POLÍTICA-UTOPÍAS-KRADIARIO
LA MUERTE DE LA POLÍTICA UTOPÍAS Y ANTI UTOPÍAS
CONTEMPORÁNEAS
Por Rafael Luis Gumucio Rivas
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Ninguna de estas utopías del mundo moderno se ha preocupado de la democracia. Lo que hay que conquistar es una comunidad liberada e igualitaria. Las rebeliones campesinas que tanto interesaron a los teóricos del marxismo, como Engels, Marx y otros, se basan en el sueño apocalíptico que rechaza la injusticia a la que ha sido condenado el mundo campesino y que lo impulsa a buscar un universo de leche y miel, donde el cordero haga buenas migas con el león. El horizonte siempre es la igualdad. Este es el estímulo central de la jaquearía, las rebeliones campesinas en la Alemania de la Reforma, de los niveladores y de los cavadores, en la revolución inglesa del siglo XVII. Como lo manifiesta uno de los mejores estudiosos de la utopía concreta, Ernst Bloch, el hambre es la parafina que impulsa al hombre a buscar mundos mejores, movido por la esperanza.
Las utopías del
siglo XIX son, a mi modo de ver, herederas de este impulso fundamental: no es
otra cosa la rebelión agraria igualitaria de Graco Babeur y Bounaroti, que
pretende complementar la tríada de la Revolución Francesa con la conquista de
la igualdad. La icaria, los falanterios, son construcciones más perfeccionadas
en el análisis psicológico de este mismo sueño. Incluso, la utopía científica
saintsimoniana, que rechaza por prescindible a las clases ociosas- nobleza y
clero-, se basa en esta misma consecución final de una sociedad ideal, dirigida
por los científicos y los trabajadores.
La utopía
decimonónica tuvo siempre un aspecto cristiano: para Lammenais los pobres,
convertidos en proletariado en la sociedad industrial, tiene una vida peor que
la del esclavo, y son la encarnación de Cristo, por consiguiente, la vida
cristiana es un compromiso central con el pobre que encarna la esperanza. Es
este utopismo cristiano el que más radicalmente rechazaron Marx y Engels: el
socialismo con agua bendita, las sociedades inexistentes, que enajenan al
pueblo con sueños irrealizables. En este plano, el paso de la utopía a la
ciencia, influido poderosamente por el positivismo, condujo al socialismo al
autoritarismo.
Junto a esta
evolución de la utopía se ubica el antiutopismo: el sueño que la ciencia
positiva liberará al hombre. En un trabajo de Franz Hinkelammert, llamado
Asesinato es suicidio, relata cómo para
Bacon la tortura es necesaria para la víctima, ya no para lograr su salvación,
como en la Inquisición, sino para conseguir la verdad. Las utopías científicas
del siglo XX son bastante conocidas. Baste citar a Wells, Barburi, Orwel, Huxley, y tantos otros, donde se pinta un
mundo domesticado y totalitario. Para qué hablar de los sueños médicos:
prolongación de la vida, eutanasia, manipulación genética, etc.
Si miramos la
utopía desde América Latina podemos identificarla con los sueños de igualdad
agraria de Villa y Zapata, de liberación nacional, de Sandino, del hombre
nuevo, en Guevara. En nuestro Chile, es la utopía de la igualdad la que
inspira los escritos y la acción de Bilbao, Arcos, los movimientos anarquistas
y las primeras organizaciones obreras.
El neoliberalismo:
una radical antiutopía
Para tratar esta
proposición me he inspirado en los Artículos de amigo, Jorge Vergara,
publicados en la Revista Polis. Si hiciéramos una ficción y resucitáramos al
filósofo helenístico Epicuro, aquel que sostenía que el “hombre debe buscar el
placer y huir del dolor”, hoy día sería comprendido por los neoliberales como
el logro del placer por medio de la acumulación del dinero. A diferencia del
filósofo griego, quien huyó de los placeres intrascendentes encerrado en su
jardín y comiendo pan con queso, los profetas del neoliberalismo buscan la
fuente de placer en el cambiante mercado de la Bolsa de Comercio o en el
reinado absoluto de las grandes empresas.
Cómo hemos llegado
a este nuevo concepto de placer que, como siempre, orienta esa rama fundamental
de la vivencia humana, que es la ética? Fue por ahí, por los años 20 que Ludwig
Mises descubrió que la política Keynesiana del bienestar de la sociedad era un
obstáculo insalvable para el logro de esta filosofía del placer. La social
democracia y el movimiento obrero, insertos en el mercado capitalista, habían
logrado unos derechos que no podían más que dificultar la acumulación de
capitales. El más mortífero de todos estos derechos era la huelga, sobre todo,
si no existía un mercado de trabajo sobrante. ¿Cómo los obreros podían paralizar
la fábrica? Como dirían muchos oligarcas, incluso en la historia de Chile, si
los obreros están tan bien cuidados, si no hay clases privilegiadas, ¿por qué
los proletarios pueden parar la producción?
Los sucesores de
este Juan Bautista, Von Hayek y Freidman, han vivido otra época en la cual, la
derrota del estado de bienestar, salud y educación gratuitas, seguro de
desempleo, están a punto de la extinción.. Muy pocos economistas, actualmente,
se atreven a sostener la solidaridad en el tema de las pensiones; casi nadie
habla de la educación gratuita. Para qué hablar del seguro de desempleo si ni
siquiera se respeta el contrato de trabajo. No sé cuento es el porcentaje de
chilenos que trabajan con boletas permanentes de servicio.
La característica
central del neoliberalismo es no ser liberal, es ser conservador. La idea es
imponer una dictadura totalitaria del mercado que, en muchos casos, no necesita
ya la dictadura política. No es un estalinismo político, ni un
nazismo-fascismo, pero sí, en la periferia, si es necesario, emplea la guerra y
la coerción en sus expresiones más violentas. .
La dictadura del
mercado, por cierto que no es un régimen político, no es república ni
monarquía, no es dictadura, ni presidencialismo, ni parlamentarismo, es mucho
más: es una forma de civilización, es una contra ética. El becerro de oro es un
cuento de niños. El neoliberalismo también tiene pretensiones de ser una nueva
religión. ¿Por qué no? Si Saint Simon y Compte plantearon un nuevo cristianismo
basado en la ciencia. El teólogo de esta nueva religión, Novak, tiene la
audacia de comparar al capitalista con Cristo. No sé si lo dice, pero quienes
lo crucifican son todos aquellos que critican a este nuevo santo. Pero como no
basta con Cristo, es necesario una nueva iglesia, un cuerpo místico: estas son
las empresas, verdaderas comunidades cristianas de base. Sólo falta la llegada
apocalíptica del presidente del Banco Mundial resucitado.
Siempre estas
dictaduras tiene sus víctimas: estos son los perdedores, que viven en las
periferias, que ganan menos de un dólar diario, que no pueden satisfacer su
hambre, ni curar sus enfermedades. Viviane Forestier retrató perfectamente el
horror del mercado, como en el pasado,
nadie pensó que existían los campos de concentración, cuando algo se sabía, no
se creía o se pensaba que era una exageración. No creo que sea necesario ir muy
lejos: incluso en Chile, la gente que vivió la gloria del dólar a $35, o que
inocentemente creyó que iba a tener un televisor en colores, no supo o no quiso
saber de los errores del tirano. Parece que en la humanidad hay una enorme
incapacidad para comprender el sufrimiento de los otros.
Muchas veces he
pensado que algún día a estos verdugos del mercado se les va a ocurrir una
fórmula, una especie de vacilo que elimine a los cesantes, a los pobres, a los
rebeldes.
El ocaso de la
política
El sentido del
título de esta segunda proposición se acercaría mucho a aquellas concepciones
de la decadencia de occidente, difundida por Spengler a comienzos del siglo XX. ¿Es que ya la política quedó obsoleta? ¿Por qué las grandes mayorías no creen en
la política ni en los políticos? Basta mencionar a un político para que surja
la idea de fatuo, pantallero, corrupto o sinvergüenza. ¿A quién le interesa
militar en un partido político? Cómo se ingresa a un partido político? ¿Es
necesario militar para estar en un partido político? Si quiero trabajar, ¿necesito estar en un partido político? Para ser presidente, ¿hay que ser
militante de un partido político?,. ¿O no es mejor disimular que no lo es,
siéndolo?
Recuerdo, en la
época en que enseñábamos en Serpaj educación para la democracia, esta palabra
tenía para nosotros un enorme significado: habíamos perdido la democracia y su
reconquista parecía como la encarnación de la utopía. Cuando estemos en
democracia el pueblo va a participar. Si alguien nos hubiera dicho que la
democracia es una conquista mínima de convivencia política, nos hubiera
parecido un concepto muy mezquino, dicho por un ser muy frío.
Bueno, en la
actualidad, la transición a la democracia no llenó nuestros sueños: no ha
habido ningún cambio en lo político, salvo que el tirano envejeció
evitando ir a la cárcel a la aplicación
de una razón de Estado, propia de Luis XIV, concedida por un presidente de la
Concertación.
Posteriormente, uno
lee y profundiza, y descubre que la mayoría de los pensadores políticos no han
sido muy afectos a la democracia. Según Platón, a Sócrates no le gustaba
demasiado esta mezcla entre los buscadores de la verdad, los filósofos, y los
vulgares mercaderes aceituneros y sembradores de habas. El mismo Platón fue
partidario del gobierno de los filósofos y estaba muy poco dispuesto a
satisfacer a la plebe. Para la iglesia medieval, el buen gobierno era dirigido
por los representantes de Dios: los obispos. Para Maquiavelo, los príncipes, -
más vale ser temido que amado-; para Hobbes, los monarcas, para evitar que los
lobos se mataran con los lobos. Para Ortega y Gasset, las masas invaden todo,
vulgarizando y eliminando a los mejores. El sufragio universal fue siempre un
peligro: cómo van a votar todos de igual forma, que tengan más votos los más
cultos, los que tengan propiedades, que no voten las mujeres, pues sólo son
entes reproductores, que no voten los menores de 21 años, porque son
irresponsables; que no voten los analfabetos, porque son estúpidos. Siempre ha
existido limitaciones a la democracia. Por ejemplo, la aristocracia chilena
nunca entendió a la democracia como el voto igualitario de todo el pueblo. Sólo
en los años 70 votan todos los inscritos en los registros electorales. Hasta
los años 30 sólo votó un 10% de la población capacitada para votar.
Los que somos más
viejos y estábamos comprometidos en política recordamos aquellos mapas de
América Latina, cubiertos de gobiernos
dictatoriales. En cada época se salvaban dos o tres países. Hoy tenemos
democracia en toda Latinoamérica. Poco importa si alguno de los presidentes
sólo cuenta con 20% de apoyo. Da lo mismo si en alguno de los países han durado
muy poco los presidentes, pero al fin, hay democracia.
Para la dictadura
del mercado, la democracia es un aditamento, es un perfume de buena marca, no
le es imprescindible, pero es mucho más presentable que las tiranías de
seguridad nacional No es en el
Parlamento, ni en los ejecutivos, casi autocráticos, en América Latina el campo
donde se resuelve, no sólo los problemas económicos, sino también los de salud,
educación e, incluso, la ética.
Ni siquiera la oligarquía de 1891 a los
años 30 fue tan torpe, como los gobiernos del duopolio. Por el menos, en el
caso del salitre, se cobró un impuesto aduanero por tonelada de salitre
vendida. Domingo Santamaría, cazurramente, esperaba a los ingleses en la
puerta, para cobrarles. Que hayan malgastado el dinero, es una falta menor si
la comparamos con la mera tontera de regalar la riqueza natural a extranjeros.
Incluso más, el ex patrón de patrón de patrones chilenos, Sr. Riesco, se
espanta cuando el ministro de Hacienda suplica que los empresarios mineros
redacten bien sus declaraciones de impuestos. La Dirección de Impuestos
Internos es un león para cobrar al pequeño empresario o al trabajador precario,
y es una madre para proteger al gran capitalista.
También el gobierno
es útil para hacerse el inocente respecto a la legislación del trabajo. Si pensamos
que un alto porcentaje de los trabajadores del Estado tienen contratos a
honorarios, de los cuales algunos duran 10 años, difícilmente defenderá a los
trabajadores del sector privado, en análoga situación.
La mayoría de las
encuestas demuestran que la percepción de la opinión pública, respecto de la
corrupción, es mayoritariamente condenatoria. En el año 2013, el PNUD consultó
a los chilenos la percepción de la política: sólo el 28% de los entrevistados
le interesa la política; el 72% no
demuestran ningún interés por la misma. El 45% adhiere a la democracia; el 32%
le es indiferente la democracia o la dictadura, y el 18% prefiere un régimen
autoritario. Chile es uno de los países, a nivel mundial, que tiene menor
formación cívica, a pesar de que nos vanagloriamos de nuestro nivel educativo.
Los argentinos, a pesar de gobiernos funestos, como el de Menem y de La Rúa, su
pueblo tiene mayor adhesión a la democracia que el chileno.
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