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martes, 22 de octubre de 2013

22-10-2013-KRADIARIO-
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La columna del periodista Fernández
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VULGARIDAD EN LA FERIA DEL LIBRO
Por Enrique Fernández

La Feria Internacional del Libro de Santiago –FILSA- abre sus puertas este viernes 25 de octubre en el Centro Cultural Estación Mapocho, para mostrar durante 17 días una vitrina con las últimas expresiones de la literatura.

Además de los miles de títulos que usted podrá encontrar, al recorrer las instalaciones de la muestra también tendrá la posibilidad de conocer y escuchar a 300 escritores chilenos, latinoamericanos y europeos, que participarán como invitados. Entre ellos, el español Ildefonso Falcones, autor de “La catedral del mar”, que presentará su última novela, “La reina descalza”.
Otros invitados son el mexicano Daniel Krauze, autor de “Fallas de Origen”, Premio Letras Nuevas de Novela 2012; Ignacio Ramonet, de España, con la presentación de “Mi primera vida, conversaciones con Hugo Chávez”; Alonso Salazar, de Colombia, autor de “La parábola de Pablo”, y Javier Moro, de España, con su libro “El imperio eres tú”,

Entre los representantes chilenos figuran Pablo Simonetti, con su última novela “La soberbia juventud”; la periodista Alejandra Matus, con “Lucía”, un retrato biográfico de la viuda de Augusto Pinochet; el poeta Óscar Hahn, con “Pequeña biblioteca nocturna”, y el músico Ángel Parra con “Bienvenido al paraíso”.
Algunas de las novedades de la feria serán los lanzamientos de “Machetazos”, de Álvaro Bisama; “Salvador Allende: la verdad de su muerte”, de Maura Brescia; “Space Invaders”, de Nona Fernández; “Sin pecado concebido. historia sexual de los chilenos”, de Jaime Collyer, y “Había una vez un pájaro”, de Alejandra Costamagna.

Como todos los años, FILSA tendrá durante su desarrollo un eslogan o tema central, como ha ocurrido en cada versión de la feria desde que adquirió un carácter internacional en 1990. Antes de ese año era una exposición de libros que tenía como romántico escenario el Parque Forestal.
En 1999, cuando se realizó la décimo novena feria –instalada ya en la Estación Mapocho-, su tema central fue “El Valor de la Palabra”. Era un homenaje a Pablo Neruda, que en sus memorias escribió:

“Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces...”.
En el año 2001, el eslogan fue “La Pasión de Leer”, y en 2003 los organizadores tomaron como idea central “El Libro, Memoria y Huella de la Humanidad”. 

Hasta ahí, todo bien.
La Feria del Libro se proyecta en consecuencia como una luz en medio de la invasión de la vulgaridad y la grosería, que amenaza nuestra cultura y nuestro idioma. Es un alivio saber que durante 17 días tendremos un paréntesis para descubrir nuevas creaciones del espíritu y la inteligencia. Podremos cerrar los oídos a las palabras soeces de una candidata, de un ministro, de los futbolistas, de Yerko Puchento o de los personajes de las teleseries y los reality shows.

Pero la Feria Internacional del Libro de Santiago, en su trigésimo tercera versión trae este año una sorpresa bajo la manga: su idea central es “FILSA p’al que lee”. A más de algún defensor purista del idioma disgustará este eslogan, porque lo correcto sería decir: “FILSA para el que lee”.
Sin embargo, el desborde cultural de los organizadores va más lejos.

Y fue el librero Juan Aldea, Presidente de la Feria Chilena del Libro (la librería, no la feria de Mapocho), quien encendió la alarma cuando advirtió que este eslogan “es una frase poco feliz, burda y despreciativa hacia la inteligencia de los lectores”.
En una carta que publicó “El Mercurio” el domingo 20 de octubre, Aldea acusa a los organizadores de la exposición de pensar que “todos los chilenos somos vulgares y disfrutamos de la grosería en todas sus manifestaciones”.

¿Dónde está la grosería?
El propio Juan Aldea lo explica en términos sutiles, al sostener que la frase “está inspirada en un grafiti ordinario que se viene escribiendo desde hace décadas en los baños públicos, con el propósito de ofender a quien lo lee”.

En efecto, en los baños para “caballeros” de algunos bares y restoranes aparece la antigua leyenda, que entrega como gracioso obsequio un miembro masculino “al que lee”. Por eso resulta insólito que una actividad cultural, organizada por la Cámara Chilena del Libro, haya caído también en la vorágine de la chabacanería y en una ofensa gratuita a los lectores.

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