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lunes, 10 de septiembre de 2012


EL NAUFRAGIO DE LA CONCERTACIÓN

Por Hugo Latorre Fuenzalida

En política no se debe ser incoherente, tampoco contradictorio y menos irresoluto. Pero la Concertación está demostrando sufrir de esos tres vicios. La división de los votos para enfrentar el tema de la llamada “reforma tributaria”, así lo reveló

Esta “reforma tributaria” no pasa de ser, finalmente, una parodia. No hubo ni habrá intención seria de cambiar las cosas en el orden contributivo. Sabemos que la derecha política es militantemente contraria al Estado regulador, menos al interventor y menos aún al Estado inversor, por tanto la educación es un bien de consumo y debe ser financiado por los privados. Ese es el corolario de toda la historia de la derecha contemporánea en Chile. Por tanto, lo hemos señalado, la derecha no estará nunca disponible para transferir nuevos recursos desde el sector empresarial al Estado.

¿Entonces, si esto es sabido incluso para legos, por qué la Concertación insiste en legislar sobre estas materias en una “entente” con la derecha?

Al parecer se trata de intereses particulares de ciertos políticos que miran hacia sus carreras personales a futuro. Por ejemplo, ahora que Escalona es presidente del Senado, quiere parecer el hombre de confianza para entenderse con la derecha si es que Bachelet regresara al poder. Su deseo es ser ministro del interior o de relaciones exteriores y desea contar con el beneplácito de le derecha y entenderse bien con este sector. Tiene la ilusión de que las cosas volverán a las políticas de “consenso” que tantas oportunidades le han abierto a los concertacionistas afines a los buenos provechos mutuos.

Otros concertacionistas, también juegan sus pequeñas partidas y buscan mantener el vínculo amistoso con una derecha que necesita, a su vez,  de estos personajes con apetito de seguir siendo.

¿Entonces, este barco a la deriva, que es la Concertación, cómo pretende tener la unidad, la claridad y la coherencia necesaria para volver a gobernar en Chile?

No la tiene ni la tendrá, pues ya hace tiempo que se inició la diáspora de los concertacionistas; ya hace tiempo que no hay un liderazgo de unidad y que fije rutas; la realidad se le escapó de las manos, incluso cuando eligieron a Bachelet. La última demostración de su desnudez quedó expresada en el acuerdo por la LEGE con la derecha, donde la tomada de manos en el Congreso representó la bofetada más formidable a la historia; pero la misma historia se está encargando de devolver esa bofetada: desde el 2010 con la derrota electoral y con los movimientos estudiantiles, que han regresado por sus fueros y derechos.

Esa incoherencia se paga con desunión, con dispersión, con indisciplina y con decaimiento del ánimo. Se puede engañar a muchos por un tiempo, pero no a todos y todo el tiempo, reza el dicho, y en este caso se está haciendo plenamente realidad.

Por eso se dan estas salidas que chocan a la lógica básica. Apoyar a una pseudo reforma que no resuelve nada, sólo agrava las cosas, es de una incomprensión total. No se puede explicar, no tiene justificación posible.

¿Qué en el próximo gobierno la mejorarán y profundizarán? Es otra gran mentira, pues no contarán con los votos en el Congreso para hacerlo….Y eso lo saben, pero mienten igual. La derecha desde la oposición jamás  aportará los votos para una medida de este tipo, por tanto se quedarán esgrimiendo justificaciones, como siempre lo hicieron durante los  cuatro períodos que gobernaron de manera intrascendente.

Pero esto que aprobaron ahora no es una “reforma” progresiva dirigida a  ayudar al tema de la educación; es una contrarreforma, es regresiva y favorece, nuevamente, a los que más tienen, dejando las cosas, para los que tienen menos, en igualdad de condiciones. Lo mismo pasó con el Royalty, donde terminaron favoreciendo más a las empresas extranjeras en vez de  incrementar sus tributos.

¿Entonces, se puede tener esperanzas en Bachelet y en la Concertación?

Obviamente que no, pero este país no cuenta con la masa crítica de sentido crítico-valga la redundancia-, por lo que es probable que sigan votando por los poderes de siempre y estos se las arreglen para seguir seduciendo a esa clase media que no logra despertar de sus sueños de integración, a un modelo que es absolutamente marginador, concentrador y excluyente.

No hay reforma, no habrá educación gratuita y tampoco incremento de impuesto a los ricos. De no retirar las normas que permiten la elusión, pueden subir los impuestos al infinito  y será igualmente inútil e inefectivo. Así es que los concertacionistas seguirán sufriendo este síndrome de incoherencia, este simulacro de cambio; se dividirán, se anularán, se pulverizarán en el altar del modelo empresarial. Ese es su destino.

Es por eso que las esperanzas puestas en Bachelet son igualmente fatuas, retrógradas e insinceras. Nada podrá hacer este organismo  en ruinas, que es los que queda de la Concertación; no podrá dar un paso aunque los chilenos le pavimenten el camino a la presidencia a Michell, por segunda vez.

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