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viernes, 1 de julio de 2011

Bajo el signo de Cáncer

Los amigos conversan: Hugo Chávez y Fidel Castro

Por Yoani Sánchez
Desde La Habana

Millones de personas intentaron descifrar –durante varios días- lo que ocurría en la sala hospitalaria donde reposa Hugo Chávez, pues más que la robustez de un individuo, se define allí parte del derrotero de esta Isla y de todo un proyecto regional que implica a varias naciones.

Tal tema trasciende así la gravedad de un tumor, dolencia lamentable y triste en cualquier individuo, para convertirse en una verdadera conmoción política. La cirugía practicada no ha hurgado solamente en la carne del inquilino de Miraflores, sino que se muestra como una herida a través de la cual se puede ver la flaqueza de su obra.

En Venezuela, ahora mismo, el ajedrez político se ha desplegado y hasta se analiza la variante de la sucesión. También en la Plaza de la Revolución habanera las cavilaciones son intensas.

Para el gobierno cubano, la existencia saludable de Hugo Chávez se ha erigido como garantía para llevar las reformas económicas al ritmo y a la velocidad que no le hagan perder el control. Los 100 mil barriles de petróleo que llegan diariamente desde el país sudamericano sostienen el proceso de “perfeccionamiento” del sistema que impulsa Raúl Castro y le está permitiendo ganar tiempo frente al descontento ciudadano y la presión internacional. De ahí que cuidar a Chávez es preservar su asiento presidencial; perderlo, podría apresurar su propia caída.

En las últimas semanas, la jerarquía isleña ha sentido nuevamente el vértigo del abismo en el que nos hundimos con el desmembramiento de la Unión Soviética, e intuye que no podrá sobrevivir a la pérdida de otro aliado poderoso. La vitalidad del caudillo certifica también el futuro de ellos, la debilidad de éste los hace perder sostén apresuradamente.

Presenciamos también una auténtica lección de la inconsistencia de los personalismos que ojalá haga repensar a quienes calcan la verticalidad de la estructura chavista. Sin el incendiario ponente de foros internacionales, sin el líder que lanzaba sus ataques verbales casi semanales, de pronto la región parece más ensimismada, más centrada. Es como si en un coro plural se hubiera apagado súbitamente la voz del barítono que no dejaba escuchar el tono de los otros.

No obstante, no hay que descontar que vuelvan los discursos bajo el sol, las largas peroratas para demostrar que está enteramente restablecido, las horas frente a la cámara de su Aló Presidente para que lo vean rozagante. Hugo Chávez querrá meterse nuevamente en el papel de figura invencible, pero algo ha ocurrido irremediablemente para él. Algo que no previeron ni los opositores, ni los asesores cubanos que lo rodean, ni los exégetas que amplifican sus ideas. Algo relacionado con la quebradiza composición del ser humano, con un pequeño detalle de su anatomía que se negó a seguir secundándolo en tan pomposas campañas.

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