OPINIÓN
EL IMPERTURBABLE AVANCE DEL SECTOR EMPRESARIAL
Por Manuel Acuña Asenjo
Puede parecer extraño que en esta oportunidad, ante las
manifestaciones de protesta que han tenido lugar durante los últimos años,
hayamos querido referirnos a las eventuales tareas posibles que tiene por
delante el empresariado chileno. Puede, por lo mismo, parecer una tarea un tanto inútil pues no deja de ser
cierto que muchas de aquellas protestas han menguado en intensidad y no poseen
el vigor y la fortaleza que mostraron hace dos o tres años, circunstancia que
invitaría a ese empresariado a perseverar en su tradicional conducta.
Es
cierto, igualmente, que gran parte de la antigua dirigencia social ha sido
convenientemente cooptada por el actual Gobierno (algunos de sus representantes
desempeñan cargos en la administración pública en el carácter de expertos o
asesores ministeriales) o por otras instancias estatales (el Parlamento) y ya
no representan para el conjunto social la esperanza que fueron en otras épocas
sino, más bien, sus figuras provocan una profunda decepción[1].
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Por lo demás,
el sector más lúcido del movimiento estudiantil se encuentra hoy, en
gran medida, dividido entre los que desean apoyar al pacto de Nueva Mayoría y
quienes buscan actuar con absoluta libertad de los grupos políticos. Los
avatares de la escena política parecen haber conquistado una parte del
movimiento social.
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En la evolución del ser humano, sin embargo, todo es
posible, y las protestas que ocurrieron en años anteriores pueden volver en
gloria y majestad. Con nuevas exigencias y con nuevos rostros. Especialmente
ahora, pues ya no constituyen, simplemente, la expresión focalizada de una
juventud insatisfecha. En un mundo globalizado, y en una nación que se quiere
mostrar como exitosa, los sectores sobre los cuales ha recaído el peso de la
modernización buscan adquirir protagonismo. Pero no como lo han hecho hasta
ahora los partidos tradicionales. Y eso lo sabe muy bien el empresariado
nacional.
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El movimiento social reivindica para sí los mismos beneficios que
existen en las naciones a las cuales los empresarios quieren asimilarse.
Atestigua aquello la proliferación de los conflictos sindicales que se han
sucedido en estos meses y que han puesto en tela de juicio las direcciones de
la Central Unitaria de Trabajadores y del Colegio de Profesores, organizaciones
conducidas por militantes del partido Comunista que, a su vez, forma parte del
pacto ‘Nueva Mayoría’. Por eso, nos parece importante mirar el actuar del
empresariado, sus reacciones, sus encuentros, sus proyecciones. Facilita a su
contraparte la formulación de planes que puedan conducir al establecimiento de
un modelo más inclusivo. Le ayuda a prever lo que puede suceder en el futuro.
No deja de tener razón el malogrado teórico italiano Antonio
Gramsci cuando afirma que la cultura de las clases y fracciones de clase
dominantes se caracteriza por ser una, típica, homogénea y consciente, a
diferencia de la de su contraparte (las dominadas) que, por el contrario, es
múltiple, atípica, heterogénea e inconsciente. Que esos rasgos identifiquen a
la cultura del sector social dominante no debe sorprender: para ser tales.
Dichos estamentos no pueden constituir una variedad de proposiciones sino más
bien asimilarse a un ejército que procede verticalmente, de manera jerárquica y autoritaria. La dominación que
no se ejerce de ese modo no es dominación; es un chiste o, simplemente, no
existe.
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Las clases y fracciones de clase dominante tienen plena
consciencia de su carácter de tal; de otra manera no invitarían a su
servidumbre a incorporarse a la ‘gran clase mundial’[2]; también, por lo mismo,
están ensayando constantemente nuevas formas de organización. Así sucede en el
plano internacional; así parece haber comenzado a ocurrir en Chile.
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Reunión empresarial en Viña del Mar
En efecto, en diciembre del pasado año (2013), y ya con el
resultado en las manos de las elecciones de ese año, que daban el triunfo al
pacto ‘Nueva Mayoría’, se reunió en el Hotel Miramar, de Viña del Mar, el
sector dirigente de la Confederación de la Producción y del Comercio CPC, bajo
la dirección de Andrés Santa Cruz, a fin de analizar la posibilidad de definir
un plan de trabajo para esa organización. Estaban presentes en el encuentro dos
personajes que anteriormente habían participado en la empresa consultora
‘McKinsey’ y que hoy representan a su homónima ‘Virtus Partners’.
Aun cuando
poco o nada se supo de dicha reunión, existen antecedentes que permiten suponer,
como motivo central del encuentro, la presentación y discusión de un documento
redactado por su presidente en el cual se abordarían temas de índole económica
que podían afectar al empresariado durante el curso de 2014; presumiblemente,
el documento contenía, además, un análisis acerca de cómo los cambios sociales
de los últimos meses habían impactado a ese sector. Se sabe sí, a ciencia
cierta, que no hubo posibilidades en dicho cónclave de pronunciarse sobre el
contenido del documento pues solamente asistieron al mismo los presidentes de
cada una de las entidades miembros que son seis. Las organizaciones
empresariales son bastante rigurosas en cuanto a consultar la opinión de sus
consejeros y miembros participantes. No actúan como a menudo lo hacen otras,
sino aplican entre ellas la más absoluta democracia.
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Durante el presente año, esa misma organización del
empresariado nacional (CPC) ha continuado con sus reuniones. La última de todas se realizó el miércoles 22 de octubre pasado con presencia de la
generalidad de sus directivos, con excepción del representante de la Sociedad
Nacional de Minería SONAMI, Alberto
Salas. En esa oportunidad acordaron volver a sostener un encuentro a fin
de fijar la política de la entidad en diciembre.
Sucede en el gremio empresarial
Un profesor de derecho de la Universidad de Concepción
definió a Chile, en cierta oportunidad, como ‘un país de repercusión, pero de
repercusión tardía’, pues las prácticas de las naciones poderosas que llegan,
sin lugar a dudas al país, no lo hacen con la celeridad que podría suponerse;
a menudo, tales prácticas se incorporan a la actividad nacional con décadas de
retraso.
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Es costumbre del empresariado y de los gobiernos de las
naciones centrales, el estudio y formulación de planes o estrategias, y la
determinación de tareas a realizar en el corto, mediano y largo plazo.
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Esta
circunstancia no debería sorprender pues toda planificación o fijación de
estrategias constituye una expresión de lo que podemos considerar, con Gramsci,
la ‘consciencia’ de las clases y fracciones de clase dominantes. Pero en Chile,
esta consciencia no siempre se manifiesta con celeridad, como ya se ha
indicado, sino los cambios advienen con décadas de retraso.
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Sin embargo, en
este último tiempo, y como consecuencia de las manifestaciones sociales de los
últimos años (especialmente, las protestas estudiantiles), una novedosa forma
de entender el comportamiento social
parece haber comenzado a germinar dentro del empresariado [3]. Las clases
y fracciones de clase dominantes asumen nuevas formas de organización y se
preparan para enfrentar los conflictos del futuro con instrumentos más eficaces
y acordes a las tendencias que se advierten en el plano internacional.
[1] Una encuesta de la Universidad Diego Portales UDP
(Encuesta ICSO-UDP 2014) dada a conocer el miércoles 5 del presente señaló que
el desempeño como diputados de los ex dirigentes universitarios que lideraron
en 2011 y 2012 el Movimiento Estudiantil, cuenta con una alta desaprobación de
52,1 por ciento y una aprobación de sólo 26,5 por ciento.
[2] Así lo hizo durante muchos años (fines de 1900 y
principios de 2000) la empresa transnacional sueca ‘Ericsson’, cuyos ejecutivos
estaban permanentemente invitando a sus trabajadores a perfeccionarse para
pertenecer a la ‘gran clase mundial’.
[3] Una de los personajes más lúcidos en este aspecto es el
empresario Roberto Fantuzzi, hombre que parece estar adelantándose
permanentemente a sus colegas en la previsión de los hechos.
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