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miércoles, 23 de abril de 2014

23-4-2014-KRADIARIO-N°894

PERIODISMO A PRUEBA UNA VEZ MÁS

Por Abraham Santibañez

Como ya ocurrió con motivo de los terremotos en Arica y Tarapacá, tras el incendio en Valparaíso han recrudecido las críticas al periodismo. Son catástrofes que obligan a los medios a desplegar equipos periodísticos en terreno. Es la lógica y esperable respuesta de una actividad centrada primeramente en la información. Pero esa respuesta se considera, a veces, insuficiente o, peor, produce rechazo y desagrado.
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El Consejo de Ética de los Medios de Comunicación, cuya presidencia ocupo actualmente, ha reiterado los cuidados que se debe tener en estas situaciones.
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Lo fundamental, creemos, es la obligación de respetar la dignidad de las personas y la verdad informativa. Son dos principios que nunca se pueden dejar de lado.
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Está claro que en el cumplimiento de su deber, quien primero debe preocuparse es el equipo en terreno: no solo los periodistas sino el resto de los profesionales que lo acompañan.
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Se tiende a pensar que el problema solo ocurre en las transmisiones de TV, pero la verdad es que tanto la radio como el periodismo escrito e Internet, también deben respetar escrupulosamente estos principios. Esta responsabilidad, como es obvio, alcanza igualmente a quienes están a cargo de las transmisiones, empezando por los editores cuyo papel es vigilar el cumplimiento de las normas y el respeto a la línea editorial del medio.
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Mayor cuidado debe haber en el caso de las jornadas extensas de trabajo, en que el eventual agotamiento de los periodistas puede traducirse, por ejemplo, en la repetición de imágenes sin advertir que se trata de material de archivo aunque sea de unos minutos atrás. Lo mismo se aplica al lenguaje utilizado que suele pecar de pobreza y se torna reiterativo: “situación compleja”, “momentos difíciles” o el infaltable calificativo de “dantesco”. También es grave dejarse arrastrar por la tentación de hacer entrevistas a personas vulnerables: adultos en shock, personas mayores y, sobre todo, niños.
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El cuestionamiento a quienes cubren este tipo de noticias tiene que ver, insospechadamente, con los cambios en la tecnología de la información.
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Así lo planteamos hace quince días en este mismo espacio:
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“Sin que nos diéramos cuenta al comienzo, fue acortándose la distancia entre el comunicador y el público, inicialmente un receptor pasivo de nuestro trabajo. Las audiencias se "empoderaron", cada ser humano puede llegar a todo el mundo con sus opiniones gracias a las nuevas tecnologías. La vida privada ha dejado de ser privada. La intimidad es invadida sin dificultades. Los principios éticos elementales han sido desplazados por el rating y el morbo”.

Es un tema que tanto los periodistas como las audiencias deben analizar. Cada catástrofe, cada gran noticia, cualquier evento informativo, nos expone hoy a la crítica despiadada y a la desconfianza. En suma: a la pérdida de sentido del trabajo periodístico.
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Podría estar ocurriendo que nos estemos precipitando hacia el “fin del periodismo”.

Y, tal vez, ello no le parezca trágico a nadie.

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