Después que le lanzó el agua de un jarro a la ministra Mónica Jiménez, la estudiante María Música Sepúlveda gozó de un breve período de gloria mediática. Ahora, con motivo de la larga rebelión estudiantil, ha vuelto ha hacer noticia en el mundo virtual.
En coincidencia con los planteamientos de los dirigentes secundarios y universitarios y del Colegio de Profesores, María Música cree que no basta con denunciar los problemas de la educación. Dice que “la marcha no es lo que nos va a salvar de todo esto..... El movimiento estudiantil debe ser más que una lucha por mejorar la educación.... Nuestro fin es la revolución social”.
A estas alturas del movimiento estudiantil, no cabe duda de que una parte importante de sus dirigentes se han planteado metas más ambiciosas. Aunque todavía de manera incierta, se están insinuando comparaciones con los movimiento de mayo y junio de 1968, que empezaron en París y pronto se extendieron por todo el planeta. El resultado de entonces no fue categórico, ya que se llegó incluso a la tragedia de Tlatelolco, en Ciudad de México, con una cifra hasta hoy indeterminada de universitarios víctimas de la represión.
María Música Sepúlveda |
La novedad, más de cuatro décadas después, son las redes sociales. Ya en 2006, cuando María Música tuvo un fugaz papel estelar en la revuelta de los “pingüinos”, los manifestantes se comunicaban por mail e Internet para organizarse. Hoy disponen, además, de twitter, facebook y YouTube.. Ciertamente esa es la razón por la cual se han prolongado las ocupaciones de colegios, se repiten las marchas, con o sin autorización, y asoma un espíritu lúdico expresado en creativas manifestaciones.
Pero, igualmente, ha habido efectos no deseados. Aparte de la violencia desarrollada por quienes esgrimen piedras, bombas molotov e incluso coligües a la usanza oriental, se han producido unos pocos, pero alarmantes, accidentes, es especial de los colegios ocupados.
Internet, la gran herramienta comunicacional de nuestro tiempo, ofrece grandes ventajas pero también ampara el anonimato y los llamados irresponsables. En esta búsqueda de objetivos globales, como la “revolución social”, se podría hacer realidad el anuncio de Mao, que “una chispa basta para incendiar una pradera”.
Podría... pero no parece probable. Las experiencias de otras partes del mundo muestran que llega un momento en que los propios estudiantes, generalmente alentados por sus padres, descubren que hay realidades de las que no pueden escapar y que, antes que seguir en combate, no está mal asegurar lo ya logrado. En el caso chileno, ya hay consenso de que el tema del lucro obliga a una revisión del sistema y que debe haber más controles acerca de las tasas de crédito y el nivel de endeudamiento posible de los estudiantes.
Lo otro, la revolución social o como se quiera llamarla, pasa menos por las calles que por los locales de votación. Si las nuevas generaciones creen realmente en la participación y la democracia, lo lógico sería que se inscribieran en los registros electorales y participaran en las votaciones. Y, como parece evidente, si desconfían de los partidos políticos, que hagan como lo hicieron sus padres y abuelos, que levantaran sus propias organizaciones.
Pero ello, obviamente, requiere más trabajo que la preparación de una manifestación callejera o un par de noches ininterrumpidas montando un espectáculo o fabricando caricaturas gigantes de cartón piedra.
Ese es, en buenas cuentas, el desafío. No es fácil y obliga a ir más allá de la mera repetición de consignas.
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