En semanas recientes han surgido en varios medios ponencias sobre un tema de política exterior, con vista a la elección presidencial, se argumenta por algunos la conveniencia de dar prioridad al MERCOSUR y a la relación bilateral con Brasil, mientras otros se inclinan por favorecer la Alianza del Pacífico. Ambas propuestas encontraron expresión formal en el reportaje especial de las candidatas presidenciales en la edición vigente de la revista Que Pasa, reproducida el último fin de semana en latercera.com. Esto es un falso dilema.
MERCOSUR es una unión aduanera, como tal tiene sus limitaciones acentuadas por la decisión de su socio principal, Brasil, de mantenerla en esa condición. Sin embargo, Mercosur ha sido factor importante en el aumento de nuestro comercio con sus países miembros, para Chile, miembro asociado, hubiese sido ideal poder integrar esa unión aduanera en calidad de miembro pleno, pero para ello se necesitaba su evolución hacia un tratado de libre comercio como lo planteó el entonces Presidente Ricardo Lagos a su amigo Fernando Henrique Cardoso, solo para recibir un portazo en las narices. La relación bilateral con Brasil tiene mérito propio.
Con una visión más amplia y de futuro, la Alianza del Pacífico parte como un acuerdo de libre comercio, susceptible de ser mejorado y perfeccionado, por ello atrae considerable atención de otros países interesados en el enfoque y, tal vez, en integrarse.
En un eventual gobierno de Michelle Bachelet, sería un serio error privilegiar la relación bilateral con Brasil y Mercosur, en desmedro de la Alianza del Pacìfico. Asimismo, en un eventual gobierno de Evelyn Matthei, sería también un serio error privilegiar la Alianza del Pacífico en perjuicio de la relación bilateral con Brasil y Mercosur. El interés de Chile estará bien servido prestando igual atención a las dos opciones, según sea oportuno y pertinente.
Espionaje
"Senador, nosotros sabemos que ellos saben que nosotros sabemos(John McCone, jefe de la CIA, en testimonio ante el Congreso de los Estados Unidos, 1962)".
Pocas veces una noticia se ha mantenido por tantos días consecutivos en las portadas de medios electrónicos, impresos y visuales, occidentales. Al entrar en su segunda semana, el asunto del espionaje a la Canciller Angela Merkel, y otros jefes de estado y de gobierno europeos, por parte de la Agencia Nacional de Seguridad de los Estados Unidos amenaza con enturbiar las relaciones con aliados de la mayor importancia y, suponíamos, confiabilidad.
Tiene poco sentido intentar aproximarse a la racionalidad de los llamados servicios de inteligencia y/o espionaje, sus operaciones tienen por punto de partida el engaño, la intriga y el secreto, todos ellos tienen áreas de contrainteligencia dónde han ocurrido situaciones al extremo de la paranoia, por cierto sin olvidar el manejo de los dobles agentes. Al margen de consideraciones, las operaciones de espionaje a jefes de estado o de gobierno de países aliados de los Estados Unidos necesitan aprobación presidencial, ésta puede tener varias formas, no es necesaria una orden explícita del Presidente. De todas maneras, cualesquiera sea el procedimiento, resulta difícil entender la lógica de autorizar los "pinchazos" al celular de la Canciller de Alemania.
Las confianzas se han quebrado, de creer a los principales medios en Alemania y Francia el quiebre sería irreparable mientras gobierne el Presidente Barack Obama, tal vez por ello hay gestiones de reuniones de alto nivel para ver forma de recomponer las relaciones, pues hay varios problemas exigiendo atención inmediata con altos grados de confidencialidad.
El espionaje y sus ejecutores, los espìas, con sus andanzas mezclando lo morboso y lo siniestro, han ejercido fascinación irresistible; entre los escritores del gènero, John G. Clancy y John LeCarrè, de este último especialmente The Russia House. El cine ha hecho su contribución. El Tercer Hombre, con su espléndida reconstrucción ambiental de Viena en los años de postguerra. El Espía que Regresó del Frío, con Richard Burton, sobre una situación real nunca reconocida por las potencias involucradas; culminando en la serie Tinker Taylor Soldier Spy, basada en una novela de John LeCarrè, con Alec Guinness en el rol de George Smiley en una de las grandes performances de un actor en la historia de cine filmado para televisión.
(*) Profesor de historia, Fordham University Nueva York 1981. Ejerció en Rutgers University (Universidad del Estado de New Jersey), New Brunswick NJ. Director del Seminario Latinoamericano de Columbia University, Nueva York, 1998-2009.
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