DIPLOMACIA
EL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES UN NIDAL DE SUITICOS
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
En
la Guerra del Salitre, el diario El
ferrocarril dedicó varios editoriales a criticar la conducción de la
Guerra, liderada por el ministro civil, Rafael Sotomayor, con poderes
plenipotenciarios en la zona de guerra y,
luego, a su muerte, le sucedió José Francisco Vergara, que tampoco
escapó de las mordaces críticas del principal Diario de la época. Militares,
como el general Manuel Baquedano, un personaje de pocas luces, cuya única
estrategia consistía en avanzar sin medir las consecuencias de la pérdida de
vidas humanas, también era irónicamente caracterizado por este Diario..
Que en el Chile de hoy los ineficientes ministros de Relaciones Exteriores tengan la más alta calificación en las encuestas de opinión, como Adimark, sólo demuestran la ignorancia y la falta de criterio de los encuestados - si en todos los aspectos de la vida nos dejáramos influenciar por la opinión pública, tendríamos aún la pena de muerte -, afortunadamente, en la actualidad, hay algunas personas que tienen el valor de denunciar, públicamente, incluso a través de los distintos medios de comunicación, de la ingenuidad, sentido mercantilista y crasa ignorancia que, infortunadamente, predomina en nuestra casta política y, por lógica, se extiende a los Presidentes y ministros de Relaciones Exteriores.
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A diferencia de Torre Tagle (Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú), la segunda mejor Cancillería de América Latina, después de la de Brasil, la de Chile, del Hotel Carrera es de las más ineficientes. Torre Tagle se caracteriza por contar con un cuerpo diplomático de carrera y un set permanente de expertos en política internacional, mientras que la Cancillería chilena es un “nido” de ventaneros, muchos de ellos apernados e inamovibles desde la dictadura militar, otros, de la Concertación, nominados por los partidos políticos y, ahora, los de la derecha – cuotas de la UDI y RN – más empresarios que diplomáticos.
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La principal característica de nuestro cuerpo diplomático es la ignorancia supina de la historia de América Latina; algunos saben un poco más sobre los reyes de Inglaterra, que de la historia de la Guerra del Pacífico, menos de las culturas precolombinas; no se puede exigir a un diplomático chileno, incluso a un Canciller, que entienda que la raíz de nuestros conflictos con Perú y Bolivia vienen, en el primer caso, de la ocupación de Lima por parte del ejército chileno - duró más tiempo que la de París, por parte de los alemanes – y, posteriormente, por la pérdida de la región de Tarapacá y, finalmente , por cesión de Arica, mediante el Tratado de Lima. En el segundo caso, la pérdida del litoral de Bolivia, en la provincia de Antofagasta. Mientras Perú y Bolivia no recuperen lo perdido, nuestras relaciones con estos países seguirán siendo conflictivas.
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La estrategia - si se puede llamar de esta manera – no puede ser más equivocada por parte de los distintos cancilleres chilenos, desde Domingo Santa María, (1881-1886), hasta nuestros días: por falta del conocimiento de la historia de ambos países – Perú y Bolivia – nos hemos basado, casi siempre, en la teoría de la intangibilidad de los Tratados, como si estos instrumentos, por sí solos, contuvieran artículos explícitos que trataran todos temas en conflicto. Veamos cada caso en particular: el famoso Tratado de Lima, firmado en 1929 dejó, como lo hemos comprobado, ahora, en La Haya, no dejó en claro, incluso, la frontera terrestre, si era el hito 1 o la Concordia, el hito 9; además de dejar al arbitrio la frontera marítima – ocasión que, muy inteligentemente, aprovechó la cancillería peruana.
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El Tratado de 1904, firmado con Bolivia, el gobierno chileno ha cumplido deficientemente las exigencias contenidas en este instrumento internacional; sólo basta, por vía de ejemplo, el mal estado en que está el ferrocarril Arica-La Paz, ni siquiera Chile ha cumplido con el deber de mantener, en buen estado, la línea hasta Visviri. Qué fácil sería hacer una importante inversión en un buen ferrocarril.
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Creer que lo jurídico es solamente la letra de los Tratados demuestra mucha cortedad de vista y una supina ignorancia, pues los jueces internacionales siempre consideran, por lógica, todas las variables posibles, desde el contexto histórico, cultural y político, hasta las relaciones de consensos y disensos de los países involucrados en el contencioso, plano donde estamos en desventaja.
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