Por Walter Krohne
La vida es tan efímera que a veces la fijación de desafíos con plazos tan rígidos pueden frustrarse cuando menos se piensa o quedar colgando en el aire por la muerte repentina de sus importantes impulsores, lo que ocurre a veces en cosa de segundos. Las lecciones que nos ha dejado el accidente aéreo en Juan Fernández son muchas y muy contundentes, surgiendo como contradicción que el archipiélago, donde cayó el avión de la Fach, ha sido uno de los más perjudicados con la muerte de un equipo de hombres y mujeres buenos que trabajaban justamente en la reconstrucción de este minúsculo punto del Pacífico para sacarlo de la pobreza y de la mala fortuna que lo viene persiguiendo desde el terremoto del 27 de febrero de 2010, cuando las olas gigantescas de un despiadado maremoto arrasaron con este pueblo insular.
Tras esta gran tragedia aérea muchas cosas han quedado también colgando en el aire como preguntas que comienzan a surgir y que no tienen respuestas simples. No se trata de crear figuras ficticias de “generales después de la batalla”, pero es necesario aclarar todas las dudas para aprender o mejorarnos en el futuro, especialmente frente a las decisiones que se tomen en el campo del transporte aéreo. No es posible que por equivocaciones se anulen vidas humanas, especialmente como en este caso, de gente comprometida que con cantos, bailes y reconstrucción quería llevarle alegría a un pueblo para que pudiera comenzar a olvidar los sufrimientos del pasado y del presente, además de reconstruir sus viviendas e instalaciones que en pocos minutos fueron devoradas por el mar.
Un avión Casa 212 se eleva desde una pista continental con destino al “primitivo” aeródromo de Juan Fernández, que ni siquiera tiene una torre de control o los elementos mínimos para funcionar. Los entendidos nos dicen que el tipo de avión no era el adecuado porque con un tren delantero fijo no estaba en condiciones de amarizar si fuese necesario en casos de emergencia. Las mismas voces nos señalan además que el aparato tenía una autonomía de vuelo de 3 horas y 40 minutos, en un trayecto aéreo que en situaciones de normalidad se podría cubrir en tres horas. Es decir, al llegar el viernes a Juan Fernández a este avión le quedaba combustible sólo para 40 minutos más de vuelo. Se nos dice que la aeronave llevaba exceso de peso, tanto en pasajeros, tripulación y carga, ya que de partida iban 21 personas y lo recomendable sería de hasta entre 16 y 18. A esto se agrega que a mayor peso, mayor gasto de combustible, lo que no permite descartar que el avión haya agotado totalmente su estanque lo que podría ser una de las causas del accidente.
Aquí surge la primera gran pregunta que es: ¿por qué elegir un avión sin plena autonomía de vuelo cuando la Dirección de Aeronáutica así se lo exige a los aviones que semanalmente transportan turistas al archipiélago y que están viajando por décadas con cero accidente en sus registros? ¿Si se le exige a las empresas comerciales por qué la Fach puede sentirse liberada de esta tan importante disposición?
El segundo problema que surge al escuchar a aviadores expertos es que ninguno de los cuatro cuerpos rescatados sin vida llevaba chaleco salvavidas, lo que también debería figurar entre las condiciones elementales en un vuelo de 600 kilómetros que se realiza completamente sobre el mar, con vientos que a veces son realmente despiadados.
No ponemos en ningún momento en duda la preparación intachable que reciben los pilotos de la Fuerza Aérea de Chile, pero así y todo hay lugares en que el aterrizaje es siempre difícil, ya sea por la ubicación geográfica, la topografía o los vientos. Juan Fernández es uno ellos. Allí sólo los pilotos más duchos pueden llegar a sortear los problemas de último minuto que se puedan presentar, especialmente cuando se trata de aterrizar en una pista “primitiva” de un poco más de 1.000 metros de largo. Nos dicen que la piloto Carolina Fernández (26 años de edad), en un escenario de vientos fuertes y cambiantes, hizo dos intentos para aterrizar y no pudo lograrlo, hasta que tras el segundo intento el aparato no habría podido recuperar la velocidad perdida en la frustrada maniobra, lo que lo habría hecho caer al mar en picada entre los islotes Vinillo y Los Chanelos.
El cuarto punto de dudas es sobre el sistema de toma de decisiones que tienen las Fuerzas Armadas chilenas. Para el terremoto del 2010 ya tuvimos la experiencia de la Marina con un SHOA que no alertó sobre el maremoto como debería haberlo hecho. Este grave error tuvo como consecuencia que varias ciudades y pueblos costeros fueran sorprendidos por la salida del mar que destruyó todo lo que encontró a su paso, dejando un saldo de 124 muertos y 56 desaparecidos, muchos de ellos en Juan Fernández.
Ahora, en esta nueva tragedia, debe revisarse la responsabilidad de la Fuerza Aérea, primero por el envío supuestamente de un avión no adecuado y segundo, por el despacho después de la tragedia de un avión Hércules 130 con problemas en el sistema hidráulico y que, además, por su peso no estaba en condiciones de aterrizar en la pista de Juan Fernández. Esto obligó a su piloto a devolverse al continente, perdiéndose así un valioso tiempo en los primeros momentos de las tareas de rescate.
Antes, en el 2005, fue el Ejército el que dio la nota dolorosa con 45 conscriptos muertos que aún en vida fueron obligados a marchar a la intemperie bajo temperaturas de varios grados bajo cero en el volcán Antuco, error que dejó una gran incertidumbre en el pueblo de Chile.
Esta historia es muy triste porque las 246 personas que abandonaron este planeta por errores u omisiones de las Fuerzas Armadas, no se merecían morir ni menos tener un final tan miserable, doloroso e inútil.
Dejen de tirar tanta mala onda toda la vida. Las 21 personas dignas,ejemplares, bondadosas y humanas ya no esta, solo quedan viejos amargados que solo saben criticar.
ResponderBorrarMuy interesante artículo!!!! Creo que es necesario hacer estas reflexiones para evitar futuros accidentes.
ResponderBorrarEl fiscal de la FACH tendrá la difícil tarea de dilucidar las incógnitas de este lamentable accidente y es muy probable que la falla sea humana, por respeto a las vidas que se apagaron, a sus deudos y al país, no cabe otra acción que investigar a fondo.
ResponderBorrarNo es coherente y poco sustentable quedarse solo con el "mal tiempo y los vientos" causantes del accidente.
Buen aporte del Sr. Krohne, irresponsable aporte del Sr. Anónimo "mala onda"
Con su comentario aprueba la tesis que los infortunados estuvieron en el momento y lugar equivocado. Mal razonamiento y falta de respeto evidente.
Concuerdo con el señor Sepulveda, no pueden seguir pasando accidentes por ineficiencia y falta de prolijidad, estas cosas hay que investigarlas, buena reflexion del articulista.
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