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lunes, 22 de septiembre de 2014

ESCOCIA
REFERÉNDUM ESCOCÉS: IMPLICANCIAS Y PROYECCIONES

Por Martín Poblete

Mientras los chilenos estábamos celebrando nuestras Fiestas Patrias, en Escocia tenía lugar un referéndum para decidir la permanencia del país en el Reino Unido, el jueves 18 de septiembre.  Primero, un poco de historia reciente.
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El  5 de mayo de 2011, los electores escoceses dieron un triunfo por mayoría absoluta al Partido Nacionalista Escocés/SNP Scottish National Party  y su líder Alex  Salmond en las elecciones del Parlamento regional  con sede en Glasgow;  Salmond,  un político  esencialmente conservador  comprometido con la causa independentista,  buscó evitar la confrontación con el Primer Ministro David Cameron,  negociando exitosamente la venia del gobernante en Londres para realizar un referéndum sobre la continuidad de Escocia en el Reino Unido, y hacerlo en el marco de las leyes vigentes confiriéndole con ello la necesaria legitimidad, haciéndolo vinculante cualesquiera fueran los resultados.
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Desde su anuncio, el  referéndum escocés fue recibido con cierta perplejidad en el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Europea;  en la racionalidad calculatoria occidental, era un tanto cuesta arriba entender las razones de cinco millones trescientos mil escoceses para plantearse la escisión de una entidad multinacional exitosa desde 1707, Escocia es un país próspero, población con alto grado de educación, y algunas de las mas destacadas universidades y centros de investigación científica  occidentales.
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Sin embargo, la cuestión nacionalista suele desafiar la mejor racionalidad.  En  un análisis citado ampliamente de un lado a otro del arco intelectual, desde George Will  en el Washington Post a Lord Jenkins en The Guardian, el  historiador de la Universidad de Cambridge David Reynolds  empieza por recordar que si bien  Escocia aceptó la disolución de su Parlamento en 1707, retuvo su bandera y sistemas educacionales y legales separados, y una Iglesia Presbiteriana escocesa.  En el enfoque del Profesor Reynolds, por sobre los lazos racionales de la comunidad de leyes, instituciones, ciudadanía y acatamiento de la Corona y de su Gobierno en Westminster, los escoceses retuvieron en el curso de tres siglos la idea de una comunidad  enraizada en los rasgos étnicos compartidos, el lenguaje, la historia, y una cultura escocesa.   

Alex Salmond  acertó  al enfatizar esos últimos factores, presentando el referéndum como parte de un proyecto nacional y, al mismo tiempo, un esfuerzo por resistir la homogenización, percibida avasalladora, de las fuerzas comerciales, financieras y culturales de la modernidad global; en la otra vereda, el nacionalismo y sus rasgos tribales eran vistos disfuncionales respecto de la globalización.  La vigencia de esos factores persiste, sin perjuicio del resultado del referéndum y la derrota de la propuesta nacionalista.   
Contados los votos,  el NO unionista marcó un 55,3% contra el  44,7% del SI independentista;  de igual importancia, la participación de los electores alcanzó el 84,6% del padrón, el mas alto índice desde la introducción del sufragio universal en el Reino Unido en 1918, toda una lección cívica en el marco del sistema democrático representativo,  la gente concurre a votar cuando los asuntos en juego le son importantes, y cuando en su percepción puede  tener parte efectiva en decidir su propio destino.
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En su discurso del viernes pasado, el Primer Ministro David Cameron  prometió iniciar las negociaciones sobre cuestiones de impuestos,  asignaciones de recursos y bienestar público, después de la próxima elección  general en 2015. Asimismo, se comprometió a revisar los patrones de participación en las decisiones de dos masivos proyectos de inversión pública, la renovación de la red ferroviaria, y la sustitución de las centrales eléctricas a gas natural por  grandes centrales eléctricas nucleares de reactores múltiples.
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La fase final de actividad política conducente  al referéndum en Escocia, fue seguida con atención en todas partes, especialmente en aquellos países europeos con problemas de minorías étnicas afirmando su identidad, y regiones con grupos de tendencias secesionistas. 
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En España, los políticos independistas catalanes buscaron distanciarse del resultado en Escocia, mientras el Gobierno  presidido por don Mariano Rajoy destacaba el carácter legal y legítimo del proceso escocés;  el acontecer próximo en Cataluña podría poner frente a frente dos alternativas, la rupturista y confrontacional  de los secesionistas encabezados por Artur Mas y Oriol Junqueras,  y la negociación en el marco de la ley y las instituciones democráticas planteada por el Gobierno y los líderes de los principales partidos políticos españoles.
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En otros países europeos también se agitan aspiraciones mantenidas latentes por décadas, están las comunidades húngaras  en Eslovaquia y Rumania;  las polacas en Belarus y Ucrania; las rusas distribuìdas por los países limítrofes con Rusia;  los asuntos pendientes de solución en Chechnia, y la cuestión de los Karelianos étnicamente finlandeses; sin olvidarnos del largo conflicto entre Flamencos y Valones en el pequeño territorio de Bélgica.
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Las tendencias nacionalistas recibieron un fuerte impulso después de la Primera Guerra Mundial, la disolución de los imperios Alemán de la dinastìa Hoenzollern, Austro-Húngaro de la dinastìa Habsburgo,  Turco Otomano, y Zarista de la dinastía Romanoff,  dejó amplio espacio a las reivindicaciones nacionales;  hacia fines del Siglo XX vino un nuevo impulso, con la disolución de la Unión Soviética y su imperio en Europa Central y Oriental.

¿Podría venir un tercer impulso a comienzos del Siglo XXI, alentado por el referéndum escocés?

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