COLUMNA DE SQUELLA-KRADIARIO
¿SERÁ MUCHO PEDIR?
Por Agustín Squella (*)
Resultaría candoroso esperar grandeza de la política y una
ingenuidad mayor exigirla.
La política es una actividad que tiene que ver con
el poder -con ganarlo, con ejercerlo, con incrementarlo, con conservarlo, con
recuperarlo- y, atendida la índole que posee, a todo lo más que puede aspirarse
es a que se haga con sujeción a las reglas de la democracia, una forma de
gobierno que garantiza que tanto la disputa como el ejercicio del poder serán
pacíficos, esto es, sin que predomine la ley del más fuerte y, desde luego, sin
derramamiento de sangre.
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La guerra no es la continuación de la política por otros
medios. Todo lo contrario, la política, en particular la de carácter
democrático, es la sustitución de la guerra por los enfrentamientos pacíficos
que tienen lugar en las elecciones populares y en las votaciones de los
parlamentos. Unas elecciones en las que a nadie llama la atención que el poder
quede finalmente en manos de la mayoría y unas votaciones, sin embargo, en que
cada vez que la mayoría se impone en alguna de las ramas de nuestro Congreso,
la minoría derrotada protesta porque dice sentirse arrasada.
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La democracia es encuentro y diálogo de distintas posiciones
sobre los asuntos acerca de los cuales hay que legislar. También es búsqueda de
acuerdos. Pero si el acuerdo se vuelve en algún caso imposible, el efecto no
puede ser la parálisis de la decisión, sino la aplicación de la regla de la
mayoría. Una minoría no puede interpretar la aplicación de esa regla como un
abuso ni menos pretender que la mayoría adopte su punto de vista. Sería raro
que en democracia se gobierne con las ideas de la minoría y no con las de la
mayoría.
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A riesgo de mostrarme ingenuo, a nuestra política local le
falta grandeza. Le sobra oportunismo y le falta sentido de Estado. Le sobran
carreras políticas personales y le faltan propósitos colectivos. Le sobran
partidos y le faltan doctrinas. Le sobran militantes a los partidos y a estos
les falta sincerar sus padrones. Le sobran pretensiones y le faltan ideas. Le
sobran señales y le falta contenido. Le sobra pillería y le falta integridad.
Le sobra cálculo y le falta pensamiento. Le sobra precipitación y le falta
prudencia. Le sobran ganas de vencer y le falta ética en la competencia. Le
sobra egolatría y le falta desprendimiento. Le sobran arrebatos y le falta
inteligencia. Le sobra ruido y le faltan sonidos. Le sobra estridencia y le
falta sordina. Le sobran desacuerdos y le falta tolerancia al desacuerdo. Ante
un gobierno en serios problemas, le sobran intentos por sacar ventajas de la
situación y no por mejorarla. En suma, a nuestra política le sobra
aprovechamiento y le falta nobleza.
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El problema es que los ciudadanos se dan cuenta de todo eso
y que la mayoría de los actores políticos parecen no hacerlo, o, mejor, se dan
perfectamente cuenta, pero les importa poco o nada. Algo parecido a lo que
ocurre con sus malas prácticas: saben que desde hace tiempo la ciudadanía las
conoce y reprueba fuertemente, pero tuvieron que esperar las conclusiones de un
Consejo Presidencial para agilizar las medidas administrativas y legales que
rehusaban implementar, y que todavía resisten tratándose de la democratización
y transparencia de los partidos.
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Falta no ya de grandeza, sino de simple buen gusto, en el
espectáculo que están dando las figuras que se declaran disponibles (¿puede
haber una expresión más vulgar?) para una elección presidencial que tendrá
lugar dentro de dos años, y aquellas que, más que disponibles, están ya en
abierta campaña, pero que, con total insinceridad, declaran ante las cámaras
que todavía es prematuro pensar en eso.
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Errores graves del gobierno, errores graves de la coalición
gobernante, errores graves de la oposición, y así es como estamos.
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¿Será mucho pedir un poco de grandeza, de lado y lado, para
salir del mal momento en que nos encontramos, o continuará cada cual tirando
para su lado y calculando cómo sacar alguna ventaja de una Presidenta y un
gobierno en problemas?
(*) El autor es columnista estable de El Mercurio
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