Por Yoani Sánchez
Desde La Habana
Anoche me visitó un amigo que vive en Las Villas y que para llegar hasta la capital debe sortear los problemas de transporte y el círculo de vigilancia que lo rodea. Me contó que hace unas semanas estuvo detenido y le quitaron el teléfono móvil durante un par de horas, hasta que un oficial apareció, contrariado, con el pequeño Nokia entre sus manos. “Ahora sí que estás en problemas” le repetía una y otra vez el teniente de la Seguridad del Estado que lo tenía recluido en aquella estación. La razón para tanta alarma era que en su agenda telefónica había una entrada bajo el nombre de Twitter acompañada de un número en el Reino Unido*.
“Nadie te salva de los quince años” lo amenazó el policía mientras le confirmaba que enviar SMS a alguien con un nombre tan raro y que vivía tan lejos era un delito enorme. No sabe él que el camino para sacar nuestros tweets al ciberespacio es el rústico envío de mensajes de sólo texto a través del servicio celular. Tampoco imagina que en lugar de llegar a manos de un miembro de la inteligencia británica, nuestros breves textos van a parar a ese pájaro azul que los hace volar por el ciberespacio. Es cierto que se trata de una emisión a ciegas y que no podemos leer las respuestas o referencias que hacen los lectores, pero al menos estamos relatando la Isla en trozos de 140 caracteres.
Pensando siempre en conspiraciones, agentes y conjuras, no se han percatado que las tecnologías han convertido a cada ciudadano en su propio medio de difusión. Ya no son los corresponsales extranjeros quienes validan determinada noticia ante los ojos del mundo, sino que –cada vez más– nuestras incursiones en Twitter se convierten en referencia informativa. Mi amigo me lo cuenta a su manera: “Yoani, cuando veníamos hacia La Habana teníamos un gran operativo detrás. Yo redacté de antemano un SMS para advertir si nos detenían”. Quizás fue el brillo de la pantalla del Nokia o la convicción de que algo nuevo se interponía entre el perseguido y los perseguidores lo que evitó que lo metieran en la patrulla. Si lo hubieran interceptado, un breve clic en el botón de enviar habría sacado su grito a la Web, contando aquello que a la prensa internacional le hubiera llevado horas saber.
Lo despedí en la puerta y llevaba su móvil en la mano, como una linterna de tenue luz. En la carpeta de “borradores” un texto ya preparado lo protegería de las sombras que lo esperaban allá abajo.
* Entre los servicios que ofrece Twitter, está la posibilidad de publicar a través del SMS para quienes no tenemos acceso a Internet. Todo se hace a través de un número de servicio al que se mandan los mensajes que aparecerán inmediatamente ubicados en la cuenta del usuario.
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