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jueves, 14 de enero de 2016

DE LOS ACUERDOS DE PARÍS AL ACUERDO TRANS-PACÍFICO

Por Martín Poblete
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Con los primeros acuerdos cerramos el año pasado, en medio  de variadas tendencias favorables a una mejor comprensión del cambio climático y sus numerosas implicancias. En un sondeo global de opinión ejecutado por la Universidad del Estado de Pennsylvania (PennState) y el Pew Research Center, en 40 países,  78% de los encuestados se manifestaron a favor de limitar  las emisiones de gases contaminantes; en otra constatación igualmente importante, la inmensa mayoría de los encuestados aprecia las energías renovables como opciones reales, viables,  no mas como ejercicios de intelectuales  y científicos.

La ciencia,  con ella la evidencia científica demostrable  y verificable, se hacen cada vez mas fuertes, de la negación instintiva de hace unas décadas se ha pasado al hacerse cargo de realidades innegables, empujando cambios en el juego de percepciones de gobiernos, organizaciones internacionales, diplomáticos y políticos.
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Quedan tareas importantes, se requiere iniciar el desfase con miras al fin de la exploración y perforación del fondo marino (off shore drilling), igual para la minería del carbón; reemplazar el uso del plástico  en los envoltorios y empaquetados del comercio detallista, junto con iniciar la limpieza de los océanos;  desarrollar tecnologías para reducir la polución en las industrias del cemento y siderúrgicas, ambas son necesarias en el desarrollo de todas las fuentes de energía renovables.   No será fácil caminar  hacia una civilización menos contaminante, a fines del 2015 el 85% de la energía la producían combustibles fósiles; en opinión del Dr.John McArthur (Brookings Institution).  "La cuestión es desarrollar matrices energéticas bajas en carbono, capaces de apoyar el crecimiento con generación de empleo y la prosperidad que todos quieren", apuntó.

Con el otro acuerdo, el Trans Pacific Partnership TPP, estamos comenzando el nuevo año; poco sabemos de sus fundamentos, las negociaciones fueron conducidas con excepcional secretismo, mas allá de la razonable confidencialidad en los asuntos internacionales multilaterales. Sin perjuicio de la falta de información sólida, algunas cuestiones se han filtrado haciendo posible advertir cambios profundos al régimen regulatorio de la propiedad intelectual, y a su vinculación con los intereses de la industria farmacéutica transnacional.  
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Asimismo,  los capítulos relacionados con el nuevo régimen de inversiones vienen con serios  límites a las regulaciones ambientales, de salud pública, y seguridad en los lugares de trabajo, eventualmente debilitando la vigencia de los derechos económicos y sociales;  la imposición de limitaciones pareciera extenderse a los flujos financieros, así como a las regulaciones dando marco a las operaciones transnacionales de la banca, de los principales  mercados de valores, y de las corredoras de bolsas con los bancos de capital tangenciales, todo lo cual de hacerse efectivo podría tener significativos impactos macroeconómicos.

El lenguaje es complejo, los tópicos variados,  la redacción del TPP ha crecido hasta alcanzar seis mil (6000) páginas, haciendo de la evaluación y discusión del tema un asunto de especialistas. De todas maneras, algunas ONGs americanas, australianas y neozelandesas, han hecho un encomiable y excelente trabajo de síntesis  con el  material puesto en conocimiento del público,  sacando el máximo del mínimo disponible; ojalá nuestra Cancillería tenga acceso a esa documentación, le corresponderá informar bien al Congreso, si queremos tener un proceso responsable de ratificación.

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