OPINIÓN
UNA LUCHA HISTÓRICA
Por Camilo Escalona

UNA LUCHA HISTÓRICA
Por Camilo Escalona

Hace 25 años, el ciudadano Patricio Aylwin Azócar, era
electo Presidente de la República. Al momento de ser elegido contaba con una
vasta experiencia política que lo había hecho senador reelecto en la actual
región del Maule; siete veces Presidente de la Democracia Cristiana y en una
ocasión Presidente del Senado.
Su llegada a La Moneda se sustentaba en la Concertación de
Partidos por la Democracia y en la campaña electoral concurrió además, el
respaldo del Partido Comunista.
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La extensa biografía que lo distinguía, fue un factor
decisivo en su apoyo, al contribuir a derrotar la campaña de atemorizamiento y
terror del régimen dictatorial que ya no podía impedir una derrota que lo
alejaba del poder, al cual se había aferrado con dientes y muelas a lo largo de
más de 17 años, recurriendo a las más crueles y sistemáticas violaciones a los
Derechos Humanos.
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El 14 de diciembre se afirmaba la perspectiva de hacer
realidad el término del odio y de la violencia institucionalizada, de
vergonzosas y oscuras privatizaciones que trasladaron enormes caudales públicos
a manos de codiciosos incondicionales del régimen, era la hora del fin de
abusos y prácticas deleznables; se abría una nueva etapa en la historia de
Chile.
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Ese fue un cambio de época, profundamente refundacional que
se inició con el plebiscito del 5 de octubre de 1988, para abrir el camino
desde la dictadura a la democracia, del terrorismo de Estado al respeto
institucional de los derechos humanos, de los abusos del poder a la paz social,
de la persecución a los opositores al debate en el Parlamento, de la apología
del mercado a la paulatina recuperación del rol del Estado para asegurar el
bien común del país.
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Con Patricio Aylwin se formó la Comisión Rettig y se
reivindicó, desde la verdad histórica, la memoria de las víctimas, de los
detenidos-desaparecidos, de los ejecutados y torturados, de las personas
violadas y víctimas de otras formas de violencia sexual. Asimismo, las leyes
Cumplido se aprobaron para resolver la libertad de los presos políticos que
habían luchado contra la dictadura.
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Ahora, veinticinco años después, hay quienes señalan que no
se hicieron todas las reformas o transformaciones que debieron hacerse para
terminar con la herencia tan brutal y amarga de la dictadura. Es posible,
sobretodo en el ámbito de restablecer la primacía de lo público ante lo
privado. Es claro que no fue una tarea perfecta; por lo demás no hay obra
humana que podría serlo.
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La historia será un juez severo que mostrará debilidades e
imperfecciones. Por ello, los criterios para el balance evolucionan de una
generación a otra. Pero, tengo la convicción que no hay argumentos sólidos y
coherentes para poner en duda lo fundamental.
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En la Concertación hubo acuerdo en lo esencial, reinstalar
en el país un régimen democrático; esta voluntad le posibilitó constituirse en
una sólida mayoría, que asumió con unidad y responsabilidad la misión de
gobernar el país. Pero, era imposible que pudiera hacerse cargo simultáneamente
del conjunto de los desafíos generados en el proceso de reimplantación del
Estado de Derecho democrático.
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Además, los enclaves autoritarios fueron hasta las reformas
constitucionales del año 2005, un obstáculo infranqueable en el propósito de
lograr que fueran primordiales los intereses mayoritarios de la nación, por
sobre la tozuda resistencia de la minoría pinochetista dedicada a asegurar sus
convicciones, propósitos y afanes autoritarios.
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Sin embargo, seamos claros, aquella confluencia histórica de
fuerzas, desde el centro hasta la izquierda, expresada en aquel periodo
histórico en la Concertación, logró avanzar en una tarea que muchos veían como
imposible; lo que se hizo permitió que en Chile haya democracia. Ni más ni
menos.
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Ahora para ensanchar y llevar a una nueva etapa este legado
el bloque de gobierno, la Nueva Mayoría, tiene la palabra. Ese es el desafío.
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