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La columna del periodista Fernández
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VULGARIDAD EN LA FERIA DEL LIBRO
Por Enrique FernándezVULGARIDAD EN LA FERIA DEL LIBRO
La Feria Internacional del Libro de Santiago –FILSA- abre
sus puertas este viernes 25 de octubre en el Centro Cultural Estación Mapocho,
para mostrar durante 17 días una vitrina con las últimas expresiones de la
literatura.
Además de los miles de títulos que usted podrá encontrar, al
recorrer las instalaciones de la muestra también tendrá la posibilidad de
conocer y escuchar a 300 escritores chilenos, latinoamericanos y europeos, que
participarán como invitados. Entre ellos, el español Ildefonso Falcones, autor
de “La catedral del mar”, que presentará su última novela, “La reina descalza”.
Otros invitados son el mexicano Daniel Krauze, autor de
“Fallas de Origen”, Premio Letras Nuevas de Novela 2012; Ignacio Ramonet, de
España, con la presentación de “Mi primera vida, conversaciones con Hugo
Chávez”; Alonso Salazar, de Colombia, autor de “La parábola de Pablo”, y Javier
Moro, de España, con su libro “El imperio eres tú”,
Entre los representantes chilenos figuran Pablo Simonetti,
con su última novela “La soberbia juventud”; la periodista Alejandra Matus, con
“Lucía”, un retrato biográfico de la viuda de Augusto Pinochet; el poeta Óscar
Hahn, con “Pequeña biblioteca nocturna”, y el músico Ángel Parra con
“Bienvenido al paraíso”.
Algunas de las novedades de la feria serán los lanzamientos
de “Machetazos”, de Álvaro Bisama; “Salvador Allende: la verdad de su muerte”,
de Maura Brescia; “Space Invaders”, de Nona Fernández; “Sin pecado concebido.
historia sexual de los chilenos”, de Jaime Collyer, y “Había una vez un
pájaro”, de Alejandra Costamagna.
Como todos los años, FILSA tendrá durante su desarrollo un
eslogan o tema central, como ha ocurrido en cada versión de la feria desde que
adquirió un carácter internacional en 1990. Antes de ese año era una exposición
de libros que tenía como romántico escenario el Parque Forestal.
En 1999, cuando se realizó la décimo novena feria –instalada
ya en la Estación Mapocho-, su tema central fue “El Valor de la Palabra”. Era
un homenaje a Pablo Neruda, que en sus memorias escribió:
“Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque
una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita
adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra,
transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando
de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser
raíces...”.
En el año 2001, el eslogan fue “La Pasión de Leer”, y en
2003 los organizadores tomaron como idea central “El Libro, Memoria y Huella de
la Humanidad”.
Hasta ahí, todo bien.
La Feria del Libro se proyecta en consecuencia como una luz
en medio de la invasión de la vulgaridad y la grosería, que amenaza nuestra
cultura y nuestro idioma. Es un alivio saber que durante 17 días tendremos un
paréntesis para descubrir nuevas creaciones del espíritu y la inteligencia.
Podremos cerrar los oídos a las palabras soeces de una candidata, de un
ministro, de los futbolistas, de Yerko Puchento o de los personajes de las
teleseries y los reality shows.
Pero la Feria Internacional del Libro de Santiago, en su
trigésimo tercera versión trae este año una sorpresa bajo la manga: su idea
central es “FILSA p’al que lee”. A más de algún defensor purista del idioma
disgustará este eslogan, porque lo correcto sería decir: “FILSA para el que
lee”.
Sin embargo, el desborde cultural de los organizadores va
más lejos.
Y fue el librero Juan Aldea, Presidente de la Feria Chilena
del Libro (la librería, no la feria de Mapocho), quien encendió la alarma
cuando advirtió que este eslogan “es una frase poco feliz, burda y
despreciativa hacia la inteligencia de los lectores”.
En una carta que publicó “El Mercurio” el domingo 20 de
octubre, Aldea acusa a los organizadores de la exposición de pensar que “todos
los chilenos somos vulgares y disfrutamos de la grosería en todas sus
manifestaciones”.
¿Dónde está la grosería?
El propio Juan Aldea lo explica en términos sutiles, al
sostener que la frase “está inspirada en un grafiti ordinario que se viene
escribiendo desde hace décadas en los baños públicos, con el propósito de
ofender a quien lo lee”.
En efecto, en los baños para “caballeros” de algunos bares y
restoranes aparece la antigua leyenda, que entrega como gracioso obsequio un
miembro masculino “al que lee”. Por eso resulta insólito que una actividad
cultural, organizada por la Cámara Chilena del Libro, haya caído también en la
vorágine de la chabacanería y en una ofensa gratuita a los lectores.
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