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REFORMAS PARA LA ESTABILIDAD
Por Camilo Escalona
El arzobispo Fernando Chomali ha invitado y generado un
dialogo entre casi todas las candidaturas parlamentarias del sector costa de la
región del Bío-Bío, con vista a las tareas sociales del tiempo venidero en un
seminario sobre “Política, Ética y Democracia”, realizado este sábado recién
pasado.
Sobre la base de las encíclicas papales desde Juan XXIII en
adelante, y en especial, en la encíclica “Caritas in Veritate“, de junio de
2009, he sostenido que las reformas sociales y económicas que propicia el
liderazgo de Michelle Bachelet convergen, coinciden y se fundamentan en la
urgente necesidad de enfrentar y reducir la desigualdad que se ha instalado
como el fenómeno más irritante y perturbador de la paz social en nuestro país.
En efecto, Benedicto XVI meditando sobre el impulso
renovador de Paulo VI, señaló una verdad tan sencilla como evidente, la
economía neoliberal “no está orientada al bien común”, factor esencial que hace
de la globalizacion un proceso inevitable pero arduamente resistido por
multitud de comunidades humanas en los cinco continentes, que se ven
constreñidas y sobrepasadas por fuerzas ciegas pero avasallantes que les
arrebatan a diario los frutos de su trabajo.
En tal contexto, vivimos un periodo de severo menoscabo al
valor del trabajo humano, aparece como mucho más propicio para cada cual, la
búsqueda del éxito inmediato, del enriquecimiento fácil, de la obtención de
dinero como sea.
La corrupción y las malas prácticas en la acción política
reflejan ese fenómeno y acentúan el desencanto y la distancia de las personas
con el sistema político. En suma, el desprecio al trabajo humano que se expresa
en bajos sueldos y en el menoscabo de los derechos laborales, va acompañado de
un desate de la codicia y de un ilimitado afán de lucro.
Al mirar las contradicciones profundas de la globalización,
Benedicto XVI habló que se requería “una nueva síntesis humanista”. De manera
que el esfuerzo de reorientar la economía hacia el bien común se articula con
el resurgimiento del trabajo humano como valor fundamental de las relaciones
sociales y económicas.
Ello exige reducir la desigualdad imperante y rehacer el
tejido social, aceptando como legítimas y necesarias las demandas que solicitan
eliminar los bolsones de cesantía, elevar las remuneraciones y resituar la
dignidad del ser humano como un valor intrínseco a su condición, que arranca
precisamente de su capacidad, destreza y habilidad para iniciar y desarrollar
una actividad -el trabajo- que los distingue de todas las otras criaturas vivas
y que lo transforma a el y a la naturaleza.
Esa revalorización del trabajo humano, que apunta a un nuevo
ciclo en el desarrollo de Chile, contribuirá a la puesta en marcha del proceso
reformador que se ha puesto en la agenda del país y, en concordancia con ese
impulso renovador se logrará fortalecer la estabilidad democrática en Chile.
Las reformas se retroalimentarán con las exigencias del país
de contar con la estabilidad necesaria para crecer y avanzar, de manera de no
quedarse atrás en el nuevo ciclo que vive el continente sudamericano.
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