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miércoles, 28 de enero de 2015

ECONOMÍA

UNA ECONOMÍA ILUSORIA
Por Hugo Latorre Fuenzalida

A los economistas neoclásicos de la actualidad les está haciendo falta lo que señalaba Michelet: “Un Edipo que les  descifre su enigma”. Porque nadie sabe cuál es el acertijo del modelo neoliberal vigente en la  llamada Globalización.
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Estos  representantes de la economía con pretensiones de ciencia universal, han creado un monstruo frankisteiniano, ante la presencia del cual uno no sabe si reír o llorar, de lo puro estrafalario que es.
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Supuestamente, este monstruo se debería mover como un autómata bajo la conducción del mercado, pero viene aconteciendo que la autonomía del engendro es antojadiza y para nada racional; no tiene nada que ver con los referentes de la acción equilibrada del “mercado”. Viene comportándose de manera transgresora, grosera, pasotista, despótica, prepotentes, desquiciada, asimétrica, irregular, sesgada, voluntarista, irreverente, equivocada, antojadiza.

Una nueva economía
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La economía globalizada ha superado todas las teorías y dogmas de la economía clásica y neoclásica. Nada de lo que se sostuvo se está aplicando y todo lo que se prohibía como anatema, se ha estado haciendo. Entonces estamos en el quiebre del marco teórico de la economía como disciplina, tal como antes se produjo el quiebre histórico de los socialismos reales.
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Esta nueva economía, surgida de la multiplicación al infinito del papel y del dinero y una ignorancia total de las variables reales, ha llevado a dar con una economía ilusoria, donde las cifras  de los valores giran a una velocidad intergaláctica mientras que la producción y los intercambios de bienes lo hacen a velocidad de crucero.
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Esta dicotomía en el epicentro de la disciplina  nos lleva a sostener que estamos ante una actividad objetivamente esquizofrénica. Cualquier ser o pensamiento que se escinda entre la realidad y lo ilusorio, de forma contradictoria, cae indefectiblemente en el diagnóstico psiquiátrico antes nombrado. Y eso es lo que hemos visto, con el agravante que se agudiza la sintomatología ante cada  intervención supuestamente correctiva. Es cosa de mirar la “crisis subprime” y la carretillada de millones inyectados al sistema superestructural del mismo círculo financiero; hay que leer las autoflagelantes reflexiones del FMI y Banco Mundial, relativos a sus conductas ante la crisis de la deuda en los años 80, y cómo vuelven a repetir las misma recetas en el sur de Europa, a propósito de esta nueva crisis regional, para darse cuenta que las opciones de tratamiento dadas para el caso subprime  son radicalmente opuestas a las soluciones propuestas para el caso de los países endeudados del sur de Europa.
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A estos últimos se les aplica el mismo rigor restrictivo y disciplinatorio que se aplicó a los países pobres en la crisis de la deuda de los años 80, dentro de los cuales estábamos los latinoamericanos; en cambio a los países ricos o poderosos que caen en crisis, se les aplica el tratamiento de la superabundancia, es decir tapar la estafa con más dinero, tal cual lo hacen los padres de los hijos ricos cuando cometen algún crimen.
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De la comedia a la tragedia

Esta estrafalaria teorización económica de los neoliberales, que toma supuestos abstractos como si pudieran aplicarse a la realidad de los hombres, no lleva más que a caricaturizar la realidad, a inflamar de mitos  sus postulados y a generar un círculo tortuoso de contradicciones, las que llevan  a actuar con la dolosa lógica de un Tartufo y terminar comediando los síntomas propios de un “enfermo imaginario”; es decir un hipocondriaco que piensa que todos se confabulan y conspiran para hacerles fracasar. 
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Que los trabajadores protestan de puro desconfiados y mal agradecidos; que no deben pedir incrementos de salarios en los ciclos de crecimiento porque lo frenan ni en los ciclos de caída, pues los llevan a una crisis mayor. Que los ambientalistas con sus leyes restrictivas impiden las inversiones necesarias para alentar el crecimiento de la economía. Que los políticos demagógos piden más impuestos para gastarlos en gasto corriente, lo que instala una carga enorme sobre las empresas. Que los gobiernos no se deben meter en los negocios privados (Paulman), aunque estos negocios privados estén asaltando a mano armada a la población indefensa.
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Con esta lógica que emula la pelea del payaso, simplemente la ciencia económica se convierte en una comedia de dudosa virtud, donde los ricos se sienten y declaran, ”avaros” y actúan con total desparpajo en la escena. De hecho, Moliere puede ser el nuevo Edipo que ayude a desentrañar el enigma existencial de esta cofradía del desmadre que hoy sostienen el poder en Chile.
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