otro camino
que el de la violencia, como respuesta a agresiones brutales a sus culturas,
sus religiones, sus maneras de vivir, su
soberanía e independencia y en reacción a su miseria, su marginalidad y su
falta de horizontes.
Al intento de una hegemonía colonial del
siglo 21, de la proclamación de un supuesto derecho mesiánico a intervenir
política, militarmente, culturalmente en regiones del mundo, el mundo musulmán, la cultura
islámica, se responde con las clásicas
armas y métodos de lucha de los
subyugados, de los oprimidos.
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Pero el terror brutal no es exclusivo de fedayines
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Bien
lo saben los franceses, que han dado incluso teóricos destacados de la teoría y
practica del terrorismo con el que
enfrentaron la lucha de liberación
anticolonialista en Indochina (el actual Vietnam) y sobre todo en
Argelia, como el coronel Roger Trinquier,
cuyas “enseñanzas”, llegaron a Chile con
Pinochet, a través de la formación y entrenamiento recibido por los esbirros
locales de la Escuela de las Américas de Estados Unidos y de los servicios
represivos de Brasil.
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El drama de las muertes inocentes vivido en
Francia este viernes 13 viene a ser, desde
el punto de vista bélico, un cálculo de bajas
previsibles desde que la doctrina militar e hipótesis de conflicto global del
Pentágono, y en consecuencia de la OTAN,
apuntando al mundo musulmán, como “enemigos”, post Guerra Fría, luego de armar,
entrenar, estimular y financiar a los combatientes de Al Qaeda y Osama Ben Laden, para desestabilizar y atacar a la Unión Soviética.
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Para los estrategas de Occidente, las víctimas
de los aviones de pasajeros o trenes saboteados, de los atentados contra
mercados, restaurantes o lugares de
concentración de personas como mercados o estadios, templos o salas de
concierto, no son más que victimas
colaterales, que a lo sumo se utilizan para estremecer
o emocionar a una opinión pública mundial ya domesticada con la lógica
maniqueísta del “amigo- enemigo”, o la
demonización del otro.
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En todo caso, la historia ha demostrado
que, además de ser un costo inútil para las causas que se asumen como
justificadoras o la demagogia que se esgrime para fundamentarlo, el
terrorismo se instala como discurso y
practica cuando no se logra convencer de los argumentos a las mayorías, ni a
los que se considera propios beneficiarios de esa lucha.
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Es obvio que en el mundo hay muchos motivos
para luchar, de convencer, de enojarse. Sobre todo en el Oriente Medio, pero no
solo allí.
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En
el mundo musulmán hay injusticia social, miseria, explotación, represión
brutal, pero sobre todo inequidad,
brutal diferencia entre ricos y pobres, oligarquías corruptas.
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La
guerra contra Occidente, de la manera con que algunos pretenden contra los “infieles”, puede ofrecer un camino de sacrificio de muchos pobres y desamparados, pero no los libera de sus jeques que adoran los petrodólares, de los que llevan
su harem en aviones privados a las playas del Mediterráneo español, o de la Riviera
francesa.
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Pero además hay intereses en Occidente, en
los servicios secretos de Estados Unidos y de la OTAN, y en el Complejo Militar Industrial y los
barones del Petroleo o de la Banca Internacional, interesados en promover la convulsión en el mundo musulmán,
aunque sea a costa de víctimas fatales occidentales, aunque lo cierto es la
estricta verdad que el mundo árabe, los musulmanes, los que se inspiran en el
Islam, en sus distintas expresiones han pagado solo en estos últimos años de la
nueva agresión imperial contra ese mundo, con centenares de miles de victimas.
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Lo claro es que los atentados terroristas
de este viernes 13, en Paris, solo confirma una vez más que hay una tercera
guerra mundial en marcha, donde no valen las fronteras, y según parece, ni
siquiera las ideologías o religiones. Ni menos las consideraciones
humanitarias: la guerra como en la guerra.
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Es
una guerra donde no valen las consideraciones, ni las legislaciones que la
humanidad ha ido instalando para “humanizar” los conflictos, que por otro lado,
nunca han sido consideradas ni respetadas por los colonialistas y agresores de ayer y de hoy.
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Una maligna estrategia bélica de dominación global ha sido puesta en marcha
por Occidente y es obvio que los actos terroristas de este viernes 13 en Paris,
no son sino respuestas desesperadas, también de una estrategia que apunta a las “vulnerabilidades” de Occidente.
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Claramente no se puede justificar el
balance, quizás aun preliminar e incompleto de esta acción terrorista, ni las víctimas inocentes.
Definitivamente no hay concordancia entre los fines y los métodos. Y las
consecuencias de este acto puede que las tengan que pagar además millones de
emigrantes musulmanes que viven en Europa, por lo menos en racismo, discriminación e inequidad.
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Pero, a no ser hipócritas o ingenuos. El
terrorismo no lo inventaron los fedayines, ni Al Qaeda, ni el llamado Estado
Islámico. Lo instalaron otros y hace
mucho tiempo, en la historia del mundo musulmán, de Europa y en el mundo.
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