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domingo, 16 de agosto de 2015

COLUMNA DE CARLOS PEÑA-KRADIARIO

LENGUAJE DE SEÑAS

Por Carlos Peña (*)

¿Qué significado cabe atribuir a la visita que hizo este jueves el ex Presidente Lagos al ministro Burgos, a la salida de la cual lo elogió sin reservas?
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Los actos, como los sueños, suelen tener un doble contenido; uno manifiesto y el otro latente. Uno es la escena que aparece en el sueño, otro el deseo mudo que la anima y que la escena expresa y disfraza.
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El contenido manifiesto de esta visita resulta inocuo. El ex Presidente quería informar de la iniciativa constitucional que impulsa su fundación. La reunión con los ministros habría sido nada más que un acto de pedagogía constitucional, una forma de hacerles saber que la republica.com -la deliberación a través de las redes- puede ser una forma higiénica, rápida y universal, carente de los ruidos de las asambleas y las vociferaciones de los cabildos, de iniciar el proceso constituyente. Y como Burgos fue subsecretario durante su gobierno, era natural que además, y aprovechando la ocasión, hablara bien de él.
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Pero el contenido manifiesto no es el importante. Él suele ser un disfraz de algo que, por lo intolerable o irritante, se resiste a ser explícito.
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¿Cuál es el contenido latente -los deseos mudos- que revela la visita del ex Presidente?
Basta revisar dos o tres circunstancias para saberlo.
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La visita se produjo en ausencia de la Presidenta y luego de una entrevista que puede ser catalogada entre las más extrañas del último tiempo (y por lo mismo, un acierto del diario que la realizó). Los políticos reflexivos conceden entrevistas cuando tienen una información que entregar o existe una nube que decidieron disipar. En la entrevista al diario La Tercera, sin embargo, la Presidenta Bachelet no dijo nada, absolutamente nada, sino que prefirió desdecirlo y confundirlo todo: devaluó la presencia de Burgos y Valdés, y despojó de todo sentido inteligible al realismo sin renuncia que ella misma había proclamado.
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La visita del ex Presidente Lagos -ya se sabrá de quién fue la idea- intentó corregir lo anterior.
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Aprovechando un punto de prensa, una verdadera mise-en-scène que contó, sin duda, con la anuencia del propio Burgos, el ex Presidente Lagos se encargó de subrayar la autoridad del ministro del Interior, elogió su desempeño en la función pública y explicó el realismo sin renuncia: una cosa, dijo, es pensar el país sin el incómodo roce del tiempo (un plano que no requiere renuncia a nada) y otra gobernarlo en los acotados períodos de la democracia (plano en el que impera el realismo y los anhelos se abrevian).
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Fue un acto -todo hay que decirlo- innecesariamente lesivo para la Presidenta que, desde la distancia, vio cómo el ministro del Interior montaba en la casa de gobierno, o consentía se montara, una cuidadosa escena con un ex presidente para fortalecerse a sí mismo.
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Y es que no fue necesario referirse a la entrevista de la Presidenta o siquiera nombrarla, para que el acto del ex Presidente Lagos, flanqueado por Burgos, que entonces fungía de Vicepresidente, fuera una corrección, y una crítica, a las declaraciones que apenas tres días atrás había efectuado la Presidenta. Todos entendieron que la mise-en-scène era una forma de corregir a la Presidenta Bachelet y apoyar a Burgos, una complicada maniobra, en suma, para enderezar las letras torcidas de la entrevista del fin de semana. Una forma adolescente y torpe de insuflar la imagen del ministro.
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El acto subrayó la doble carencia que sus ejecutores constatan: la ausencia de la Presidenta a la hora de tomar decisiones claras (la presencia de Lagos enfatizaría la ausencia, incluso física, de ella) y la falta de significado consistente en su discurso (algo que el ex Presidente, al explicar la fórmula del realismo sin renuncias, puso de manifiesto). Y, lo más importante, el acto no solo subrayó esas dos carencias, sino el deseo de Burgos y de Lagos de colmarlas.
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Ese fue el contenido latente -el deseo inconfesado- de ese acto. Pero no es lo único.
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El hecho de que en el espacio público sea cada vez más frecuente recurrir a gestos (las apariciones conjuntas de Burgos y Valdés, una entrevista donde la Presidenta les resta importancia y ahora esta mise-en-scène ) es un síntoma de lo que está pasando con la política hoy en Chile: ya no parece haber oídos para las palabras, ni imaginación para las ideas.
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Solo parece haber capacidad para ejercitar un raro lenguaje de señas.

(*) El autor es columnista permanente de El Mercurio

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