Por Carlos Huneeus
Enviado por CERC
El anuncio del gobierno de aumentar los impuestos a las grandes empresas, para financiar la reconstrucción del país, ha causado desconcierto en sus partidarios y opositores.
Los primeros ven que juega en terreno ajeno, porque la derecha tradicionalmente ha mantenido una postura muy crítica hacia los impuestos, que los considera un obstáculo al fortalecimiento de la iniciativa empresaria. Parlamentarios de la UDI han discrepado públicamente de ello, algunos de los cuales han sido más críticos que la oposición.
Personeros de la Concertación expresan públicamente su satisfacción con esta
iniciativa del Ejecutivo y estiman que el aumento de impuestos sería una
política propia de una administración "progresista".
Esta perplejidad en unos y otros aumenta con otras decisiones, por ejemplo,
cuando el ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter, apareció muy sonriente en
una fotografía en La Moneda junto al retrato del ex presidente Salvador
Allende. Esta es una personalidad que divide al oficialismo y a la oposición
por su gestión en aquellos accidentados y trágicos años, que terminaron en
el golpe militar de 1973. Muchos nos preguntamos, ¿para qué se tomó esa
foto? ¿Cuál era el objetivo?
Estas decisiones, que pueden ser calificadas de "pragmáticas", como también
de inconsecuencia u oportunismo, se entienden en el contexto del comienzo de
un nuevo gobierno, que descubre sorpresivamente los límites del poder
presidencial: es minoría en ambas cámaras del Congreso y debe entenderse con
la oposición para sacar adelante los proyectos de leyes. Y para lograrlo,
hace concesiones en sus propuestas programáticas y tiene gestos que concitan
simpatía en los legisladores de oposición. Una hija del Presidente Allende
es senadora y el senador Camilo Escalona, presidente de la Comisión de
Hacienda de la Cámara Alta, nunca ha ocultado su admiración por éste.
Hay un segundo factor que mueve al Ejecutivo a acercarse a la oposición.
Como el Presidente y sus ministros provienen del mundo de los negocios,
consideran que deben tomar decisiones que demuestren su autonomía del mundo
empresarial, y qué mejor que subir los impuestos. Hay una expresión de
complejo de culpa en ello, que se busca corregir a través de concesiones a
la oposición, aunque no van muy lejos en ello, porque se ofrecen rebajas
tributarias que pueden ser más generosas que las alzas de impuestos.
Anteriores gobiernos también hicieron concesiones a la oposición. Lagos tuvo
especial interés en satisfacer las demandas de los grandes empresarios,
porque quería demostrar que él era muy distinto a Allende. Bachelet también
hizo ese esfuerzo, aunque con un estilo menos explícito que su antecesor.
Las decisiones de ambos presidentes de izquierda no fueron indiferentes a
sus votantes, que no entendían que no tuvieran similares gestos para atender
los intereses de los trabajadores.
El esfuerzo del gobierno de entenderse con la oposición no es nuevo. Por
ejemplo, lo hizo el ministro Insulza para aprobar en el Congreso proyectos
controvertidos en la Concertación, negociando con la UDI, que vio en ello
una manera de aparecer ayudando a la gobernabilidad del país.
Los acuerdos con la oposición, que hicieron posible el éxito de la
transición, tuvieron costos para la Concertación, pues fue un factor que
debilitó a sus partidos. La UDI ve con preocupación que el gobierno
privilegia entenderse con la oposición y no es fiel a los intereses de su
sector, y teme que los efectos también pueden ser negativos para las
colectividades oficialistas.
* Director del Cerc y profesor del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de
Chile.
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