LA REFORMA "NO ENTRA CON SANGRE", SOLO CON DIÁLOGO Y CONSENSO
Por Walter Krohne
Hoy parece que toda discusión en torno al desarrollo del gobierno y sus efectos en Chile parece simplemente inútil y sin sentido, porque no se ve una capacidad para enmendar rumbos o corregir realmente lo que está malo a toda vista y percepción. El gran error quizá fue haberse enceguecido con una reforma educacional que tardará varios años en dar sus frutos, sin apreciarse por el momento una hoja de ruta que tenga como objetivo central mejorar la calidad de la educación, que es lo prometido y fue también la discusión desde el primer momento.
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Sin embargo, lo avanzado hasta ahora busca resolver un problema político como es terminar con el lucro, el copago y la selección. Son tres elementos que le molestan a la izquierda, especialmente al Partido Comunista, y que van acopladas, apreciándose que por esta vía Chile quiere llegar a lograr una educación fiscal gratuita y que realmente constituya un derecho social y no un negocio como parece haber sido hasta ahora, aunque hay que destacar que este problema se ha apreciado mayormente en la educación superior donde grupos privados han hecho pingües negocios, lucrando hasta no poder y sin el más mínimo control de las autoridades educacionales durante años. Esto sin embargo puede ser perfectamente controlado para evitar que se produzcan casos como la quiebra de la Universidad del Mar o de Arcis que sorprendieron a todo el mundo.
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No es necesario esperar a que se produzcan estos extremos para recién comenzar a tomar medidas contra los sostenedores. El desarrollo y evolución de estos planteles deben ser seguidos paso a paso por revisores expertos del Estado que estén además en condiciones de corregir todo tipo de distorsiones sin llegar a largos y tediosos procesos judiciales.
Bachelet y su equipo tomaron como elementos claves de respaldo las marchas sociales por la Alameda que organizaron los estudiantes universitarios en los últimos años para reformar la educación como el pilar central de un programa de Gobierno que comprendía tres grandes reformas: Tributaria, Educacional y Constitucional. La tributaria, ya aprobada, está destinada principalmente a financiar la reforma educacional, al menos es lo que se dice y se aprobó en la ley respectiva.
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Sin embargo esta parte de la reforma no afecta mayormente a la educación media y básica porque en la gran mayoría, los sostenedores de colegios no están frente a condiciones de lucro similares a las de las empresas que controlan gran parte de la educación universitaria privada. Un alto porcentaje de colegios copagos no han sido causas del problema sino todo lo contrario, han venido a resolver un problema, especialmente en comunidades más pequeñas, razón suficiente para que sean hoy defendidas en forma tan insistente por sectores de la población que tienen una preocupación real y viven con la incertidumbre del futuro en materia de educación para sus hijos. Esto nada tiene que ver con colores políticos de derecha o izquierda. Es una cuestión de Estado y del desarrollo futuro de las nuevas generaciones que quedarán a cargo de la conducción de este país.
Hay un gran número de padres y apoderados, en algunas regiones son hasta claramente mayoritarios, que no quieren apartarse de los colegios copago porque entre colegios y ellos se ha desarrollado una relación muy estrecha que redunda en beneficio directo y efectivo para el mejoramiento constante de la oferta final del plantel. Indudablemente que estos establecimientos no deberían ser tocados y mucho menos ahora al comprobarse que por años poco o nada se ha hecho para mejorar la educación fiscal.
La Nueva Mayoría, que volvió a colocar a la doctora Bachelet en La Moneda por un segundo período presidencial, tomó la educación como un muy buen argumento para convencer al electorado de que ahora si vendrían los cambios, lo que en la realidad se está convirtiendo en una verdadera fábula. Sus dirigentes se basaron en lo que "decía la calle", es decir en las manifestaciones de estudiantes y profesores que pregonaban la llegada de una educación de verdad. Si nos basamos en las definiciones de estos movimientos conocidas últimamente "son éstos, grupos de personas organizadas para lograr el cambio social en el tiempo", citando a Manuel Antonio Garretón. Para que estos duren en el tiempo los grupos deben lograr un entendimiento de parte del sistema político para tener un rol dentro de éste, pero sin convertirse en parte, lo que es un balance difícil de mantener, como explicó a su paso por Chile Sidney Tarrow, profesor de ciencias políticas y sociología de la Universidad de Cornell de EE UU.
En Chile el proceso se ha dado con los ex dirigentes estudiantiles dentro del sistema político, como son las diputadas Camila Vallejo y Carol Cariola, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, pero ninguno, salvo Boric, tienen una idea más aterrizada sobre las medidas que hay que tomar o la estrategia a seguir para mejorar la educación en Chile y entregar a miles de jóvenes una enseñanza que sea de gran calidad y que llegue por igual a todos. Esto pensando en reducir fuertemente la desigualdad social en este país.
En resumen tuvimos un programa de la Presidenta redactado con la rapidez de un rayo, solamente con palabras bonitas para captar votos, pero la verdad es que ni la Presidenta, ni el ministro Eyzaguirre, ni los asesores ni tampoco los estudiantes convertidos ahora en diputados, sabían con firmeza de que se trataría el mejoramiento de la educación en Chile, punto en el cual no se ha avanzado nada porque el camino elegido va por otro lado, por el lado político y del poder y no a favor de la calidad. Para esto último aparece como urgentemente necesario abordar a fondo la situación de los profesores, sus capacidades, sus conocimientos, sus talentos y condiciones. Sin embargo esto está por el momento fuera de toda posibilidad porque el Colegio de Profesores está dividido y gran parte del gremio en huelga afectando a más de 1.100 establecimientos en el país.
Con tanto enredo y complicaciones, el ministro de Educación debió viajar apuradamente a Finlandia y a otros países europeos para conocer los sistemas educacionales que se han implementado allí con mucho éxito y por muchos años, viajes que deberían haberse realizado antes de la asunción de Bachelet al poder para haber podido entrar a La Moneda con las ideas completamente claras.
Sea cual fuere el resultado del proyecto educacional, la verdad es que esta reforma le costará al Gobierno y a la Presidenta en especial un alto precio, especialmente por la gran oposición que existe frente a ella. Un avance de esta índola no puede hacerse o decidirse entre cuatro paredes dentro de la coalición; requiere de un gran consenso nacional, lo que debería cumplirse y respetarse fielmente, ya que a decir verdad Bachelet ganó con el 40% de los electores que fue a votar, porcentaje que no le sería completamente suficiente para tomar decisiones por cuenta propia sin considerar a una gran parte de chilenos que no fue a votar y hoy se opone a este cambio. Es una cuestión de legitimidad electoral o ¿no?.
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