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lunes, 28 de abril de 2014

28-4-2014-KRADIARIO-N°895

DE LAS PENSIONES A LAS  OPCIONES

Por Hugo Latorre Fuenzalida
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Mucho se dice y poco se hace respecto al sistema de pensiones en Chile. Esto de “poco se hace” no es privativo de este tema: es en todos los temas, pues Chile  es un país simplón que cree en el estatus quo y en lo que dicen quienes desean mantenerlo; Chile es un país que no le gusta cambiar, compuesto por hombres andinos, su psiquis se hizo pétrea, anquilosada, inmóvil, momificada.
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Pero al margen de esta cualidad propia de nuestra idiosincrasia, tenemos un defecto del que somos más culpables, porque no forma parte de nuestra naturaleza sino de nuestra voluntad o entendimiento: no vamos al fondo de las cosas y nos gusta vivir con lo que nos ofrece el aspecto en superficie; es decir tratamos nuestros problemas en su sintomatología y no en su causalidad estructural y primordial.
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Combinando estas dos cosas, podemos decir que somos especialistas en perpetuar el error.
Pero, en política los errores que duran (como es el caso de un país de mentalidad pétrea o anquilosada) conforman errores históricos, lo que nos condena al serio riesgo de fracasar en el largo plazo, pues la historia no vuelve atrás; el tiempo que un país pierde, sumido en un error, simplemente pasa a los números rojos de nuestra libreta de crédito histórico.
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Como hemos desperdiciado muchas oportunidades, hemos perdido varias veces el tren del progreso y nos rezagamos en la estación esperando el siguiente comboy: en la era del salitre, de la industrialización sustitutiva,  en la era del cobre hasta 1971, y ahora en la nueva era del cobre hasta nuestros días. Hemos sufrido lo que Aníbal Pinto llamó “Una experiencia de desarrollo frustrado”.
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Siempre fuimos, o casi siempre, un país con escasez crónica de capital de inversión. El ahorro interno no alcanzaba para financiar los programas de desarrollo y el ahorro externo debía aportar más o menos entre el 4% y el 6% de ahorro, medido en relación al PIB.
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Teníamos ideas de cómo desarrollarnos, pero el capital de inversión era insuficiente. Pues resulta que por estos día Chile sufre una situación inversa: tenemos suficiente capital para invertir, pero no tenemos las ideas de dónde y cómo hacerlo.
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Esto no acontece por una maldición, que de pronto nos haya dejado ciegos y estúpidos, como acontecía con los dioses en las tragedias griegas o con Yaveh en la historia bíblica. La razón de esta incapacidad visual y estratégica radica en que hemos enfilado  nuestro destino por una senda que constituye un desfiladero amurallado: somos un país productor de materias primas
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“Si somos buenos para producir melones, produciremos sólo melones”, decía un economista y ministro de la dictadura (Alvaro Bardón), en los tiempos en que se da el giro hacia país primario exportador. Obviamente, esta ramplona interpretación de “La riqueza de las naciones” de Smith, de ser seguida por los países de todo el mundo, nos mantendría a todos  estacionados en la edad de piedra. Lo que no aclara Bardón es que Smith emitió sus opiniones antes de la “Revolución industrial”.
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En fin, a lo que deseo llegar con esta lata introducción, es que en el ámbito de las pensiones, si se quiere hacer algo digno de memoria, y no estas fintas a mitad de cancha, que hoy se proponen en materia de jubilaciones, se debe cambiar el modelo de producción, de acumulación, de distribución y de desarrollo.
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De no hacerse esto, nunca habrá actividad productiva suficiente para alojar al trabajo decente, a la acumulación requerida por los trabajadores, a la estabilidad laboral requerida, a la capitalización de toda la sociedad y  a las tasas de ingreso nacional suficiente.
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Si no se deriva la inversión desde el consumo y la especulación financiera hasta la producción; si no se democratiza la distribución del ingreso por el lado de la eficiencia competitiva (en la producción), pronto no habrá nada que repartir.
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Con esto no avalo los discursos de la derecha de su teoría del crecimiento basado en el chorreo, pues eso ya se demostró que es un obsceno cuento chino. Lo que se debe hacer es reorientar la economía hacia el desarrollo de competencias productivas modernas, capaces de sacar al país de la trampa de las materias primas (además torpemente administradas) como única forma conocida de acumular riqueza de manera estable, sostenida, bien distribuida, pues una economía moderna y competitiva, diversificada y tecnológica, requiere de hombres preparados, formados, educados, expertos, especializados, altamente productivos…Y todo eso garantiza salarios decentes, suficientes y con seguridad social.
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Nada o muy poco sacamos con socializar los fondos de pensiones si no somos capaces de asegurar un capital de crecimiento en ellos mismos. Entonces lo que se puede hacer, por ahora, es muy simple: cambiar el eje de inversión de los fondos de pensiones, desde el sector financiero especulativo al sector productivo real, nacional y de alianza para el desarrollo regional.
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Esto quiere decir que si, por ejemplo,  Codelco requiere invertir US$15.000 millones en nuevas refinerías o nuevas plantas de explotación, los recursos salgan de esos fondos de pensiones con una renta  asegurada por el Estado de un 10% y participación sobre rentabilidad superior.
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Se debe invertir en proyectos tecnológicos corriente arriba en nuestros recursos ventajosos, como es el caso del “IM2”, es decir el Instituto de Mecatrónica de Codelco, de gran éxito hasta hoy, pero potenciable en su desarrollo con más apoyo de capital; o BioSigma, también ligado a Codelco, pero desde la actividad biotecnológica, también con proyección impresionantes a nivel mundial, que permitirán recuperar prácticamente todo el cobre que se pierde en lavaderos y relaves, y de autoría plenamente nacional; o corriente abajo, como la inversión en refinerías, fundiciones, nuevas formas de recursos energéticos, hídricos o agropecuarios, nuevas tecnologías, etc., como de hecho lo han experimentado como estrategia muchos países, ahora desarrollados, que partieron desde sus materias primas.
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Toda esta economía para el desarrollo interno de mercados productivos altamente competitivos, debe financiarse ahora con recursos de los ahorros de todos los chilenos. Lo que acontece es que estos recursos en gran medida se dirigen ahora al mercado de consumo importado, vía crédito bancario, y esto no enriquece a Chile ni reditúa a los fondos de pensión de los chilenos; ese sistema enriquece a los extranjeros y perpetúa el atraso y la precariedad de la economía chilena; o son usados por empresarios dedicados a especular en bolsa, muchas veces de manera fraudulenta (ahí están los casos de “La Polar” y Las “cascadas” y tantos otros que hacen perder dineros a los ahorristas nacionales y no contribuyen para nada al desarrollo nacional).
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En consecuencia, debemos reinventar la economía chilena si queremos resolver el tema de las AFP; pero esto no quiere decir que no se requiera cambiar el sistema de administración vigente, el cual está hecho para funcionar en el modelo actual y con ventajas para los sectores financieros y no productivos.
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Esto se llama poner los bueyes delante de la carreta.


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