CHILE-LATORRE-OPINIÓN-KRADIARIO
CHILE: SER O NO SER
CHILE: SER O NO SER
Por Hugo Latorre Fuenzalida
Chile atraviesa una de
esas crisis en las que se avanza o se degenera, se crea o se anula, se
sale o se hunde. Muchos países han
pasado por situaciones cuya coyuntura define un futuro germinal o terminal; de
hecho Chile la vivió en la década de los 70, tiempo en que los dirigentes
pudieron avanzar un acuerdo social amplio o dividirse en sectarismos
disolventes. Eligieron lo último y hemos
tenido que aceptar la muerte de la democracia, la que aún no se restablece- en
los estándares existentes en el pasado-, hasta nuestros días.
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Cuando la ley está definiendo el mandato de unos pocos, que
ciertamente defiende el interés de unos pocos, en desmedro de las mayorías, es
una institucionalidad necesariamente ilegítima, opresiva y por tanto corrupta.
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Y eso es exactamente lo que tenemos en Chile desde 1973 y
quedó consagrado en la Constitución del 80. En 1988-89 se negoció una estructura jurídica
que preservó los intereses y derechos de una minoría, cargando en las espaldas
de las mayorías sólo las obligaciones.
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Esto pudo funcionar
todo este tiempo gracias al crédito generoso de la “recuperación democrática”
(en la que el pueblo puso toda su fe) y a la acumulación enorme de poder en las élites, las que se encargaron de que no
se recuperara el contra-poder organizacional que antes tuvo la sociedad, tanto
en los sindicatos como en las diferentes organizaciones de base, sobre todo las
poblacionales y culturales; incluso en la militancia de los partidos se alentó la marginación y el
abandono de las bases, pues las dirigencias ahora serían tributarios de otra
soberanía: la del dinero.
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Igualmente,
desmontaron una a una la prensa no alineada con las posturas de las élites más conservadoras,
neutralizando por años las voces divergentes; los medios publicitarios serían
los nuevos agentes de captación popular, vía una publicidad seductora, abundante
y onerosa; la institucionalidad de justicia y regulación económica estuvo
igualmente neutralizada, hasta hace muy poco, y el Congreso se transformó en un
colchón de neutralización y en una
agencia de los intereses lobbystas y empresariales.
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Como dijo una vez el gran Tolstoi: ”El drama está en que el
que tiene dinero tiene en sus garras al que no lo posee”. Y lo que se ha hecho
en este tiempo es acrecentar las garras de los adinerados, dejando a su merced
a las grandes mayorías. Mientras los ricos crecen a tasas del 7% interanual, el
resto de la población lo hace a tasas del 0,6% interanual (en las etapas de
mejor perfil del crecimiento, como lo fue la primera mitad de los 90 en Chile,
y también sucede a largo plazo en las áreas donde rige el neoliberalismo).
Pero, además, en las fases recesivas los ricos siguen creciendo a buen ritmo,
mientras que el resto pierde el terreno ganado en las fases expansivas (ver
Ffrench Davis y Piketty).
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“Tenemos que cuidar a los ricos”, enseñaba el dictador y, al
parecer, esta enseñanza la aprendieron y practicaron, los dirigentes sucesivos,
con fe de carbonero. Pero el problema está en que con esa lógica cruda del capitalismo salvaje, acontece lo
que sucede con los ataques virales, como su apetito de crecimiento es
ilimitado, terminan por matar al huésped y finalmente mueren también los virus.
Nadie duda que esta forma de crecer del mundo liderado por el neoliberalismo y
su lógica de “homo homine lupus”
(Plautus), conduce a un descalabro, pues es inviable en esencia; es decir,
parece viable, gozosamente viable mientras no reviente el huésped, pero el
huésped debe reventar algún día. Y le sucede como al señor de La Palice, quien un cuarto de hora antes
de morir estaba vivo…y se veía casi saludable.
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A estas oligarquías posmodernas les parece que “No le valió
la pena a Dios expulsarnos del Paraíso, cuando en tan poco tiempo lo han
reconquistado” (Saramago).
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Mientras que los demás “despojados, engañados, nos dejan
como “ecce homo”, pueblo del dolor, tendiendo las manos….las manos humilladas
hacia la limosna.” (Saramago).
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El tiempo de rectificar
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No tenemos un Pericles, un
Pisistrato, un Savonarola, un Solón o un Licurgo, pero debemos inventarlos,
pues debemos torcer el camino que llevamos y enfilarnos hacia una senda
realmente democrática, con un Estado participativo, con una economía ecuánime,
de progreso, de desarrollo (no de negocios especulativos), donde los valores
éticos sean impuestos con rigor parejo por una justicia imparcial e
insobornable, donde los representantes del pueblo sean tributarios del pueblo y no del dinero
que los coopta.
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Chile está a tiempo de evitar
la descomposición degenerativa que vemos en muchos países que sobrepasaron la
línea de la inequidad, de la injusticia y de la corrupción máxima tolerable.
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Podemos rectificar una
realidad que ahora va pasando de enojosa a odiosa, que aún no es violenta, que
aún no desata la furia del animal acorralado. Lo podemos hacer por la vía más
humana y sensata, la de volver a manos del pueblo la soberanía, para que decida
en conciencia qué sociedad desea, qué liderazgo la represente y qué moral rija
su futuro.
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En este estrecho acontecer
vale decir lo del penitente “”Gracias a Dios que vivo llego a tus pies”, porque
en la realidad actual no hay paz ni para los vivos ni para los muertos.
Pero
debemos rectificar pronto, porque en general “la vida de las naciones se hace a
base de e mucho ladrar y poco morder.”
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