Por Rosendo Fraga (*)
El triunfo de Macri en la primera vuelta de la elección para jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, tras siete elecciones provinciales adelantadas donde el kirchnerismo ganó la mayoría, plantea la cuestión de si se trata de una elección particular que no indica una tendencia nacional o si puede ser un punto de inflexión a favor de la oposición.
La historia muestra que los porteños suelen votar en contra de la tendencia electoral nacional, sin que ello altere su predominio.
El conflicto histórico entre el interior y Buenos Aires y las derrotas electorales que tuvieron en la Capital los grandes líderes políticos nacionales lo confirman. Desde que la reforma constitucional de 1994 estableciera el voto directo para elegir el jefe de gobierno, el candidato de Menem fue derrotado por De la Rúa en la primera elección y el de Kirchner por Macri en 2007.
También históricamente, la Ciudad de Buenos Aires ha sido el distrito cuyo electorado se ubica por lo general a la izquierda de la tendencia nacional. Pero ahora sucede a la inversa: cuando el kirchnerismo (o quizás ya cristinismo) predomina con un discurso de centro-izquierda, los porteños vuelven a votar por segunda vez a favor de un empresario que en cualquier país sería percibido como un hombre de centro-derecha.
El eje de la publicidad del oficialismo, fue que debía ganar para alinear al distrito con el modelo nacional, pero los porteños parecen haber votado por lo contrario.
La historia en consecuencia dice que lo sucedido hoy en la ciudad de Buenos Aires no anticipa lo que sucederá el 23 de octubre en la elección presidencial.
Pero las elecciones anticipadas si bien no anticipan resultado, crean clima político.
Las elecciones realizadas en siete provincias chicas y medianas en los últimos meses crearon, al imponerse en la mayoría de ellas el oficialismo nacional, un clima político favorable a él y desfavorable para la oposición.
La cuestión es que la elección porteña inicia un ciclo de elecciones en distritos grandes que seguirá con Santa Fe el 24 de julio y Córdoba el 7 de agosto. Ambos distritos probablemente serán también desfavorables para el kirchnerismo, ya que en la primera ganaría el Socialismo de Hermes Binner y en la segunda un peronista enfrentado con la casa Rosada como Juan Manuel De la Sota, un aliado del candidato socialista (Juez) o eventualmente el candidato radical (Aguad).
Si se llega a las internas abiertas y obligatorias del 14 de agosto con tres derrotas sucesivas del kirchnerismo en tres distritos grandes, el clima político a favor de la oposición va a aumentar.
En este marco, resulta relevante para el kirchnerismo la segunda vuelta de la elección porteña que tiene lugar el 31 de julio. Si en ella se impusiera, rompería la secuencia de triunfos opositores resonantes por el tipo de distrito en que tienen lugar. Si fuera derrotado, serían cuatro domingos con resultados electorales amargos para el oficialismo nacional.
Por este motivo, el triunfo de Macri en la primera vuelta de la elección porteña no anticipa el resultado nacional, pero sí puede iniciar un ciclo de victorias opositoras en distritos grandes que influya en el clima político a favor de la oposición en las internas abiertas y obligatorias del 14 de agosto.
(*) Diario La Nación de Buenos Aires
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