29.10.13-KRADIARIO-876
GOBIERNO DE LA “NUEVA MAYORÍA”: FLATUS VOCIS
Por Hugo Latorre Fuenzalida
La retractación galileana de las propuestas de la Nueva Mayoría a medida que transcurre
la campaña, impone una convicción categórica: las reformas prometidas
simplemente no se realizarán.
La declaración de “hacer los cambios por la vía
institucional”, es la primera señal de que no se romperá el dique de poder que contiene a este sistema
hiperconservador por más de 40 años.
La segunda, transita por el decir que se harán reformas a la Constitución pero sin
Asamblea Constituyente, lo cual viene a ser más de lo mismo: la recordada reforma
de Lagos, que no hizo más que quitarle la máscara horrenda a una Constitución
que permanece con su fascia igualmente
fea, a pesar del cambio de firma patrocinante.
Las reformas propuestas al “binominal” son otro ejemplo de
que no se tiene intención de cambiar el balance de poder actual: se suman
distritos y parlamentarios, pero siguen los mismos, con las mismas capacidades
de veto explícito y con la permanencia del mango en manos de los mismos
partidos.
Puede que en educación se llegue a algunos avances, pues le
temen a las movilizaciones callejeras; pero no se alcanzará al fin del lucro en
la educación, sólo alcanzará para el fin del lucro con recursos públicos, cosa
que está por verse, pues la gradualidad puede ser una base de reacomodo y no
mucho más que eso. De hecho, las universidades privadas seguirán tal cual,
cobrando los aranceles más caros del mundo y corrompiendo para obtener
acreditaciones que bien sabemos lo que valen.
En el sector salud, se seguirá negando una impostergable revolución
sanitaria, que implica atender con fondos proporcionales e igualitarios a las
distintas porciones de la población enferma. Sabemos que hoy por hoy, las
proporciones son inversas: el 75% de los fondos
se destinan para atender al 25% de la población de más ingresos,
mientras que el 25% de los fondos (o menos) deben cubrir a cerca del 80% de la
población. Mientras no se “normalice”
este desajuste “insano”, la salud seguirá siendo un derecho de tercera para los
chilenos de clase baja y media. Por otra parte, sabemos que en salud pública
tenemos uno de los gastos más precarios de la OCDE, debiendo acelerar una
duplicación del presupuesto público en el área.
También sabemos que el 70% de
los chilenos no se atienden su salud bucal, por razones de costos, pero tampoco
el Estado se ocupa de mitigar ese abandono, y de hecho no se propone nada al
respecto. Para qué hablar de la salud mental, tema tremendamente incidente en
la salud de los chilenos. Hay estudios abundantes en esta especialidad y hay
carencias más abundantes todavía de respuestas. En verdad es la enfermedad más
común y prevalente, sin embargo es desatendida como un área marginal de la salud pública, merecedora de menos del 3% del presupuesto de
salud. En los hogares burgueses de antaño a los insanos se les escondía en los
cuartos traseros y ahora se sigue escondiendo la realidad en la trastienda, a
pesar de los años y la crecida que representa ese mal en el mundo moderno.
Pero nada o muy poco se está dispuesto a hacer en el futuro
gobierno. Los presupuestos son mezquinos y los tiempos de amenaza de crisis
seguirán siendo enarbolados como el disuasivo a cualquier demanda social. La
Concertación está acostumbrada a usar esa treta chantajista y la “Nueva
Mayoría”, que en casi nada se diferencia de su antecesora, no tiene razones
para no enarbolar las mismas consignas en idéntico diletantismo.
Lamentablemente Chile no está maduro para asumir una real
democratización. El ilusionismo huero de los actores políticos resulta
efectivo, como pócima mágica, para una población que prefiere remozar sus
ilusiones cada cuatro años antes que asumir la responsabilidad en sus manos. El
“miedo a la libertad” de que hablaba Erik Fromm, permanece como una maldición
internalizada en la mente de los pueblos masas. A ellos parece bastarle la
lisonja de un consumo suntuario que deben pagar muy caro y con amarres
inhumanos, para acceder a otorgar una legitimidad a un sistema de explotación
intemperante, obsceno y pérfido.
Provoca una decepción muy
grande a quienes hemos luchado por restaurar los derechos del ciudadano
como un piso base hacia el ejercicio de libertades más elevadas, el que
reiteradamente nuestro pueblo caiga en la indiferencia electoral, porque
estamos claros que este sistema hubiese sido barrido hace rato si los olvidados
de siempre no se enajenaran, con absoluta pertinacia, de sus derechos; por lo
demás, quienes otorgaron la inscripción automática ya sabían que esta gente es
irrecuperable a la sociedad, por tanto no era ningún riesgo en concederles un
derecho que jamás se les ocurriría ejercer, puesto que nacieron y permanecieron
fuera y ajenos a los aconteceres del mundo del poder.
En cambio no se
atrevieron a reconocer el derecho a voto de los 800.000 chilenos que viven en
el exterior, pues saben que ellos sí ejercerán sus derechos y constituyen una
seria amenaza a los equilibrios que ellos manejan de manera cómoda hasta hoy.
Es por todo lo dicho y vivido en esta democracia de
mentirillas, que es posible señalar que el discurso programático de hoy, de las
candidaturas del duopolio no son más que “flatus vocis”.
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