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lunes, 7 de octubre de 2013

7-10-2013-KRADIARIO-EDICIÓN N° 873

EL PAPA: ASÍ CAMBIARÁ LA IGLESIA
PRIMERA PARTE
Entrevista de Eugenio Scalfari, director de La Repubblica de Italia al Papa Francisco, publicada el 1 de octubre de 2013
Esta documentación la ofrecemos en dos partes a partir de hoy:


Me dice el Papa Francisco: “los males más graves que afligen al mundo en estos años son la desocupación de los jóvenes y la soledad en la que son abandonados los viejos. Los viejos necesitan cura y compañía, los jóvenes necesitan trabajo y esperanza, pero no tienen ni lo uno ni lo otro, y el problema está en que ya no buscan ambos. El presente los ha aplastado. Dígame: ¿se puede vivir aplastados en el presente? ¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse al futuro construyendo un proyecto, un porvenir, una familia? ¿Es posible seguir así? Este, según yo, es el problema más urgente que la Iglesia tiene ante sí”.
 
Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, que tiene que ver con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones sindicales.

“Cierto, usted tiene razón, pero tiene que ver también con la Iglesia, sobre todo la Iglesia porque esta situación no hiere solo los cuerpos sino también las almas. La Iglesia debe sentirse responsable de las almas y de los cuerpos”.
Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente y que la exhorta a seguir en ese camino?

“En general esta conciencia existe, pero no basta. Me gustaría que fuese más amplia. No es el único problema que tenemos por delante pero es el más urgente y el más dramático".
El encuentro con el Papa Francisco se dio el martes (24 de septiembre de 2013) en la Casa Santa Marta, en una pequeña habitación vacía, en la que solo había una mesa y cinco o seis sillas y un cuadro en la pared. A este encuentro le precedió una llamada telefónica que nunca olvidaré mientras viva. Eran las dos y media de la tarde. Sonó mi teléfono y se oyó la voz nerviosa de mi secretaria que me dijo: "Tengo al Papa en línea, se lo transfiero inmediatamente".

Me quedé atónito, mientras la voz de Su Santidad se oía al otro lado de la línea telefónica:
-Buenos días, soy el Papa Francisco.

- Buenos días, Santidad -digo yo después-. Estoy emocionado, no esperaba que me llamara.

-¿Por qué emocionado? Usted me escribió una carta pidiendo conocerme en persona. Yo tenía el mismo deseo y por tanto le llamo para fijar una cita. Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco ¿estaría bien el martes?
Respondí: -¡Perfecto!

- El horario es un poco incómodo, ¿a las 15 (3:00 p.m.) le va bien? Si no, cambiamos el día.
- Santidad, a esa hora me va estupendo.
- Entonces estamos de acuerdo, el martes 24 a las 15 en Santa Marta. Tiene que entrar por la puerta del Santo Oficio.

No sé como terminar la conversación, me dejo llevar y le digo:

- ¿Lo puedo abrazar por teléfono?
- Claro, lo abrazo también yo. Ya lo haremos en persona. Hasta luego.

Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me dice:

- Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que tratará usted de convertirme.
- Es un chiste -le respondo. -También mis amigos piensan que usted querrá convertirme.

Sonríe nuevamente y contesta:

- El proselitismo es una solemne necedad, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer que el conocimiento del mundo que nos rodea crezca. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubre nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el marco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el "Bien".
- Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?

- Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien.
-Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me envió. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa

- Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo.
-¿La Iglesia lo está haciendo?

- Sí, nuestras misiones tienen ese objetivo: individualizar las necesidades materiales e inmateriales de las personas y tratar de satisfacerlas como podamos. ¿Sabe usted lo que es el ágape?

- Sí, lo sé.
- Es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es proselitismo, es amor. Amor al prójimo, levadura que sirve al bien común".

- Ama al prójimo como a ti mismo.
- Es exactamente eso.

- Jesús en su predicación dice que el ágape, el amor a los demás, es el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.
“No, no se equivoca. El Hijo de Dios se ha encarnado para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de la fraternidad. Todos hermanos y todos hijos de Dios. Abbá, como Él llamaba a su Padre. Yo marco el camino, decía. Al seguirme siguen al Padre y serán todos sus hijos y Él se complacerá en vosotros. El ágape, el amor de cada uno de nosotros hacia los otros, desde el más cercano hasta el más lejano, es el modo que Jesús nos ha indicado para encontrar el camino de la salvación y de las Bienaventuranzas.

Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.
“A mí –me dijo el Papa– la palabra narcisismo no me gusta, indica un amor desmedido hacia uno mismo y esto no está bien, puede generar daños graves no solo en el alma de quien lo sufre sino también en la relación con los otros, con la sociedad en la que vive. El principal problema es que los más golpeados por esto que en realidad es una especie de desorden mental son personas que tienen mucho poder. Con frecuencia los jefes son narcisistas".

- También muchos jefes de la Iglesia.
"¿Sabe qué pienso sobre este punto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, vanidosos y equívocamente estimulados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado".

-La lepra del papado, ha dicho exactamente esto. ¿Pero qué corte? ¿Se refiere a la curia? Pregunto.
- No, en la curia puede haber cortesanos, pero en su concepción es otra cosa. Es lo que en los ejércitos se llama intendencia, gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede.

En su complejidad es algo distinto. Es la que a efectos gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: es Vaticano-céntrica. Ve y cuida de los intereses del Vaticano, que siguen siendo, en gran parte, intereses temporales. Esta visión centrada en el Vaticano descuida el mundo que nos rodea. Yo no comparto este punto de vista y haré lo que pueda para cambiarlo".
"La Iglesia es o debe volver a ser la comunidad del pueblo de Dios y los presbíteros, los sacerdotes, los obispos preocupados por las almas, al servicio del pueblo de Dios. La Iglesia es esto, una palabra no sorprendentemente diferente de la Santa Sede que tiene su propio papel importante, pero que debe estar al servicio de la Iglesia".

"Yo no habría podido tener la plena fe en Dios y en Su Hijo si no me hubiera formado en la Iglesia y tuve suerte de encontrarme, en Argentina, en una comunidad sin la cual yo no habría tomado conciencia de mí mismo y de mi fe".
- ¿Usted sintió su vocación desde joven?

- No, no muy joven. Tendría que haber tenido otra ocupación según mi familia, trabajar, ganar algún dinero. Fui a la universidad. Tuve una profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también esa concepción tan materialista. Recuerdo que me dio el comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron condenados a muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina.
- ¿El comunismo lo sedujo?

- Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la Iglesia.
- La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.

- Sí, muchos de sus representantes eran argentinos.
- ¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?

- Ciertamente daban un seguimiento político a su teología, pero muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad.
- Santidad, ¿me permite contarle algo sobre mi formación cultural? Fui educado por una madre muy católica. Con 12 años gané un concurso de catecismo entre todas las parroquias de Roma y recibí un premio del Vicariato, comulgaba el primer viernes de cada mes, en fin, practicaba la liturgia y creía. Pero todo cambió cuando entré en el liceo. Leí, entre otros textos de filosofía que estudiábamos, el "Discurso del Método" de Descartes y me afectó mucho la frase que hoy se ha convertido en un icono: "Pienso, luego existo", el yo se convirtió en la base de la existencia humana, la sede autónoma del pensamiento.

- Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe en el Dios trascendente.
- Es verdad, pero puso la base de una visión totalmente distinta, y a mí me encaminó a otro camino que, corroborado por otras lecturas, me llevó al otro lado.

- Usted, por lo que he entendido, no es creyente pero no es anticlerical. Son dos cosas muy distintas.
- Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical.

Sonríe y me dice:

-Me pasa a mí también, cuando tengo frente a mí a un clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene nada que ver con el cristianismo. San Pablo fue el primero en hablar a los Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero que nos lo enseñó.

-¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia religiosa?
-“San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San Pablo. Tradujo la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?”

Francisco -me permito llamar al Papa así porque es él mismo el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de sorpresa o de afirmación- me mira como para animarme a plantearle las preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que le pregunto.
- De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló, pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su alma.

- Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos...
- Se dice que se "bromea con los bribones" ¿Conoce el dicho?

- Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no me ha pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién está más cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco.
- ¿No Ignacio, de cuya orden proviene?

- Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que los demás. Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también Carlo María Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen siendo todavía, la levadura -no la única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice. Pero Ignacio que fundó la Compañía era también un reformador y un místico. Sobre todo místico.
- ¿Piensa que los místicos son importantes en la Iglesia?

- Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía.
- ¿Usted tiene una vocación mística?

- ¿A usted qué le parece?

- Me parece que no.
- Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también Francisco por muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa vocación, y después es necesario comprender bien el significado profundo de la palabra. El místico consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la comunión con las bienaventuranzas. Breves momentos pero que llenan toda la vida.

SIGUE MAÑANA LA SEGUNDA PARTE

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