DESPUÉS DE HIROSHIMA
Por Martín Poblete
Una vez concluída la Segunda Guerra Mundial, Japón era un país militarmente ocupado y gobernado, las traumáticas tragedias de Hiroshima y Nagasaki de alguna manera empujadas a segundo plano por la humillación de la derrota, la rendición incondicional, y el régimen de ocupación al mando del Gobernador Militar General Douglas MacArthur; por su parte, Estados Unidos emergía con un engañoso monopolio del poder nuclear.
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Los científicos americanos, especialmente Robert Oppenheimer, habían conocido a los científicos rusos cuando estudiaban sus doctorados en Gotinga y Berlín en la década del 1920, respetaban sus capacidades y cualidades, consideraban una mera cuestión de tiempo cuando la entonces Unión Soviética tendría también armas nucleares; de todas maneras, el relativamente corto lapso de tiempo transcurrido hasta la verificación de la primera prueba de un arma nuclear soviética. fue considerado sorprendente por muchos, en gran medida por ignorar las cualidades organizativas del director del programa Dr. Igor Kurchatov.
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Conocedor del exitoso experimento atómico soviético, Oppenheimer propuso entablar negociaciones para controlar el desarrollo de la investigación nuclear, buscando evitar la construcción de nuevas bombas tipo Hiroshima; tuvo, implícitamente, el medido apoyo del General Dwight Eisenhower expresado en aquella frase: "Las armas nucleares no se pueden contar como si fueran balas de cañón". Pero una mayoría de los científicos americanos, bajo el liderazgo del Dr. Edward Teller, optaron por la construcción de armas termonucleares -the Super- asumiendo una cierta superioridad científica y tecnológica la cual, creían, estaría por mucho tiempo fuera del alcance de sus colegas soviéticos; Oppenheimer cuestionó esa lógica, pero fue separado del programa nuclear negándosele acceso a material clasificado, en uno de los mas oscuros episodios en la historia de Estados Unidos en el Siglo Veinte.
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Hiroshima 1945 |
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Se había cumplido, nuevamente, el anuncio profético de Oppenheimer, pero no sería la única teoría en ser demostrada. Hacia fines de la década del 1920, el Dr. Werner Heisenberg propuso su teorema de la incertidumbre, postulando que cualesquiera intervención humana en replicar procesos energéticos como los de la superficie solar, serían incontrolables y tendrían resultados imprevisibles. Efectivamente, tanto las pruebas termonucleares británica como la americana y la soviética excedieron muy largo todos los cálculos previos, el teorema del Dr. Heisenberg había sido plenamente demostrado.
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En una de las grandes paradojas de la historia, Estados Unidos y la Unión Soviética siguieron adelante con el diseño y construcción de armas termonucleares, a sabiendas de la imposibilidad de controlar ni por aproximación las consecuencias de su eventual uso; para la fecha de los principales tratados bilaterales de control de armas estratégicas, durante el régimen Brezniev en la Unión Soviética, y el gobierno del Presidente Richard Nixon en Estados Unidos, ambas superpotencias habían construido miles de armas termonucleares, y cada una mas de mil misiles balísticos intercontinentales, capaces de llevar a destino una bomba termonuclear de poder destructivo exponencialmente mayor en varias veces al de las bombas en Hiroshima y Nagasaki.
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En un desarrollo paralelo, varios países, cada uno por sus propias razones, construyeron armas nucleares del tipo Hiroshima.
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El primero fue Francia. cuyas razones geopolíticas fueron planteadas por el General Charles de Gaulle, teniendo lugar la primera prueba durante el gobierno del Presidente Pompidou; el segundo fue China, consecuencia directa de la reevaluación de su relación con la Unión Soviética por Mao Zedong luego de la muerte de Stalin; luego sería India con talento científico propio, doctorados en el Reino Unido especialmente Cambridge, con apoyo en el trabajo de los genios matemáticos Chandrasekhar y Ramanujan, y un reactor experimental donado por Canada; después Israel, también con científicos locales y un reactor experimental donado por Francia; Pakistan, gracias a la creatividad y audacia del Dr. Khahn; y mas recientemente el programa sin verificarse de Corea del Norte.
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El fin de la Guerra Fría con la derrota del comunismo soviético seguido del colapso y disolución de su proyecto histórico, la Unión Soviética, facilitó la reducción negociada de los arsenales termonucleares de Estados Unidos y Rusia, sin embargo ambas potencias siguen en posesión de varios miles de unidades, de mas de mil misiles balísticos intercontinentales, y de submarinos estratégicos capaces de lanzar misiles con cabezales atómicos tipo Hiroshima. Los poderes nucleares menores siguen aferrados a sus limitados arsenales. Las razones para prolongar tanta demencialidad son, en lo esencial, geopolíticas; mientras esas lógicas y los temores acompañantes no sean tratados de manera diferente, será muy difícil hablar con seriedad de reducciones significativas de los respectivos arsenales.
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Con cada aniversario de las tragedias en Hiroshima y Nagasaki se renueva el llamado a un mundo sin armas nucleares, esos llamados se han ido tornando rituales, son parte de una conmemoración sin mayor impacto posterior.
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Tal vez la única institución de alcance universal capaz de alzar su voz en la materia, con expectativas de generar impacto y reacciones con sentido de permanencia y proyección, sea la Iglesia. El 21 de febrero de 1943, en discurso ante la Pontificia Academia de Ciencias, el Papa Pío XII advirtió de los riesgos del uso militar de la energía nuclear.
Todos los Papas posteriores han reiterado esa advertencia, desde Juan XXIII a Francisco; asimismo, se han promulgado importantes documentos tratando el asunto, entre ellos la Encíclica Pacem in Terris/Paz en la Tierra del Papa Juan XXIII; Gaudeum et Spes, uno de los documentos del Concilio Vaticano II; y El Desafío de la Paz, carta pastoral de los obispos de los Estados Unidos promulgada en mayo de 1983.
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