Por Enrique
Fernández
El error del
Papa Francisco, que aplastó como un rayo a miles de católicos chilenos, revela
que su máximo líder espiritual también se equivoca como cualquier ser humano.
Se equivoca
como un político corrupto, un juez prevaricador, un profesor que no quiere ser
evaluado, un médico negligente, un periodista sin ética o un jugador de la
selección nacional de fútbol manejando en estado de ebriedad. La decadencia cultural
es el sigo de los tiempos.
Nunca un
pontífice había perdido el control con tanta ligereza. Lo traicionó su afán por
defender al obispo de Osorno, Juan Barros, vinculado a los abusos sexuales que
cometió el sacerdote Fernando Karadima a quien El Vaticano separó de sus
funciones apostólicas. Víctimas de Karadima afirman que el obispo Barros
presenció algunas de las prácticas abusivas del sacerdote y no intervino para
detenerlas. Por eso los laicos y numerosos católicos de Osorno piden su salida
y su reemplazo por otro obispo.
“No se dejen
llevar, de las narices, de todos los zurdos que son los que han armado la cosa”,
dijo el Papa, sin sospechar que tan vulgares expresiones quedaban estampadas en
un video que el viernes pasado difundió el canal Megavisión.
“Osorno sufre,
sí, por tonta. Porque no abre su corazón a lo que Dios dice, que se deja llevar
por las macanas que dice toda esa gente”, agregó el Santo Padre. Es éste el
mismo obispo jesuita argentino Jorge Mario Bergoglio, que hace algunos meses
consideró que “no es justa” la mediterraneidad de Bolivia.
Otro destacado
sacerdote jesuita, el padre Fernando Montes, admitió que el Papa Francisco
incurrió en un error.
“Es obvio que
no se trata de una declaración solemne oficial. Es un exabrupto, una
improvisación hecha al paso en una entrevista pública”, dijo el padre Montes,
rector de la Universidad Alberto Hurtado.
¿Alguna vez, en
los últimos años, se atrevió alguien a cuestionar la infalibilidad del jefe de
la Iglesia Católica como sucede hoy? ¿Es tonto el Papa, como insinuó un
columnista, o es un político de la derecha conservadora con sotana blanca y
poses progresistas?
Sólo en la
literatura podemos encontrar un precedente.
En su novela “Noticias de la tarde”, el escritor canadiense Arthur Hailey traza una escena para ilustrar de un modo magistral el peligro de un error en las declaraciones de un Papa.
La novela
relata que en un avión de Alitalia un grupo de corresponsales acompaña a Juan
Pablo II en una visita a países centroamericanos. Son los meses previos a la
caída del Muro de Berlín, el derrumbe de la Unión Soviética y el fin de la
Guerra Fría. En un momento del vuelo el Papa sale de su cabina y avanza hacia
los periodistas y camarógrafos de televisión. Es entonces cuando el
protagonista de la historia, Harry Partridge, vence su temor protocolar y le
pregunta:
- Su Santidad,
¿quiere usted ir a Rusia?
El Papa
responde que “sí” y agrega:
- Los polacos,
los rusos, son todos esclavos. Pero todos ellos son mi
pueblo.
Antes de que se
pudiera decir algo más, el Papa se volvió y caminó alejándose, para regresar a su
cabina en el avión.
Entre los
periodistas se produjo un inmediato murmullo, en varios idiomas, con preguntas
y especulaciones. Las azafatas de Alitalia que habían estado preparando el
desayuno, dejaron de trabajar y se dispusieron a escuchar atentamente. Alguien
del grupo de prensa preguntó:
- ¿Oyeron lo
que dijo…? ¡Esclavos!
Partridge miró
a su propio camarógrafo y al especialista de sonido. Ambos asintieron. El
sonidista dijo:
- Lo grabamos
El desenlace de
la escena es un intercambio de puntos de vista entre los corresponsales. Un
periodista británico estima que lo que el Pontífice quiso decir fue eslavos
y no esclavos,
al referirse a los habitantes de Rusia y su país natal, Polonia. En inglés
esclavos es slave. El término eslavo es slav. La confusión
idiomática también se habría producido si el Papa hubiera hablado en español,
porque la semejanza fonética entre esclavos y eslavos no deja de ser
curiosa. La lección que nos deja el novelista es que los papas, por muy santos
padres que sean, también cometen errores. Pero la actitud ética de los
corresponsales de esta historia, cuando finalmente omitieron la supuesta ofensa
papal a los pueblos de Rusia y Polonia, evitó un conflicto internacional.
Lo que está claro es que al Papa Francisco, con una
invitación pendiente para visitar Chile, no le gustan los “zurdos”.
Adela Lopez
ResponderBorrar.
Errar es humano cierto!, pero un dignatario canchero, no puede meter las patas de esa manera.