OPINIÓN
LA DESMESURA DE ROBERTO AMPUERO
LA DESMESURA DE ROBERTO AMPUERO
Por Carlos Peña
"Roberto Ampuero se
dedicó, en su intervención en la Enade, a exacerbar los temores irracionales y
torpes de algunos empresarios que lo aplaudían de pie: la vuelta de la UP, el
retorno de los sueños del estatismo, la dominación cultural..."
Esta semana la Enade fue el escenario de la
desmesura, de la exageración. Y como en la mayor parte de los seres humanos el
miedo juega un papel más importante que la esperanza, el resultado fueron unos
aplausos igualmente desmesurados.
¿Qué ocurrió?
Roberto Ampuero hizo un discurso en el que, con calculada
tensión dramática, confesó el temor, que hoy lo invadía, de repetir en sus
sesenta años de edad lo que ya había vivido a los veinte. Ampuero fue miembro
de las Juventudes Comunistas, participó de la experiencia de la Unidad Popular
y debió exiliarse en la RDA, la entonces Alemania comunista, y en Cuba. Hoy le
inquieta, confesó ante los empresarios, quienes le oían con paciencia
psiquiátrica, el "incipiente clima de odios que comienza a envolver a
Chile"; las reformas estructurales que se han anunciado por el Gobierno le
producen, dijo, un déjà vu de lo que vivió a los dieciocho años, cuando la
Unidad Popular lo estremecía de entusiasmo, solo que ahora no es entusiasmo
sino miedo lo que siente; las utopías que hoy animarían al Gobierno, concluyó,
serían similares a las que inspiraron países, como la RDA o la URSS, que hoy no
existen.
En suma, Roberto Ampuero tiembla de temor ante el Chile de
hoy. El fantasma de la polarizacion y el odio, el estatismo, y la influencia
cultural de la izquierda alimentan su temor de que Chile esté hoy al borde del
abismo.
¿Es razonable ese diagnóstico? ¿Tiene sentido de realidad?
Por supuesto no hay ningún motivo para dudar de la
sinceridad de Roberto Ampuero. Es probable que su extrema sensibilidad de buen
escritor (rasgo este que, por desgracia, en sus últimas obras disimula con rara
perfección) le haga sentir de veras lo que confesó ante ese auditorio
estremecido.
Pero, como es obvio, hacer de la propia subjetividad un
diagnóstico político respecto del Gobierno, de este o de cualquier otro, es
sencillamente un error que daña la esfera pública y aleja el diálogo que el
mismo Ampuero dice añorar. Roberto Ampuero incurre así en los mismos defectos
que él constata y que le causan el deplorable estado de ánimo que mostró ante
los empresarios: erigir la propia subjetividad en la guía del análisis político
y social, transformar el diván, o la imitación de él, en un sucedáneo de la
esfera pública y de la arena política. Porque el problema de hoy parece, en
efecto, consistir en que todos los actores quieren vengar en el día de hoy, en
el presente, los recuerdos de una memoria frustrada o desgraciada.
Ese es el defecto del discurso de Roberto Ampuero ante la
Enade: haber sido escrito desde una memoria cuya principal pulsión parece ser
la de arrepentirse de sí misma. Al revés de Graham Greene, quien recordaba su
vida tal como la vivió, "es decir, sin ninguna ironía", Roberto Ampuero
parece estar deslizándose hacia el peligro de convertir su memoria en un guión
estereotipado para el análisis histórico y político, es decir, en una ideología
al revés.
Los empresarios -tal como Roberto Ampuero sin duda lo soñó,
revelando a sí mismo sus más ocultos anhelos- aplaudieron de pie que hiciera
suyos los temores irracionales y absurdos que algunos de ellos, los más
conservadores y toscos, alimentan cotidianamente en sus conversaciones durante
el almuerzo del domingo. Pero lo que es tolerable en un empresario que
almuerza, a quien no cabría pedirle pericia ni tranquilidad en el análisis, no
es admisible en un escritor como Roberto Ampuero, que debiera ser capaz de
tomar distancia de su propia subjetividad, recordar que la mera subjetividad fuera
del sujeto que la vive se extravía y pierde sentido, y que cuando no se
convierte en simple anécdota, como desgraciadamente le ocurre en su última
novela, se transforma nada más que en una desmesura, como le ocurrió, sin
ninguna duda, con su discurso de la Enade.
Uno de los momentos más aplaudidos de su
intervención se produjo cuando reclamó por el hecho de que la Presidenta
Bachelet no condenó "la dictadura alemana bajo la que también vivió".
Lo que Roberto Ampuero no advierte es que la Presidenta Bachelet posee algo que
él arriesga perder: pudor cuando se trata de la propia memoria.
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